Cube Bonifant, una mujer moderna

Por Ximena Cobos Cruz

Para entender la importancia de Cube Bonifant (1904-1993) como la primera cronista mujer en la prensa mexicana es forzoso delinear su contexto histórico y el papel que las publicaciones periódicas jugaban en los revueltos inicios del siglo XX de un México recién postrevolucionario. Entonces, es necesario conocer cuál fue el medio en que Cube inició y consagró su carrera para entender su postura, sus demandas y sus críticas, que quizá no habrían sido posibles si hubiese escrito en otro medio, pues la prensa en aquellos años —como ahora— tenía una postura conservadora o venía de una línea antiporfirista y antirreeleccionista, era visionaria o crítica del cambio de siglo.  

La carrera de Cube Bonifant inició la mañana del 17 de marzo de 1921 en el suplemento cultural El Universal Ilustrado, y duraría poco más de tres décadas[1]. Si bien yo me abocaré a la primera década de Cube como cronista (1921-1931[2]), me parece necesario delinear un poco del contexto histórico a partir de la fundación de El Universal, en 1916, cuatro meses antes de que se firmara la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.

Terminada la lucha revolucionaria armada, el proceso continuó de múltiples formas que no se abordarán aquí, no obstante, es posible sintetizar la complejidad de todo lo sucedido —por mera funcionalidad— como el momento en que las instituciones mexicanas se encontraban en formación. Así, el 5 de febrero de 1917 se firma la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, y al día siguiente, el 6 de febrero, Venustiano Carranza expide la convocatoria a elecciones para los cargos de presidente de la República, Leer más

Y al morir, deshacerse en fragancias divinas

Por Melissa Lazcano[1]

Llevo un par de meses preguntándome si existe una manera correcta de lidiar con el dolor de una pérdida, si hay alguna manera de vivir en la ausencia y soportar el vacío que deja su huella en la memoria. Personalmente no logro llegar a una conclusión satisfactoria pero hace un par de días releyendo unos poemas de Margarita Michelena me sentí acompañada y extrañamente reconfortada; poniendo más atención en sus palabras, éstas me remitieron a un espacio muy personal que era yo misma y mi miedo al vacío. Quizá los juicios y revelaciones personales no parezcan relevantes — en el sentido estricto— para un análisis sobre poesía, pero conectar con lo que leemos me parece una forma válida para comprenderlo.

La poesía de Margarita Michelena nos tiene expectantes al filo del abismo, es un constante coqueteo con la muerte de las cosas y el origen divino de las mismas, un desdoblamiento del yo en contacto con el mundo y el poder creador de las palabras.

A pesar de ser una gran poeta existen pocos trabajos críticos que profundicen en su obra poética Leer más

Hablemos de la enfermedad desde el cuerpo sexuado:

Susy Delgado y “La sangre Florecida”

Por Ximena Cobos Cruz

 Una parte importante del trabajo de las colectivas, charlas, círculos de estudio y clubs de lectura que se dedican a la visibilización de la literatura escrita por mujeres ha buscado resaltar la enfermedad como uno de los intersticios poco explorados en torno a esa larga lista de temas que intenta responder una pregunta cuyo fin quizá se halle equivocado: ¿Sobre qué escriben las mujeres? Dicha pregunta me cuestiono si quizá está mal intencionada, pues parece ser uno de los cuestionamientos que busca cierta respuesta en la cual encerrar la categoría mujer como absoluto; más aún, un camino hacia el reduccionismo que trata de responder la otra gran pregunta ¿existe la literatura femenina? ¿Son, entonces, las preguntas que nos hemos hecho hasta ahora respecto a la escritura de las mujeres las correctas? No puedo decir que sí, pero tampoco negar su pertinencia. Me resta cuestionar el camino que esas preguntas han seguido en torno a sus respuestas y cuestionar también la manera en que han sido formuladas.

Andrea Franulic, en ¿Qué es la política de la identidad?, señala que la máxima pregunta que no ha podido responder el feminismo es ¿qué es ser mujer? No obstante, Franulic proponeLeer más

Desde Irlanda al Salón de Belleza

Imagen: Facebook Mario Bellatín

Por Humberto Orígenes

Lo estético es un tema clásico de la literatura irlandesa. Desde John Keats hasta Seamus Heaney, sus letras no dejaron de lado las observaciones sobre lo bello. Oscar Wilde, en “El retrato de Dorian Gray”, reflexiona lo bello como algo a lo que debemos aferrarnos; no busca en su obra felicidad sino placer: “Revelar el arte y ocultar al artista es la meta del arte”. Dorian mata a su autor a través de la obra y por ende también se mata a sí mismo, culminando el ciclo de la novela. “El arte esconde al artista mucho más de lo que lo revela”, asegura Wilde.

El autor demuestra, a través de la muerte del artista que retrata a Dorian y la muerte del propio Dorian, que “todo arte es completamente inútil”. Wilde decide apartarse de sus creaciones como un padre irresponsable: “El arte no tiene influencia sobre la acción”. Pero esta idea del arte por el arte se remonta a Keats, el poeta de quien dice Alfonso Reyes en su “Visión de Anáhuac”: “No renunciaremos —oh Keats— a ningún objeto de belleza, engendrador de eternos goces”.

Keats, como Wilde, otorga cierta letalidad a lo bello. Refiriéndose a la melancolía, John Keats Leer más

Los gatos de Amparo Dávila

Por Darío Escalante

Amparo Dávila (1928–2020) fue una escritora que nació y vivió los primeros siete años de su infancia en Pinos, un pueblito minero del estado de Zacatecas. Tiempo después, su familia se trasladó a San Luis Potosí, donde la joven escritora completó su educación básica y se inició en el mundo de la literatura escribiendo salmos. Fue ahí también donde con sus escasos veintipocos años hizo sus primeras publicaciones (Bajo la luna, 1950; Meditaciones a la orilla del sueño y Perfil de soledades, 1954), y tras las cuales tomaría la sabia decisión de trasladarse a la Ciudad de México para continuar su camino por el mundo de las letras.

La primera vez que “conocí” a Amparo Dávila caminaba sin rumbo por los pasillos de la biblioteca buscando cualquier libro que me llamara la atención. Me detuve a la mitad de un estante y bajé Árboles petrificados (1977). Entonces la tuve, por primera vez, frente a mí. Al hojear el libro me encontré en la cuarta de forros con la fotografía de una mujer joven vestida completamente de negro… y un gato. La sonrisa de ella era misteriosa, pero el gato me hizo mucha gracia. El misterio creció cuando revisando el índice descubrí un contenido no menos enigmático. Sólo dios o el diablo saben qué mecanismos operan en nuestro inconsciente para decidir qué cosas nos llaman la atención y cuáles no; pero aquella tarde, sin poderme resistir a los gatos y a la misteriosa sonrisa que parecía decirme: a que no me lees, salí de la biblioteca con los Cuentos reunidos (2009) de Amparo Dávila bajo el brazo… y un rotundo: a que sí.

Me fui pensando durante el camino ¿por qué un gato?Leer más

La ironía en dos microrrelatos de Pablo Torres

Por Juan Martínez Reyes[1]

Pablo Torres es un escritor que ha seguido la línea de la ciencia ficción en la mayor parte de sus textos narrativos. Así, en la edición N° 23 de la revista Marea figuran dos de sus microrrelatos, en uno de ellos aborda el tema de la ciencia ficción y, en el otro texto, un problema social (el terrorismo). No obstante, en ambas historias maneja el recurso de la ironía, desde aristas diferentes.

En el microrrelato “Demasiado lejos”, Torres nos relata, en una sola oración, una historia ligada a la ciencia ficción, un tema muy usual en este escritor: “A través de la máquina del tiempo viajó al futuro, pero al llegar, ya nada existía”. En esta brevísima historia, contada por un narrador omnisciente, se percibe un final irónico, pues la persona que viajó posiblemente deseaba hallar un mundo futurista, con una tecnología muy avanzada, pero sorpresivamente, llega tarde y no encuentra nada.

De igual modo, a través de su relato nos deja con una incógnita que siempre se han planteado los científicos, la posibilidad de viajar en el tiempo. Esto nos lleva a reflexionar si en algunos años tendremos la tecnología suficiente para hacer viajes estelares, o como en este caso, lograr viajarLeer más

La metáfora del corazón

Imagen: Pintura de Andrea Kowch

Por Alejandro Mársico[1]

Si como dice Aristóteles, la metáfora consiste en “trasladar a una cosa un nombre que designa otra”, entonces ¿qué hace que yo quiera hablar de mi corazón para referirme al amor o usarlo cómo símbolo de valentía, humildad, ternura? Cualquiera de nosotros puede rápidamente dar una razón: es el órgano que reacciona más notoriamente cuando nos enfrentamos a situaciones donde expresar esas características.

Entre el significado literal y el figurado, dice Ricoeur (2001), hay una tensión: es la misma metáfora la que condice a percibir lo semejante dentro de lo desemejante. Elegimos los rasgos sémicos del significado literal que más nos convienen o, más bien, los que ya están conformados por siglos de sedimentación, ya culturalmente solidificados, y oculta otros. “Advertir la semejanza en las cosas que se diferencian ampliamente es propio de una mente aguda”, dice Aristóteles, y por ello es que latimos por alguien (ámbito metafórico) pero no le llevamos sangre oxigenada (ámbito Leer más

De creaturas abisales y abismos creadores: dos relatos de Marina Perezagua

Por Joaquín Alejandro Salcedo[1]

«Ese me pareció el motivo del miedo que había trastornado
nuestra apacible monotonía».
MARINA PEREZAGUA, Criaturas abisales
«Yo soy yo y mi circunstancia,
y si no la salvo a ella no me salvo yo».
JOSÉ ORTEGA Y GASSET, Meditaciones del Quijote

Dada la función temática que cierto título ejecuta virtualmente en correspondencia con cierto texto,[2] bajo el entendido del concepto de tema como unidad de sentido en tanto que eje cristalizador que opera en razón de los componentes remanentes de la significación de la obra artística,[3] y dada la relevancia de que se reviste el título a propósito de la exégesis textual,[4] la focalización en las Criaturas abisales (2015) que signan el cuentario iniciático de la ganadora del Premio Sor Juana Inés de la Cruz 2016 significa un principio pregnante en virtud del cual ejecutar una (re)lectura crítica de las narraciones compaginadas con el tema intitulado.

«El rendido» y «El testamento» son dos relatos concertados por la armonía de las melodías que los componen, respecto a los aspectos de la caracterización de los personajes y del tratamiento del espacio, en tal conjunto de dicotomías, como amor/odio, poseer/desposeer, explicable/inexplicable, sano/insano, dispone los elementos que, a su vez, estructuran, respectivamente, cada una de las delirantes narraciones y que, por razón de un discurrir inspirado en la dialéctica hegeliana, establecen los términos propicios para la síntesis exegética. La lectura de ambos textos sugiere que la cuestión, la idea fija de la locura es la expresión simbolizada en este par de historias de las antedichas criaturas abisales. Así, en atención a la primera dimensión a analizar, que trae a cuento la caracterización de los personajes, «El rendido» es la narración de «una soledad tan acusada como la que a mí me atormentaba»,[5] un par de ausencias cuyas etiologías divergen notablemente: mientras que Bernhard está, y fenece, solo por una acentuada antipatía, Rita está, y permanece, sola por una esbozada psicopatía. En «El rendido», Marina Perezagua Leer más

Apuntes sobre la minificción en Áncash, Perú

Por Juan Martínez Reyes[1]

 La minificción, también llamado microrrelato, es una forma narrativa que se caracteriza por su brevedad, su narratividad y su ficcionalidad. Esto es corroborado por Rojo (2016), quien señala de manera muy específica que la minificción “es una forma literaria muy breve, narrativa y ficcional”. (p. 376).

Sin embargo, un aspecto que aún no se define es la extensión que debería tener un microrrelato, algunos, como Rojo, afirman que no debe poseer más de 1500 caracteres, que equivaldría aproximadamente a unas 300 palabras.

Perú no ha sido ajeno a este fenómeno literario, pues según las fuentes encontradas y a través del estudio bibliográfico del investigador y escritor Rony Vásquez (2012), entre los antecedentes de la minificción están los siguientes libros: Fábulas Quechuas (Caracas – 1906) de Adolfo Vienrich, El tonel de Diógenes (México – 1945) de Manuel González Prada, donde se encuentra el texto “Memoranda”, Contra el secreto profesional (Lima – 1973) de César Vallejo, donde se encuentran algunos microrrelatos, como éste que no tiene título: “Conozco a un hombre que dormía con sus brazos. Un día se los amputaronLeer más

¿Una vez más sobre la autoría del Lazarillo de Tormes?

 

Por Francisco Tinajero

[qué buen] año para Lazarillo de Tormes
y para todos cuantos de aquel género se han escrito o escribieren[1].
Don Quijote de la Mancha. Cap. XXII. Cervantes
  1. Introducción: en busca del autor

A lo largo de la historia de la literatura y de los abordajes teóricos de la misma, en especial en la segunda mitad del siglo XX, tanto la cuestión autoral como su revisión crítica han jugado un papel preponderante al momento de estudiar las obras. Ya sea en la tradición occidental —en especial francesa— con los postulados de Michel Foucault en ¿Qué es un autor? (1969) y de Roland Barthes en La muerte del autor (1968), o más recientemente en el contexto mexicano —aunque no de manera exclusiva— con el estudio de Cristina Rivera Garza en Los muertos indóciles (2013), la figura del autor, de ese genio creador se ha visto cuestionada con fuerza e incluso desplazada en los análisis literarios.

Sobre este punto, cabría mencionar de forma sucinta que muchas de las interpretaciones y estudios de las obras artísticas estaban sujetas a acercamientos desde la vida —muchas veces individual— del autor[2]; esto no es perjudicial por sí mismo, pues también abre nuevos caminos de investigación —como en el psicoanálisis, por ejemplo—, sino que el error consiste en que se pensaba que el sentido del texto quedaba limitado al estudio de la figura autoral. Existen numerosos y de lo más variados análisis de esta índole: desde las aproximaciones de K. H. Fingerhut a los relatos de Kafka a partir de la función de las figuras de animales y su relación con la vida del autor checo[3], hasta las interpretaciones de Los 400 golpes como un relato puramente autobiográfico Leer más