Por Francisco Tomás González Cabañas
Hemos desterrado la idea del otro. La otredad quedó subyugada al reduccionismo de una conciencia tan carente de sí que no tiene tiempo ni espacio para reconocimientos que excedan la mera presencia testimonial. Dejamos de pretender la relación, el vínculo, la posibilidad de encuentros en circuitos que nos brinden algo más que la mera ratificación de nuestros actos, autómatas, inerciales y fundantes de una zaga, constituyentes de lo humano bajo otras características. Mismidad plena que imposibilita al sujeto la proporción, como extensión del lazo. En tal licuación, el presente continuo hegemoniza y absolutiza todo tipo de nociones y, por ende, de escisiones que permitan algún tipo de dialéctica y, en ese sentido, de trato con un otro, como incluso alter ego, doble o múltiples de lo uno.
El significante amo ha sido dinamitado. El objeto “A” cancelado. El deseo convertido en narrativaLeer más