Por Daniela Caballero[1]
Sientes una fuerte presión en el pecho. Las manos y la frente sudan, no de calor, es una sensación fría. El corazón palpita más fuerte y rápido, como si quisiera salir corriendo de la caja torácica. En la garganta, subiendo, consecuencia del mareo, vienen las náuseas constantes y profundas. Se te olvida respirar y cuando te das cuenta intentas compensarlo con inhalaciones más rápidas que te causan más mareo. Quieres huir o vomitar, aunque para huir necesitas tus piernas, no muy capaces para ese momento. Lo mejor sería caer, con la mejilla en el piso frío y dejar al cuerpo con esos espasmos que has estado intentando ocultar. Mejor prefieres morir y eso sientes. Estás muriendo con este ataque de pánico.
Si nos remontáramos de forma consciente a nuestra historia de vida, encontraremos el momento exacto donde se detonaron ciertos episodios como los ataques de pánico o ansiedad. Sin embargo, muchos y muchas de nosotras no hemos podido identificar o nombrar esta clase de episodios porque nadie habla al respecto o los confundimos con otras afecciones con mayor “lógica”.
Supe sobre mis ataques de pánico hace poco. Leer más