Amusement Park – ¡Díganle al abuelito por qué!

Por Sergio E. Cerecedo

Conforme pasan los años me siguen causando una gran sorpresa y extrañeza al mismo tiempo algunos hechos referentes al financiamiento cinematográfico cuando se trata de entidades religiosas que deciden entrarle con dinero a alguna producción, sobre todo porque nos esperamos que pongan sus inversiones en propaganda descaradamente clerical y evangelizante, pero en general acaban financiando productos extraños de serie B que se convierten en objetos de culto, sobre todo el caso muy sonado de “Plan 9 del espacio exterior” (Ed Wood, 1959) una rareza con vampiros, marcianos y demás que fue financiada (Quien sabe cómo) por la iglesia bautista de Beverly Hills y considerada por gran parte de la crítica como la peor de la historia.

En Amusement Park hay algo de eso, pues de una manera extrañísima fue concebida por una iglesia protestante como una película con un mensaje altruista, un llamado al cuidado de los ancianos, que en los 70´s empezaban a ser mayoría en todo el mundo y que es traída a colación por su rescate/inclusión en varios festivales de cine y también traída con el plus de ser la película perdida de George A. Romero, el gran autor de terror y gore cómico encargado de clásicos como “La noche de los muertos vivientes” donde jugaba con la crítica social al racismo y el terror nuclear, línea temática que continuó inclusive en los 2000, donde en “Diary of the dead” los protagonistas subían videos de los zombies a YouTube ante la postura de las autoridades de tapar el Leer más

Correspondencia azucarada

Duraznos asados inspirados en carta de Juan Rulfo a Clara Aparicio

Por Diana Peña Castañeda[1]

Si en su producción literaria Juan Rulfo recreó un pueblo sombrío cuyos murmullos ensordecedores expresan el deseo de calma, en su relación epistolar con Clara Aparicio exhortó la nitidez del amor. Un sentimiento rebosado por la esperanza, del mismo modo que se extiende la gota de agua en la tierra para crear nuevas formas provocativas.

 

“¿Sabes una cosa? He llegado a saber, después de muchas vueltas, que tienes los ojos azucarados. Ayer nada menos soñé que te besaba los ojos, arribita de las pestañas, y resultó que la boca me supo a azúcar; ni más ni menos, a esa azúcar que comemos robándonosla de la cocina, a escondidas de la mamá, cuando somos niños.”

 

Por ser el amor un asunto tan irracionalmente serio, a él, entonces un Leer más

“Molly Bloom”

Sidra de pera inspirada en Ulises de James Joyce

Por: Diana Peña Castañeda[1]

 

“…me gustaría tener un bonito par de pantuflas rojas como vendían esos turcos del fez rojo o amarillas o una bonita bata semitransparente que me está haciendo mucha falta o una mañanita color de melocotón como la de hace mucho en Walpole sólo 8/6 ó 18/6 ya le daré otra oportunidad madrugaré por la mañana estoy harta de esta vieja cama de Cohen en todo caso podría ir al mercado a ver todas las verduras y coles y tomates y zanahorias y toda clase de frutas espléndidas que vienen todas frescas y deliciosas quién sabe quién sería el primer hombre que me encontrara salen por ahí a buscarlo por la mañana solía decir Mamy Dillon y por la noche también esa era su salida a misa me gustaría una pera grande y jugosa ahora que se me deshiciera en la boca como cuando tenía los antojos entonces le tiraría encima sus huevos y el té en la taza con bigotera que le regaló ella me figuro que para hacerle la boca más grande a él también le gustaría mi buena crema también ya sé lo que voy a hacer voy a dar vueltas por ahí bastante alegre no demasiado cantando alegre de vez en cuando mi fa pietà Masetto luego empezaré a vestirme para salir non son più forte me pondré mi mejor camisa y bragas que él se dé una buena ración de vista con eso para que se le ponga de pie su cosita le haré saber si eso es lo que quería que su mujer se deja joder sí…

 (fragmento del monólogo de Molly Bloom)

 

Es la habitación matrimonial. Tu esposo duerme. Quizás 2 a 3 de una oscura y seca madrugada Leer más

Experiencia nómada

Por Aníbal Fernando Bonilla

Cuando se traspasan las fronteras de alguna manera, las visiones, percepciones y hábitos de los viajeros(as) se modifican y ensanchan a partir de la interpretación vivencial. Es un ejercicio placentero que nos conduce al conocimiento y reconocimiento de la otredad. Y al descubrimiento de latitudes distintas. A partir del contacto externo, las ciudades se vuelven cercanas, aunque el desplazamiento sea por un lapso corto.

Sobre la visita esporádica a las principales urbes —si cabe tamaña expresión— de nuestra América, trata el texto Cómo viajar sin ver (Alfaguara, España, 2010), de Andrés Neuman (Argentina, 1977); bitácora en la cual se recogen hechos, vicisitudes, episodios, instantáneas de un intenso itinerario que efectuó el autor a propósito de la obtención de un premio literario y su correspondiente difusión. “Solo quería escribir de lo que mirase, escuchase, comprendiese o malinterpretase mientras atravesaba ese laberinto denominado Latinoamérica”, explica.

Experiencias de un atento observador que bifurca su gesta creativaLeer más

Sopa emancipada

Una receta inspirada en el ensayo Una habitación propia de Virginia Woolf

Por Diana Peña Castañeda[1]

Más que un placer gustativo, la comida en literatura es magia. Como elemento narrativo, permite la acción de la trama porque es un estado de ánimo, un pensamiento, una decisión; apoya la descripción de un personaje, o bien caracteriza a una sociedad en un contexto determinado. Desde pavos, frutas, quesos, vinos, salsas, panes y un sinfín de platos, la obra literaria de Virginia Woolf está aderezada de una exquisita ironía para poner en evidencia los trasfondos del alma humana.

Para ella, “comer bien” es metáfora de cómo la identidad propia, más precisamente, la de la mujer, puede encajar o no en una sociedad de libertades, en el mejor de los casos, restringidas. Dijo la escritora inglesa: “Uno no puede pensar bien, amar bien o dormir bien sin haber primero cenado bien”.  En su clásico ensayo Una habitación propia, Woolf desarticula la idea de ‹‹somos lo que comemos››, entonces la funciónLeer más

Corazón errante

Por Diana Peña Castañeda[1]

Introducción

Comida y literatura hacen parte de la memoria humana. La primera, porque a través de los sabores, texturas y aromas se recrea el sentir individual y/o colectivo. La segunda, porque anima la reflexión sobre aquello que llamamos vida. Entonces, la comida en literatura pasa por ser algo más que lo que se sirve a la mesa o lo que se cocina en el fogón.

Cada alimento, el tiempo en que se come, con quién se comparte y la forma en que se cocina permite describir a los personajes o a la sociedad, es decir sus emociones, sus sentimientos; si se es rico o pobre, fraterno o desleal.  Propicia el encuentro o es la antesala de la muerte en la trama; muestra lo injusto, el deseo, lo amoroso o lo violento. Puede ser dicha o tragedia en el desenlace.

En cada obra literaria fácilmente se puede hallar desde una hogaza de pan solitaria en un plato, un trozo de tocino que cuelga del borde de la boca, un condimento que produce el miedo, una fruta que revive la nostalgia, cuando menos una copa de vino para el coraje o un vaso de agua para saborear lo que se desea observar. En cualquier caso, la comida en literatura es una experiencia para escudriñar las motivaciones del alma humana.

En consecuencia, el propósito de esta columna es develar lo que encierran esos platillos presentes en obras maestras de literatura universal. Cada receta hará que usted respire o se inquiete. Póngase cómodo y disponga el paladar para degustar bocados literarios. 

 

Pollo asado aderezado con páprika al estilo Drácula de Bram Stoker

 

La muerte tiene la fina sutileza de recordarnos que antes hay vida y, en consecuencia, hay que comer. Para los propósitos de Drácula esa es una premisa: “El propio conde se acercó a mí y quitó la tapa del plato, y de inmediato ataqué un excelente pollo asado. Esto, con algo de queso y ensalada, y una botella de Tokay añejo, del cual bebí dos vasos, fue mi cena.”  (del diario del abogado Jonathan Harker).Leer más

Por Diana Peña Castañeda[1]

Introducción

Comida y literatura hacen parte de la memoria humana. La primera, porque a través de los sabores, texturas y aromas se recrea el sentir individual y/o colectivo. La segunda, porque anima la reflexión sobre aquello que llamamos vida. Entonces, la comida en literatura pasa por ser algo más que lo que se sirve a la mesa o lo que se cocina en el fogón.

Cada alimento, el tiempo en que se come, con quién se comparte y la forma en que se cocina permite describir a los personajes o a la sociedad, es decir sus emociones, sus sentimientos; si se es rico o pobre, fraterno o desleal.  Propicia el encuentro o es la antesala de la muerte en la trama; muestra lo injusto, el deseo, lo amoroso o lo violento. Puede ser dicha o tragedia en el desenlace.

En cada obra literaria fácilmente se puede hallar desde una hogaza de pan solitaria en un plato, un trozo de tocino que cuelga del borde de la boca, un condimento que produce el miedo, una fruta que revive la nostalgia, cuando menos una copa de vino para el coraje o un vaso de agua para saborear lo que se desea observar. En cualquier caso, la comida en literatura es una experiencia para escudriñar las motivaciones del alma humana.

En consecuencia, el propósito de esta columna es develar lo que encierran esos platillos presentes en obras maestras de literatura universal. Cada receta hará que usted respire o se inquiete. Póngase cómodo y disponga el paladar para degustar bocados literarios. 

 

Pollo asado aderezado con páprika al estilo Drácula de Bram Stoker

 

La muerte tiene la fina sutileza de recordarnos que antes hay vida y, en consecuencia, hay que comer. Para los propósitos de Drácula esa es una premisa: “El propio conde se acercó a mí y quitó la tapa del plato, y de inmediato ataqué un excelente pollo asado. Esto, con algo de queso y ensalada, y una botella de Tokay añejo, del cual bebí dos vasos, fue mi cena.”  (del diario del abogado Jonathan Harker).Leer más

El sueño del Cóndor: una mirada desde el Buen Vivir

Por Alejandro Aldana Sellschopp[1]

Para Luz y Emiliano

La novela de Luis Antonio Rincón, El sueño del Cóndor (Ed. Norma), nos permite realizar una serie de reflexiones teóricas en las cuales es factible aplicar ciertas categorías del espectro filosófico denominado el “Buen Vivir”. La trama de la novela se estructura en varias capas de significación:

1.- La discapacidad de Ayún, el personaje principal, (tiene las piernas atrofiadas, camina con muletas) y la condición de “vulnerabilidad” de Aruma por ser mujer.

2.- Una serie de pruebas iniciáticas que los dos amigos deben surcar para tener el derecho social a emprender una empresa mayor: un peligroso viaje a la ciudad (otro periplo iniciático), el cual debían realizar alumnos preparatorianos y universitarios de la comunidad.

3.- La subtramas que nos narra la historia del fantástico padre de Ayún.

Para este estudio me apoyaré conceptualmente en los trabajos del antropólogo tsotsil Miguel Sánchez Álvarez, quien nos dice que: “ El lekil kuxlejal (en lengua tsotsil y tseltal) o Buen Vivir (en español) es un modo de vida de los pueblos originarios para su supervivencia. Implica vivir en armonía consigo mismo, con su comunidad, con la madre Tierra y con la naturaleza en plenitud”.

Almazor, el lugar donde se desarrolla la historia de Luis Rincón, se ubica en la Patagonia andina. Es una comunidad en el sentido más profundo del término. Los habitantes viven en armoníaLeer más

“Luchito y el tío Arguedas”: Reviviendo a Los Zorros de José María Arguedas

Por Juan Martínez Reyes[1]

La literatura nos presenta el reflejo aciago de nuestra realidad en sus múltiples dimensiones. A veces, esa realidad creada es apenas un pequeño intento de recrear lo que somos o lo que fuimos en un momento determinado de la vida. Así, Dante Lecca nos entrega una obra infantil “Luchito y el tío Arguedas”, donde nos recrea a personajes propios de Chimbote y donde además figura el escritor José María Arguedas como uno de los protagonistas.

Este libro está divido en diez capítulos, en el primero y en el último de ellos se manifiesta un diálogo entre el zorro de arriba [el mundo andino] y el zorro de abajo [el mundo costeño]. A pesar del número de capítulos, de acuerdo con la estructura, modalidad textual y extensión de estos, podemos decir que nos encontramos frente una novela corta. En ella, el autor nos revela una cartografía de Chimbote desde una mirada histórica–social, aunque pueda resultar somera para el lector, es posible lograr que lo transporte al Chimbote de antaño.

En esta obra, existe una preocupación por el medio ambiente, aunque no se haLeer más

Adaptación-Control: Sobre El Live-Action De Avatar: The Last Airbender

 Por Rafael E. Quezada[1]

Adaptar es una actividad de alto riesgo. La práctica de traducir un texto a otro código de signos existe desde los orígenes del cine, pasando por la televisión, los videojuegos, el streaming y demás géneros del discurso audio-visual. Antes de la pantalla estaban el teatro y los libros. The Jazz Singer (Crosland, 1927) el primer largometraje comercial con sonido sincronizado había sido un éxito en Broadway en su versión original de 1925. En México, la primera película sonora de éxito fue Santa (Moreno, 1931), adaptación de la novela de Federico Gamboa. Incluso el cine mudo mostró filogenia con las letras, en filmes como La Cenicienta (Méliès, 1900) —basada en la historia de los hermanos Grimm— y King John (Dickson, 1899), de Shakespeare. Desde entonces, las adaptaciones han enfrentado una amenaza constante: la recepción marcada por comparaciones con el material original.

Con Avatar: The Last Airbender ocurre lo mismo. La exitosa serie animada, creada por Michael Dante DiMartino y Bryan Konietzko, amparada por Nickelodeon entre 2005 y 2008, ya tuvo una fallida adaptación a la gran pantalla en 2010, dirigida por M. Night Shyamalan (The sixth sense, 1999). Digo fallida no porque suscriba la idea de que la adaptación debe ser una copia impoluta del original, sino porque se trató de un texto insostenible por cuenta propia. Así que cuando se anunció que Netflix produciría un live-action en formato streaming, el público receptor se comía las uñas. La caricatura es un material discursivo de gran complejidad: además de la excelente construcción de personajes, el trasfondo cultural y filosófico y el interesante worldbuilding, aborda temas éticos de una actualidad incalculable, como las consecuencias de la guerra, los genocidios culturales, la devastación de los ecosistemas y la cualidad diversa de la humanidad. Todo esto sazonado, como pimienta, entre dosis de humor, acción y pasajes emotivos.

Como es costumbre de Netflix, se han estrenado todos los episodios de la temporadaLeer más

El privilegio de enfermarse

Reseña sobre Desmorir, una reflexión sobre la enfermedad en el mundo capitalista, de Anne Boyer

Por Pamela Castro Amaya

Anne Boyer nació en Kansas, Estados Unidos, en 1973. Es poeta y ensayista, así como profesora en el Kansas City Art Institute. Fue diagnosticada con cáncer de mama triple negativo de pronóstico grave en 2014, una semana después de cumplir 41 años; a raíz de esto, escribió Desmorir, una reflexión sobre la enfermedad en el mundo capitalista (2021), su más reciente obra.

Desmorir es un ensayo, con tintes de crónica y poema en prosa, que nos habla del camino que recorre Anne a partir del momento en el que la diagnostican: médicos antipáticos, costosos medicamentos, tratamientos que tienen mayor probabilidad de matarla que la enfermedad y le hacen dudar si desea seguir viva. En el libro no se discute sobre la moralidad del cáncer, apelando a buscarle un significado; sino que aborda cómo es padecerlo siendo mujer, de clase media y madre soltera. Nos invita a crear conciencia de que no sólo se compone de un intruso dentro del cuerpo que quiere devorarlo; también es la soledad, sentirse una carga para los demás e intentar dejar de serlo.

Ser mujer y estar enferma debería ser considerada otra enfermedad además de la que se padece. Y es que para nosotras es un padecimiento más consultar con diversos médicos para encontrar el mal físico y obtener un remedio, porque generalmente nos acusan de histéricas y exageradas; o porque los análisis clínicos pocas veces tomanLeer más