Por Kenia Salas Pelaez[1]
El “estar expresadas” implica entregarle a la otra persona los datos de la realidad. Estos pueden abarcar informaciones cotidianas, prácticas, domésticas, o bien, los deseos, las intenciones, las emociones y sentimientos, las ideas y puntos de vista u opiniones de cada quien. Requieren de honestidad, especialmente con una misma. Luego, declarar a la otra persona en horizontalidad, en la capacidad de entender, pensar y decidir, sin ayudismo, buenismo, proteccionismo ni cristianismo. Dejar fuera estos ismos hipócritas. Los datos de la realidad se expresan en primera persona singular, porque son asumidos; una se hace cargo y responsable de lo que siente y piensa. También se necesita valentía, pues, al “estar expresadas”, nos exponemos y nos arriesgamos a no ser comprendidas ni queridas. El intercambio dialógico puede ser o no apacible; lo que no debe ser es hiriente. En estas condiciones, tanto el encuentro como la ruptura son consecuencias válidas.
Andrea Franulic
Cuando pienso en algunas representaciones sobre la amistad, llegan a mi mente películas como Means Girls o la serie Sex and the City (ambas de gran éxito), en donde la trama principal son las relaciones entre mujeres desde un paradigma patriarcal. Es común encontrar estas narrativas cuando las mujeres buscamos referentes simbólicos sobre nuestros vínculos y también es a través de éstas que materializamos nuestras propias relaciones con otras. En la civilización patriarcal, la amistad es una relación secundaria, poco explorada y llevada de forma superficial por la mayoría de las mujeres, de hecho, puedo afirmar que su principal función es la contención al romántico amoroso, una especie de enfermería personalizada y temporal para toda aquella que está en busca del “amor completo”, “el amor verdadero”, “la otra mitad”, que la mayoría de las veces, resulta ser el afecto de una mujer hacia un hombre; sin embargo, algunas mujeres lesbianas replican la idealización del romántico heterosexual.
En tiempos de soltería, la mayoría de las mujeres busca a las amigas para llevar a cabo actividades vacías en colectivo, ir algún bar, al cine, a comer y charlar sobre la convivencia que se lleva con los hombres o sus aspiraciones amorosas. En Sex and the City, por ejemplo, las charlas entre ellas se centran básicamente en reafirmar el papel principal de los hombres en sus vidas, sus aventuras sexuales, sus rupturas afectivas y sus fantasías sexo-afectivas. Obviamente, esto no es casual, pues para un sistema que se sostiene del desprecio hacia las mujeres es importante truncar sus relaciones, sus vínculos y afectos entre ellas, como nos dice Andrea Franulic: “nosotras los amamos y admiramos a ellos. En tanto, nos despreciamos entre nosotras y a nosotras mismas”, desde pequeñas somos instruidas para llevar relaciones poco profundas entre nosotras, concentrando la mayor parte de nuestra energía enLeer más