Sopa emancipada

Una receta inspirada en el ensayo Una habitación propia de Virginia Woolf

Por Diana Peña Castañeda[1]

Más que un placer gustativo, la comida en literatura es magia. Como elemento narrativo, permite la acción de la trama porque es un estado de ánimo, un pensamiento, una decisión; apoya la descripción de un personaje, o bien caracteriza a una sociedad en un contexto determinado. Desde pavos, frutas, quesos, vinos, salsas, panes y un sinfín de platos, la obra literaria de Virginia Woolf está aderezada de una exquisita ironía para poner en evidencia los trasfondos del alma humana.

Para ella, “comer bien” es metáfora de cómo la identidad propia, más precisamente, la de la mujer, puede encajar o no en una sociedad de libertades, en el mejor de los casos, restringidas. Dijo la escritora inglesa: “Uno no puede pensar bien, amar bien o dormir bien sin haber primero cenado bien”.  En su clásico ensayo Una habitación propia, Woolf desarticula la idea de ‹‹somos lo que comemos››, entonces la funciónLeer más

Corazón errante

Por Diana Peña Castañeda[1]

Introducción

Comida y literatura hacen parte de la memoria humana. La primera, porque a través de los sabores, texturas y aromas se recrea el sentir individual y/o colectivo. La segunda, porque anima la reflexión sobre aquello que llamamos vida. Entonces, la comida en literatura pasa por ser algo más que lo que se sirve a la mesa o lo que se cocina en el fogón.

Cada alimento, el tiempo en que se come, con quién se comparte y la forma en que se cocina permite describir a los personajes o a la sociedad, es decir sus emociones, sus sentimientos; si se es rico o pobre, fraterno o desleal.  Propicia el encuentro o es la antesala de la muerte en la trama; muestra lo injusto, el deseo, lo amoroso o lo violento. Puede ser dicha o tragedia en el desenlace.

En cada obra literaria fácilmente se puede hallar desde una hogaza de pan solitaria en un plato, un trozo de tocino que cuelga del borde de la boca, un condimento que produce el miedo, una fruta que revive la nostalgia, cuando menos una copa de vino para el coraje o un vaso de agua para saborear lo que se desea observar. En cualquier caso, la comida en literatura es una experiencia para escudriñar las motivaciones del alma humana.

En consecuencia, el propósito de esta columna es develar lo que encierran esos platillos presentes en obras maestras de literatura universal. Cada receta hará que usted respire o se inquiete. Póngase cómodo y disponga el paladar para degustar bocados literarios. 

 

Pollo asado aderezado con páprika al estilo Drácula de Bram Stoker

 

La muerte tiene la fina sutileza de recordarnos que antes hay vida y, en consecuencia, hay que comer. Para los propósitos de Drácula esa es una premisa: “El propio conde se acercó a mí y quitó la tapa del plato, y de inmediato ataqué un excelente pollo asado. Esto, con algo de queso y ensalada, y una botella de Tokay añejo, del cual bebí dos vasos, fue mi cena.”  (del diario del abogado Jonathan Harker).Leer más

Por Diana Peña Castañeda[1]

Introducción

Comida y literatura hacen parte de la memoria humana. La primera, porque a través de los sabores, texturas y aromas se recrea el sentir individual y/o colectivo. La segunda, porque anima la reflexión sobre aquello que llamamos vida. Entonces, la comida en literatura pasa por ser algo más que lo que se sirve a la mesa o lo que se cocina en el fogón.

Cada alimento, el tiempo en que se come, con quién se comparte y la forma en que se cocina permite describir a los personajes o a la sociedad, es decir sus emociones, sus sentimientos; si se es rico o pobre, fraterno o desleal.  Propicia el encuentro o es la antesala de la muerte en la trama; muestra lo injusto, el deseo, lo amoroso o lo violento. Puede ser dicha o tragedia en el desenlace.

En cada obra literaria fácilmente se puede hallar desde una hogaza de pan solitaria en un plato, un trozo de tocino que cuelga del borde de la boca, un condimento que produce el miedo, una fruta que revive la nostalgia, cuando menos una copa de vino para el coraje o un vaso de agua para saborear lo que se desea observar. En cualquier caso, la comida en literatura es una experiencia para escudriñar las motivaciones del alma humana.

En consecuencia, el propósito de esta columna es develar lo que encierran esos platillos presentes en obras maestras de literatura universal. Cada receta hará que usted respire o se inquiete. Póngase cómodo y disponga el paladar para degustar bocados literarios. 

 

Pollo asado aderezado con páprika al estilo Drácula de Bram Stoker

 

La muerte tiene la fina sutileza de recordarnos que antes hay vida y, en consecuencia, hay que comer. Para los propósitos de Drácula esa es una premisa: “El propio conde se acercó a mí y quitó la tapa del plato, y de inmediato ataqué un excelente pollo asado. Esto, con algo de queso y ensalada, y una botella de Tokay añejo, del cual bebí dos vasos, fue mi cena.”  (del diario del abogado Jonathan Harker).Leer más