5. Palermo viejo
Bibí Albert (Buenos Aires, 1944)
Por Miguel García
Con una obra extensa y consolidada, Bibí Albert es una de las letristas del tango más importantes de la generación que apareció después del boom de Horacio Ferrer, Eladia Blázquez y Héctor Negro. Su labor como creadora la ha llevado a impartir talleres de escritura poética. No le es ajeno el hábito literario de la poesía de libro ni el de la poesía de canción.
Fue ganadora del premio OTI internacional en 1994 con su «Canción despareja», y de ahí siguieron innumerables premios en certámenes nacionales e internacionales. Asimismo, ha publicado varios volúmenes de poesía y narrativa; sus textos han sido difundidos en diversos medios impresos y virtuales. Ha sido editora, conductora de radio, ha dirigido cafés literarios. En fin, es una incansable difusora de la poesía, la lectura, la canción y el tango.
En 1998, SADAIC (la Sociedad Argentina de Autores y Compositores) lanzó la convocatoria de un certamen de tangos. Bibí Albert y su marido, Pocho Lapouble —reconocido músico de jazz— nunca habían escrito ese género de canción; se aventuraron con una melodía fresca, interesante, y una letra honesta, llena de nostalgia. Su «Palermo viejo» fue acreedor del primer lugar. Esto marcó el inicio de una extensa obra autoral tanguística.
* * *
Crecí aquí,
a media cuadra de las citas domingueras
de las morochas con los soldados,
en esos tiempos de jugar en la vereda,
de calesita, cine y helado.
Después me fui,
viví mudando de balcón mi primavera
y echó raíces mi desarraigo.
Y Zannetín también se fue y la panadera
que me vendía caramelos de fiado.
Pero a ese paso cascabelero
de los mateos va mi costado
hacia el Zoológico, hacia el Botánico,
con paso esdrújulo pasea mi barrio.
Yo soy de Palermo Viejo,
como Cortázar, como Carriego,
y cuando salgo de tardecita
por los pasajes me los encuentro.
Yo soy de Palermo Viejo,
pago de Borges, Ferrer y Negro,
y en el bullicio de la placita
vuelve a hamacarme la voz del tiempo.
Por fin volví,
traje a mis hijos a vivir de otra manera,
entre jazmines, frente al estaño
del almacén donde mi viejo —¡quién lo viera!—
se amanecía con el truco y sus milagros.
Yo soy de aquí.
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