Ausencia

Por Sandra Carolina Jiménez Pedroza[1]

Luego de años de trabajo, soledad y estrés, Joaquín por fin estaba de vuelta en México con su familia, quienes desde su regreso lo acompañaban a cada minuto. Hecho que agradeció durante el primer mes, sin embargo, ahora la falta de silencio le parecía inquietante, por no decir molesta.

— ¿A dónde vas mijo? —inquirió su madre, Inocencia, mientras doblaba la ropa.

 —A dar una vuelta, quiero ver cómo se ve todo.

—Ay no, ¿para qué? —preguntó ella. —Todo se ve igual de espantoso, mejor ve y báñate que en un rato ya vienen los demás.

Evitando una mueca de irritación, Joaquín insistió:

—Pues sí, pero tengo curiosidad y me la paso todo el tiempo encerrado.

—Encerrado no, relajado —afirmó su madre. —Aparte, todos vienen a verte porque quieren estar contigo, papito. Hace mucho que no te ven, pero si tanto te molesta puedo hablarles para que ya no vengan y te quedes solo allá fuera, ¿eso quieres?

—No.

—Bueno, entonces, termina de doblar la ropa en lo que voy a la tienda por el refresco. —concluyó la mujerLeer más

Génesis de un microuniverso | Minificciones

Gabriel Ramos (Ciudad de México – México, 1952). Psicólogo Educativo egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México, graduado en la Especialidad en Alta Dirección por el Instituto Nacional de Administración Pública. Escritor y promotor cultural en diversos medios. Su interés está centrado en la microliteratura. Sus textos han aparecido en más de diecisiete Antologías Internacionales publicadas en Chile, Nicaragua, Perú, Colombia, Argentina y México. Es autor de Vivir es arriesgarse (Libro-objeto publicado por La tinta del silencio, 2017) traducido a los idiomas serbio y árabe; Sueños incumplidos (Libro digital de descarga gratuita de Libros del Fresno, (2020) (en formato físico en Amazon, 2022); La fuerza de la costumbre (Ediciones Ser, 2021, en formato digital en Amazon, 2022); Geografía del amor (Editorial Ex Libris, 2022); Autoconocerse en la escritura (Sello Editorial Minificción, 2022),  Escritura diaria (Sello Editorial Minificción, 2022) y a contracorriente, libro de microficciones en coautoría con Juan Manuel Dorrego (Cazadores de historias. Editores, 2022).

 

 

 

Hasta el infinito

Los Faquires, tendidos cada uno en una cama de clavos colocada sobre el pecho del otro, lograron una torre de siete artistas. Cumpliendo con la máxima circense del “más difícil todavía”, adicionaron más y más capas. Cuentan que aún hay faquires escalando esa montaña de clavos y corazones.

 

 

 

Atando cabos

Aquel sujeto perseguía fantasmas. Un día tiró de la ropa de uno de ellos y en el mismo instante, sintió que lo jalaban fuertemente de su camisa hasta derribarlo.

 

 

 

Día especial

Él siempre fue muy especial con sus cosas, sobre todo con su ropa. Nunca permitió que nadie, siquiera, le Leer más

Bichos

Por Alejandro Chang Hernández[1]

La piedra es pequeña y redondeada, de color blanco, blanco como la leche. Su superficie es muy lisa, sin una grieta, sin una mancha; una piedra graciosa y refinada que no tiene un átomo de vulgaridad.

Claro que una piedra así también puede cometer un crimen, si golpea con la fuerza conveniente en el lugar debido. De donde se deduce que hay aquí una posible autora del asesinato de aquel bicho.

Y no es que interese mucho quién mató al bicho ni cómo lo hizo, pues está mejor así; a fin de cuentas no era más que un ser feo e inútil, cuya muerte solo despierta la curiosidad. ¿De dónde salió aquel bicho? Es una pregunta difícil de responder, teniendo en cuenta que nadie sabe qué cosa era. Solo hay una realidad: estaba y ya no está. O está aún, pero ya dejó de ser.

¿Y la piedra? Una piedra no camina sola, como un bicho, careciendo de patas. Si suponeLeer más

Paseo matutino

Por Idalia López Carrillo[1]

Lo más espantoso que me ha pasado en la vida y eso que me ha pasado cada chingadera. El caso es que estaba dando mis vueltas en el parque con el Akiles, mi compañero de caminatas desde hace seis años. Es un perro de lo más corriente, pero se cree fino el pendejo, seguido me deja las croquetas baratas, pero cuando le compro de las caras hasta dura un rato lamiendo el plato como paleta tutsi.

Hace seis años que me salieron unos moretes en la corva de la pierna derecha, parecía que me habían dado una buena arrastrada, pero no, yo nada más sentía unos piquetitos ahí en la corva, hasta que un día de mucho calor me puse unos shores y Doña Marú se me acercó muy espichadita a preguntarme si estaba bien, me extrañó la pregunta y luego me señalo la mancha y fue cuando me vi, estuve dándole vueltas a todo lo que había hecho unos días antes y nada, esos moretes sí que me asustaron, la neta creía que me iba morir de cáncer. Resulta que tengo mala circulación, vete tú a saber por qué. El doctor especialista me mandó a caminar todosLeer más

Perrito

Por Christian Arely Sandoval Hernández[1]

Una casa sencilla pero llena de luz, era lo que Ángela estaba presumiendo últimamente en Instagram. A toda hora, fotos de los hijos que tenían en común aparecían en el inicio de su cuenta falsa. El Jardín de la exesposa de Anuar era amplio para estacionar un auto, pero no había tal, solamente pasto fresco bien cortado y un perro “Un perro jodido”. Anuar no podía aceptar que la estrategia de presentar su rutina de bañar y revisar escrupulosamente a los niños en busca de chinches o piojos como una forma de abuso infantil, le sirviera a ella para quedarse la custodia total. Para ella y los niños era “El malo” porque no permitía que fueran al zoo, la alberca o pijamadas y no tener perro era la queja de los niños cada mes. Ahora que su madre les dio uno, la casa de su padre, sin jardín ni videojuegos, parecería una prisión donde nadie querría pasar el fin de semana.

 “Ninguno sabe lo malo que puede ser para su salud, dormir a ventana cerrada con otros niños emitiendo gases, unos con piojos, otros incubando varicela, ni de las enfermedades que un animal sucio puede causar y ella aparece radiante ahora que puede restregarme en la cara fotos de nuestros hijos abrazados a esa bestia, pero ahora que lo de Tania se haga formal se va a arrepentir” pensó contemplando otra foto de su ex, antes que le llegara un mensaje de Whatssap.

Era un emoji de carita de ojos llorones de parte de Tania.

 

                                ¿Qué pasa? 8:59 p. m.

Necesito un favooor!! 8:59 p. m.Leer más

Regadera

Por Zaira Moreno[1]

La única manera de parar el tiempo es con la muerte. Observo las caras de hastío y cansancio de los pasajeros, los hombros caídos y manos manchadas de pintura blanca. El tráfico eterno y coches que zigzaguean entre carriles. Pienso en detener el tiempo para llegar puntual a mi trabajo. Recuerdo las historias de mi abuela materna cuando me decía que, si uno muere, para el tiempo. A pesar de aún tener una presencia corpórea, lo demás desaparece. Poner pausa como en el control remoto. Tachar una tarea recién hecha, dar vuelta al siguiente mes en el calendario o la graduación de la escuela primaria. Los árboles siguen, el tren que se inunda con cada tormenta, sigue. La señora del puesto de tacos de canasta, sigue; mientras que tú ya no estás más. Detienes el tiempo que transcurría en tu interior. 

 

Veinte minutos después de mi hora oficial de entrada, avanzo hacia la computadora con la pantalla parpadeante. SacudoLeer más

La Máquina de Turing

Por Victoria Cáceres[1]

Era una tarde tranquila, como todas. Josefina leía sentada en su sillón floreado, en su sala de estar con muebles estilo inglés, en su casa con jardín, en los suburbios. 

Cada tanto levantaba la vista y miraba a través del ventanal que daba al patio posterior. Por encima de los canteros de flores se levantaba una construcción a medio terminar. A Josefina se le ocurrió que empezaba a parecerse a un mausoleo. 

Antes de retomar su lectura, sonó el teléfono. Estiró la mano para alcanzarlo, sobre la mesita ratona cubierta de adornos simétricamente dispuestos. Era su vecina Jimena. Había tenido un día agitado y acordaron tomar el té juntas.

Josefina bostezó, recorrió la sala inspeccionando que todo estuviera en orden, y fue a la cocina a preparar café y tostadas. Justo cuando recuperaba su puesto en el sofá llegó Jimena. 

Morena y vivaz, parloteaba tras Josefina mientras llevaba la bandeja a la sala. Se instalaroLeer más

El espejismo del tiempo

Por María del Rosario Lara[1]

El tiempo debería medirse a partir de las emociones y no cronológicamente. Los números no dicen nada, pues permanecen indiferentes ante el suceso de la vida.

Me corrijo y ahora digo: el tiempo no existe. Es la vida misma la que crea la ilusión de su existencia. Los cambios recurrentes de la naturaleza nos regalan la falsa certidumbre de que el tiempo a todos nos acuna en su homogéneo transcurrir. Y, ¿las emociones?

Nuestras emociones son olas que revolotean sobre el mar extenso de la vida. A veces, se elevan furiosas; parece como si rivalizaran con las montañas en su afán por aproximarse al cielo.

En otras ocasiones, la duda las transforma en sencillas ondulaciones sobre la superficie lisa del océano, y permanecen ahí, quietecitas, hasta encontrar las respuestas que les insuflen la necesaria energía ya sea Leer más

Provocación

Por Gaba Romualdo[1]

Después de dos largas semanas era hoy o nunca. El valor que Alina necesitaba para correr a buscar a Claudia lo encontró en un bar mientras miraba sus fotos guardadas en la galería del celular. No puede evitar fotografiarla desde que comenzaron a salir, parece fanática suya, capturando fotografías de todo lo que hace. Lleva meses coleccionando sus gestos, de cuando come, cuando ríe, si está durmiendo o frente a ella momentos antes de darle un beso. Le parece la criatura más hermosa. Lo último que miró antes de pagar la cuenta fue un video en boomerang de Claudia el día de su cumpleaños. Estaba sentada en una pequeña mesa de cafetería abriendo sus regalos, rodeada de flores, con un osito de peluche en la mano, sonriendo, tan bella y absoluta. Imaginó un mundo vacío de ella, no lo pudo soportar. Moría por besar sus labios una vez más. La quiere demasiado, y eso a Claudia le da una risita y una ternura.

Cuando abrió la puerta la encontró en penumbras, observaba la ciudad desde su habitación espaciosa con balcón y vista panorámica, rodeada por pocos muebles y adornos que siempre lucen impecables, como ella. No se le mueve ni un pelo, parece que a Claudia ni el viento la toca, huele tan bien, se ve perfecta, como un maniquí de aparador cuidadosamente vestido. Las pequeñas lucecitas de las casas, de los autos moviéndose por la avenida, y los anuncios luminosos de los comercios parecían tenerla hipnotizada, ni se sobresaltó cuando la puerta se abrió sorpresivamente, parece que ya estaba esperando a Alina. Tardó en darse la vuelta para encontrarse cara a cara, para su gusto tardó demasiado en venir a buscarla. Si hay algo que a Claudia le gusta es que le demuestren interés, sin embargo, que Alina se haya tardado solo le da un cartucho más para quemar en su contra, y reclamarle al borde del llanto lo poco que le importó esta vez arreglar sus problemas. Quedaba perfecto para que Alina tuviera que responder un poco irritada reclamando la falta de compromiso de Claudia con su relación. Fuera de ellas dos, nadie sabe que son pareja, ni siquiera lo sospechan.

  —Te ofendes tan fácil, Alina. Lo único que pido es que disfrutemos el presente. A punto de perder la Leer más

Sin piedad ni autoridad

Por Eduardo Carrillo Vázquez[1]

 

*El término cuevas urbanas lo acuñó (al menos para un contexto local) el fotoperiodista tijuanense Luis Gutiérrez,  de probada reputación detrás de la lente.

 

Para Punto Norte:

 

Sin piedad ni autoridad

No usa perfume, reloj ni llaves. Inapetente y en contra de los rayos del sol sobrevive en cuevas urbanas, venciendo a sus recuerdos, a los seres queridos, a la policía y al olvido.

Las cuevas urbanas son grietas que presenta la realidad entre los puentes vehiculares cercanos a la vía rápida y la garita de San Ysidro, túneles y alcantarillas junto a la canalización del Río Tijuana y casas adjudicadas o abandonadas y los tantos minicasinos y picaderos financiados por pistoleros que bien que te piden que mates por unas cuantas dosis, pero no les gusta que asaltes para poder comprarles (regalaban M-30 al conectar los cricolitos en el canal y en las recicladoras que les quitaron a los chinos).

            —Me faltan veinte pa un cincuenta, Verrugas, ¿te tiendes o qué pedo? —dice el atorrante sin meterse al hueco en donde el otro lleva dos días fumando globos.

            —¡Qué pues apa, si me salgo ni mis cosas me dejas sacar!

Entonces el indigente parado frente al tránsito que circula hacia Estados Unidos, para asegurar el intercambio, saca una navaja de barbero oxidada y el Verrugas sale gritando sin agarrar sus pertenencias: un encendedor, un foco y el aroma a urea que le persigue a todas partes.

A principios del siglo XX surge la prohibición de psicotrópicos (término que la autoridad represora demorará décadas en definir) y la consecuente persecución de todo aquel que trafique sustancias distintas a las recomendadas por un estamento judicial y no médico. En una palabra, comienza a crearse, de Estados Unidos para el mundo, el personaje principal de esta historia: el adicto.

El doctor Terry en Chicago luego de la derogación de la Ley Volstead o Xavier Jarvis, un farmacéutico Leer más