El vacío de la pregunta

Por Indira Isel Torres Crux

Cuando escribo necesito descargar mi furia, esta palabra ha estado acompañándome desde hace unos veinte años, mi energía es fuerte, la considero entregada. Para escribir pongo café en mi termo, tomo varias, muchas tazas al día, y pongo música, de preferencia clásica, no he podido escribir con música y letra, me gana, me pone ansiosa, hace poco escribía para una novela y ponía canciones mexicanas, rancheras y de los ochenta como Rocío Banquells y Amanda Miguel, pues para motivar a la ansiedad a mi personaje. Hay amigas que se maquillan para escribir, algunas se ponen zapatos verdes, otras usan pants, otras oran, otras prenden incienso, otras se masturban. Hacer ritual me da flojera, porque yo veo más la escritura como periodismo, es sí o sí. Debería hacerle ciertos guiños a ese endiosamiento, pero si lo considero tan sagrado, siento que yo no puedo entrar en él, para mí la escritura es puro ejercicio, es ir a correr, es caminar y observar y cocinarlo. Últimamente he estado leyendo los gestos y las palabrasLeer más

Años perdidos

Por Alexis Álvarez Lara[1]

Al cumplir los 45 Feliciana se instaló, decidió no encender una velita más en los próximos festejos, y de ahí nadie la movió. Era tal el resultado de no seguir cumpliendo años que pareciera que también el tiempo decidió evadir su cuerpo y su piel. Se conservó con la figura y la lozanía de esa, por mucho, su mejor época. Soltera y sin hijos que pudieran delatar la farsa, Feliciana vivió gozando de los beneficios de negarse a acumular años, pues su vitalidad y energía no mermaron en nada. Generaciones enteras la vieron desfilar en sus fiestas, departir con ellas, figurar en las fotos, sin que un pliegue en su piel o canas en su cabello pudieran poner en entredicho su edad.

Hasta un día en que se encontró sola, más sola de lo normal, ante la vejez y la muerte irremediable de amigos y familiares, viviendo en un mundo que se dibujaba cada vez más ajeno y difícil de entender. Leer más

Hechizo contra las palabras injuriosas

Por Mayra Escamilla[1]

¿Alguna vez ha recibido en su contra palabras injuriosas que se le han quedado grabadas en la memoria y, que al escucharlas, aún guardan las reminiscencias de momentos incómodos, dolorosos o bochornosos? ¿Desea poder escuchar o leer esas palabras sin que le despierten sensaciones desagradables o incluso de tristeza? Entonces ha llegado usted a la solución al problema.

En primera, deberá proveerse de lo siguiente:

  • Una hoja de papel por cada palabra injuriosa de la que quiera deshacer el efecto
  • Lápiz, bolígrafo, crayola, plumón (lo que a usted le plazca para escribir)
  • Una vela

Ya preparados estos objetos, asegúrese de elegir una noche serena para la realización del hechizo. La luna llena es ideal por su luz tenue y apaciguante. Si usted elige una noche lluviosa, con rayos y relámpagos, es posible que el hechizo tenga un efecto diferente al buscado, por lo que de hacerlo, eLeer más

La Increíble historia de Carl Lanner

El Primer Explorador del Mar de La Nostalgia

 Por Moisés Flores

Era una fría noche de otoño en el puerto de girola, a 30 kilómetros de las Kuriles, este lugar es más conocido por la frialdad de sus habitantes que por la cacería de ballenas; en una taberna, sentado sobre un catre se encuentra uno de los primeros precursores de la moderna ciencia de la oceanografía, el héroe, o mejor dicho, el protagonista de nuestra historia.

Pidiendo un vaso más de Krazif, una bebida Láctea fermentada con granos de trigo, el teniente de fragata Carl Lanner se prepara para emprender una expedición científica financiada por el consulado Alemán de Shanghái, con el objeto de explorar las desconocidas aguas del Pacifico Occidental; de su bolso de cuero, saca un telegrama con el sello de la cancillería del Führer, y expone ante su modesta tripulación los objetivos de la misión.

Elaborar cartas de navegación de todo el pacifico occidental y entregar esos mapas a la marina imperial japonesa. Corría el año de 1937, mi tercer año como asistente de operaciones en el Goethe, un buque auxiliar de aprovisionamiento de la kriegsmarine. Justo a la media noche el buque zarpó y es aquí cuando comienza la etapa más secreta de mi diario…

 Al 9no día de navegar, el teniente Lanner decide anclar el buque cerca del paralelo 42, a casi 2000 kilómetros de las costas de Japón; pidiendo consejos al capitán del buque, el Tte. Lanner decidió realizar una inmersión, y recolectar muestras geológicas del fondo marino. Esa misma tarde se vistió con un traje de buzo de última generación,Leer más

Temazcalteci

Por Ana Laura Corga[1]

Para Marisabel Macías.
Por ser guía en la erótica feminista,
inspiración en la creación literaria
y amiga en la confidencia.
Que tu camino sea siempre gozoso.

 

Llevaba mucho tiempo preguntándome por qué no sentía nada. Por qué mi cuerpo no se estremecía como los de las mujeres en las escenas de la pantalla, en las que las pieles se erizaban, los pezones se erectaban y las personas jadeaban. Mucho tiempo asumí que eran simples actuaciones y que en la vida real eso no existía. ¿Pero sería verdad que todas las personas mienten y no sienten nada, como yo?

Esta pregunta y otras más inundaban mis pensamientos, sobre todo los nocturnos. Se aparecían de la nada cuando veía algo que me gustaba, a alguien que me atraía. ¿Por qué no siento? ¿Por qué no aparece esa electricidad que dicen que se hace en la entrepierna? A lo mejor nací sin algo y el placer me fue suprimido desde un inicio.

Mi primera experiencia con una pareja sexual fue frustrante. Me cuestionó después de haberme practicado sexo oral si lo había disfrutado. Falsamente dije que sí. Durante el acto eché unos gritos bien fuertes, todos aprendidos en el porno. La realidad es que no sentí absolutamente nada. No sabía cómo se sentía un orgasmo. No creí estar ni cerca. Tuve sexo nomás por tener. Porque parecía que era una obligación o porque de manera legítima buscaba sentir. Hasta ese momento no habíaLeer más

Don Guacho el malo

Por José Ramiro Ortega Pérez

Me daban gracia sus locuras. Quizá comenzaron cuando sintió que la mala suerte lo perseguía y no pudo entender que eran sus propias patas las que se le enredaban solas sin necesidad de zancadillas divinas o de la intervención de los malos espíritus.

Hablaba como la gente de nuestra tierra, casi gritando y exagerando cualquier tipo de relato, tratando de convertir en epopeya hasta las compras del supermercado.

Primero comenzó su racha de mala suerte, varios negocios emprendidos con el entusiasmo de los tiempos y nomás puro fracaso; luego, se juntó con el negro balsero y lo convencieron de que su vecina lo deseaba como marido y para quedarse con él y con su casa le había hecho un trabajo de brujería. Con toda franqueza, nunca pude entender cómo se relacionaba una cosa con otra, pero tenía que portarme serio, o poner cara de circunLeer más

Botas negras

Por Lizette Sánchez 

El frío que entra por la grieta en el techo me despertó. El sonido de los perros ladrando y el gallo de mi papá muy puntual avisaban que el día comenzaba. ¡Clara! ¡Hay que ir por la leche!

Mamá Toña, mi abuelita, había llegado con los hongos recolectados, el té de monte y quelites salidos de la siembra del maíz. 

-¡Clara! ¡Niña! Salió el sol. Anda, ve por la leche para preparar el atole.

Salí de la cama de un salto, busqué mis botas negras, no me gustan, son pesadas y me quedan grandes. 

-Toma, niña, llena el bote. No olvides darle agua a la vaca. Leer más

Bienvenidos al campo de narcisos

Por Hugo Enrique Valdez González [1]

Este es tercer reporte desde el inicio de nuestro viaje. Evito llenar la memoria de la computadora con las tragedias cotidianas y los desperfectos que surgen. Estamos en una nave carguero, incapaz de soportar tantas vidas, los desperfectos y desesperación llenarían las bitácoras virtuales en poco tiempo.

No fue diseñada para esto. No hay personal para modificarla y aunque tuviéramos todo lo necesario, nos falta un muelle donde realizar el trabajo. Sabiendo eso, seguimos soportando gracias a las cámaras criogénicas y a los soportes de vida que sustenta la mermada población que sobrevivió.

Ayer… Ayer dejamos el tercer punto de interés. Según la antigua base de datos, oculta entre los archivos de inventario, ahí estaba el Edén, la colonia humana dedicada a la belleza y a la eterna juventud.

Los libros de historia relatan que era el hogar de diseñadores de moda, artistas, modelos Leer más

Entre redes sociales y tararear el amor romántico

Por Ruth Alcántara

Intento 136, es así como Ma reanuda su investigación, y es que ha dado con el grupo muestra que le servirá para indagar acerca de un elemento social que está aniquilando a mujeres estereotipadas por su manera de amar. Ya años atrás algunas autoras han desenmarañado la trama romántica del amor, que por sus características nocivas invade la mente de quien lo hace propio. En tal estudio, Ma deja claro cómo el amor romántico invade poco a poco las mentes de lxs enamorados. En lo sucesivo, Ma describe sus fases.

Fase uno, un ofrecimiento incipiente de silueta perfecta, ya sea como un ramo de flores, corazones o cromáticos globos de colores que flotan por el aire sostenidos por el frágil hilo del “amor”.

Fase dos, de reacomodo. Donde el amor romántico escala a otras aspiraciones ideales, como tener el marido más guapo, una casa de ensueño o la tradicional familia feliz. Ma descubre, simultáneamente, cómo bajo efectos amorosos y alucinógenos muta a otras variantes peligrosas donde los roles tradicionales transformanLeer más

A la mitad

Por Diana Meza

“Yagé […] Etimológicamente, en lengua quechua —aya (muerto, espíritu) y waska (soga, cuerda)— significa “soga o liana de los muertos” porque, para los nativos amazónicos, la ayahuasca permite que el espíritu salga del cuerpo sin que este muera”.

 

Salí del ensueño una mañana soleada. El ventilador de la esquina no era suficiente para erradicar el calor que había convertido el cuarto de hotel en un desierto, donde mi cuerpa y frente perlada se deshidrataban gota a gota, dejando marcas mojadas en la almohada y en la mano con que limpiaba mi frente. Faltaba una hora para salir rumbo a Puyo de la estación de autobuses de la ciudad de Guayaquil. Impulsada por la prisa sacudí la pereza junto con las sábanas, caminé al baño, lavé mi rostro y me vestí para dirigirme a la recepción del hostal y solicitar información sobre cómo llegar a mi destino.

No dejaba de estar inquieta, pues mi visita al amazónico lugar tenía un objetivo específico: encontrarme con la Ayahuasca, el elixir preparado con plantas de raíces inmemoriales. Aunque antes me había informado y preparado de acuerdo con las limitaciones derivadas de mi condición de mujer occidental, nada evitaba que yo sintiera miedo, pero ¿a qué?, ¿a la naturaleza?, ¿a la selva?, ¿a la introspección? ¿Cómo explicar este temor a explorar mi propia conciencia fuera del plano común? Mientras devanaba mis sesos con estas disertaciones, ya había llegado el taxi que me transportaría a la central; cargaba a mis espaldas, como una joroba llena de ilusiones, una enorme mochila con todo lo necesario para adentrarme en las entrañas selváticas: pasaporte, libreta, pluma, repelente.

El traslado fue rápido, en cuestión de minutos ya estaba en la sala de espera rodeada de gente extraña. Ví rostros morenos y cabelleras negras como la mía, oí voces cantadas con acento tropical, torsos sudorosos, Leer más