Por Melissa Lazcano[1]
Llevo un par de meses preguntándome si existe una manera correcta de lidiar con el dolor de una pérdida, si hay alguna manera de vivir en la ausencia y soportar el vacío que deja su huella en la memoria. Personalmente no logro llegar a una conclusión satisfactoria pero hace un par de días releyendo unos poemas de Margarita Michelena me sentí acompañada y extrañamente reconfortada; poniendo más atención en sus palabras, éstas me remitieron a un espacio muy personal que era yo misma y mi miedo al vacío. Quizá los juicios y revelaciones personales no parezcan relevantes — en el sentido estricto— para un análisis sobre poesía, pero conectar con lo que leemos me parece una forma válida para comprenderlo.
La poesía de Margarita Michelena nos tiene expectantes al filo del abismo, es un constante coqueteo con la muerte de las cosas y el origen divino de las mismas, un desdoblamiento del yo en contacto con el mundo y el poder creador de las palabras.
A pesar de ser una gran poeta existen pocos trabajos críticos que profundicen en su obra poética Leer más