Por Aleqs Garrigóz
Yo, limpiador de cloacas
y aguador,
movilizado y llamado
por la Revolución
partí al frente
desde los jardines señoriales
de la poesía,
esa mujer caprichosa.
Vladimir Miakovski
Sabemos que el futurismo, el primer movimiento literario de vanguardia, nace en Italia con la publicación del Manifiesto del futurismo en 1909 por F. T Marinetti; sin embargo, será en Rusia donde adquirirá un cultivo más relevante y trascendental en la historia de la literatura del siglo XX. Éste surge en Rusia hacia los años previos a la Primera Guerra Mundial, considerándose su fundación en dicho país con la publicación del manifiesto Bofetada al gusto del público (1912), que estaría firmado por componentes del grupo literario Hylaea de San Petersburgo: entre ellos Velimir Jlébnikov, Aleksei Kruchéinj, David Burliuk y nuestro Vladimir Maiakowski. (Si bien aparecerían alternamente otros grupos de estética similar, como los ego-futuristas representados por poetas como Igor Severyanin y Boris Pasternak en ciudades como Moscú, Kiev y Odesa, entre otras.)
Al igual que los italianos, los futuristas rusos introducen a su poética la fascinación por el dinamismo, la energía, la potencia, la velocidad, el bullicio y la inquietud de la vida urbana moderna a través de símbolos tecnológicos como la máquina, el automóvil, el aeroplano, etc. Buscaron con todos los medios posibles provocar el escándalo anunciando que repudiaban el arte del pasado, la crítica del arte y las academias por estáticos. Según ellos, aun autores rusos canónicos como Pushkin, Tolstói y Dostoyévski debían ser «arrojados por la borda del barco de la Modernidad». No reconocían ningún tipo de líder literario. Se dice que incluso el propio Marinetti sería abucheado por ellos cuando viajó a Rusia en 1914 para hace propaganda de su credo estético.
A diferencia del movimiento futurista italiano, el futurismo ruso fue más literario que plástico; si bien algunos poetas futuristas como Maiakóvski y Burliuk también pintaron. El futurismo llegaría a arraigarse tanto en Rusia que incluso escritores ya entonces consagrados como Natalia Goncharova y Kazimir Malévich experimentarían con versos futuristas, contagiados Leer más