Partidos políticos y cambio sociopolítico

Una reflexión para el México actual

Por Fabiola Berenice Valadez Tapia[1]* y Francisco Octavio Valadez Tapia[2]** Pensar la situación acerca de los partidos políticos en el tiempo que nos ha tocado vivir es, otra vez, un tema de la mayor importancia en el siglo XXI. Este ensayo parte de la preocupación por el futuro de los partidos políticos y el Estado democrático, que el politólogo argentino Guillermo O’Donnell (2007) definió como “Un Estado que además de sancionar y respaldar los derechos de ciudadanía política implicados por un régimen democrático, por medio de su sistema legal e instituciones sanciona y respalda una amplia gama de derechos emergentes de la ciudadanía civil, social y cultural de todos sus habitantes” (p. 31).[3] En este sentido, quienes aquí escribimos pensamos que hay –por lo menos– tres cuestiones que requieren atención: 1) las demandas de las ciudadanas y los ciudadanos sobre la calidad democrática, esa “ordenación institucional estable que a través de instituciones y mecanismos que funcionan correctamente, realiza la libertad y la igualdad de los ciudadanos [y las ciudadanas]” (Morlino, 2007, p. 5)[4]; 2) las actuales transformaciones sociales y su articulación[5] con los cambios en los sistemas de partidos políticos; así como 3) la importancia que puedan adquirir ciertas experiencias participativas en los partidos políticos para la vida organizacional de estos, y es que los propios partidos políticos se hallan en una etapa crítica de su devenir histórico, ya que “en muchos países, la gente que da su apoyo a la democracia, que incluso considera a los partidos como parte necesaria de la misma, expresa también desconfianza en los partidos y un amplio espectro de actitudes críticas y a menudo contradictorias” (Linz, 2007, p. 280). Para atender las cuestiones antes mencionadas se requiere hacer uso de un enfoque integral desde una mirada histórica, sociológica y, sobre todo, politológica, recurriendo tanto a razonamientos inductivos como deductivos, a la par de tener presente tanto los ámbitos endógenos como exógenos de los partidos políticos, identificando los factores relevantes que intervienen en el cambio de los propios partidos, sobre todo en México. Vale agregar que esta postura va a contracorriente de “la perspectiva neopluralista que ve a los «grupos de acción» reemplazando a los partidos como agentes principales de la representación” (Daalder, 2007, p. 64). Continuando, es necesario realizar un diagnóstico preciso acerca de la trasformación contemporánea por la que atraviesan los partidos políticos, sin dejarse llevar por las vertientes interpretativas que con cierta suspicacia interpelan “si los partidos realmente importan” (Daalder, 2007, p. 64), sentenciando inmediatamente una crisis terminal de estas entidades de interés público, advirtiendo consecuentemente el peligro en que estaría la democracia: “el único mecanismo por el que el pueblo puede ejercer el poder y la única forma de libertad política factible en nuestro mundo” (Przeworski, 2010, p. 27). Por el contrario, hay que poner de manifiesto que la actual crisis de los partidos políticos para nada es una crisis terminal, aunque sin duda demanda profundas reformas, sobre todo en los partidos de larga data y en los procedimientos democráticos, pues, como señala Pablo Oñate (1997), los partidos políticos “propician el control público del poder político y la influencia de los ciudadanos en las decisiones públicas, dan lugar a la formación de las principales instituciones políticas del país, protagonizan el reclutamiento de las élites dirigentes, colaboran a la integración y legitimación del sistema político en su conjunto” (p. 251). Así, algunos de los problemas más relevantes que se presentan en la vinculación entre partidos políticos y sistemas políticos, sin ser el mexicano la excepción, son la demanda de la ciudadanía sobre la calidad de la democracia, el resurgimiento de los populismos, las crisis de las militancias, la participación electoral, así como el impacto de las nuevas tecnologías. Sobre este último tópico vale decir que el uso cada vez más frecuente de las nuevas tecnologías y las redes sociales en la vida política y sus efectos prácticos abre un nuevo marco político para los partidos políticos que tiene que considerarse, aunque sin dejar de lado que la televisión, la prensa escrita, la radio e inclusive los contactos personales –pese al contexto global de la pandemia por COVID-19 en el que nos encontramos– son medios que todavía influyen en las decisiones políticas de la ciudadanía mexicana y de otras ciudadanías del mundo. Por otra parte, ya es un lugar común aseverar que la crisis de los últimos tiempos está perturbando de especial forma a las personas jóvenes, vaticinando un futuro incierto y provocándoles mucha desconfianza hacia las instituciones políticas y hacia los políticos profesionales; y no debería desconcertar que las personas jóvenes estén poco dispuestas a involucrarse en la política convencional y, junto con otros actores sociales, hagan un “llamamiento a la utilización de nuevos instrumentos de democracia directa” (Daalder, 2007, p. 64). Por esto, uno de los retos de los partidos políticos es entender tales problemas y procurar incorporar a las personas jóvenes y sus reivindicaciones –v. gr. la lucha en contra de los feminicidios y la justicia social–, tanto por lo que significan en la actualidad como por el rol que tendrán en el porvenir. Asimismo, se debe prestar especial atención al proceso de la disminución electoral que ha sufrido la mayoría de los partidos políticos desde finales del pasado siglo. Pese a que seguramente cada partido político tendrá sus causas concretas, sí es posible asegurar que otras se generalizan en casi todos y se hallan tanto en factores endógenos –p. ej. la ausencia de un compromiso real por la rendición de cuentas, sobre todo en materia financiera y económica, o la rigidez en su organización y la falta de mecanismos de vinculación con diferentes sectores sociales– como exógenos –v. gr. los cambios en las estructuras sociales y culturales, las desigualdades y exclusiones sociales, una mínima o una deficiente atención para combatir la corrupción estructural[6] o el surgimiento de nuevos factores de interés en la agenda institucional–. Así, se requieren medidas en materia organizacional, de rendición de cuentas y de combate a la corrupción estructural por parte de los propios partidos políticos. Del mismo modo, los problemas acerca de la calidad democrática promueven constantes discusiones impulsados por una ciudadanía activa, que requiere novedosas formar de participación y de exigibilidad a quienes gobiernan; la época en la que vivimos, a la par de estar generando sociedades fragmentadas y desiguales, y propiciar el desencanto político y los populismos en algunas áreas, igualmente posibilita una consolidación y una socialización democrática, por la experiencia y formación de las ciudadanas y los ciudadanos, así como por los recursos con que hoy día contamos. Por ello, los acontecimientos sociopolíticos intervinientes en la vida de los partidos políticos para nada son fenómenos accidentales ni, mucho menos, son intrascendentes en el largo plazo, sino que marcan el comienzo de cambios profundos con novedosas características. Y aunque actualmente los partidos políticos continúan siendo mecanismos esenciales para la vida política, hay que atender el deterioro en su función de representación política, pues dicho deterioro también socava la legitimidad del conjunto del sistema político, más en el caso mexicano. En definitiva, el desarrollo de nuevos tipos de partidos políticos para nada será resultado de reflexiones academicistas desvinculadas de la realidad y el cambio sociopolíticos, sino que son exigencias basadas en las motivaciones y proyectivas de muchos ciudadanos y muchas ciudadanas, el mismo deseo de sobrevivencia de los partidos políticos y de la estabilidad de los Estados y sistemas políticos democráticos. Esto contribuye, asimismo, a mejorar la calidad de la democracia de las sociedades y aumentar la credibilidad de los sistemas políticos, auxiliando en el diseño de mira al porvenir lo que tiene que ser la identidad y los perfiles concretos de ciertos partidos políticos, especialmente para el caso mexicano. Referencias Daalder, Hans (2007). ¿Partidos negados, obviados o redundantes? Una crítica. En J. R. Montero, R. Gunther y J. J. Linz (Eds.), Partidos políticos. Viejos conceptos y nuevos retos. (Ser. Ciencias Sociales, Col. Estructuras y Procesos, pp. 49-70). Trotta. Hall, S. (1998). Significado, representación, ideología: Althusser y los debates postestructuralistas. En J. Curran, D. Morley y V. Walkerdine (Comps.), Estudios culturales y comunicación. Análisis, producción y consumo cultural de las políticas de identidad y el posmodernismo (Col. Paidós Comunicación, 90; pp. 27-61). Paidós. Linz, J. (2007). Conclusiones. Los partidos políticos en la política democrática: Problemas y paradojas. En J. R. Montero, R. Gunther y J. J. Linz (Eds.), Partidos políticos. Viejos conceptos y nuevos retos. (Ser. Ciencias Sociales, Col. Estructuras y Procesos, pp. 207-305). Trotta. O’Donnell, G. (2007). Hacia un Estado de y para la Democracia. En R. Mariani (Coord.), Democracia/Estado/Ciudadanía: Hacia un Estado de y para la Democracia en América Latina. (Ser. Contribuciones al Debate, Vol. II, pp. 25-62). Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Morlino, L. (2007). Explicar la calidad democrática: ¿qué tan relevantes son las tradiciones autoritarias?, Revista de Ciencia Política, Vol. 27, Núm. 2, pp. 3-22. Oñate, P. (1997). Los partidos políticos. En R. del Águila (Ed.). Manual de Ciencia Política. (pp. 251-270). Trotta. Przeworski, A. (2010). Qué esperar de la democracia. Límites y posibilidades del autogobierno. Siglo XXI. Sandoval Ballesteros, I. E. (26 de julio de 2016). Irma Eréndira Sandoval: «la corrupción es una forma de dominación política» / Entrevistada por Ignacio Garcés García. La Grieta. http://lagrietaonline.com/la-corrupcion-es-una-forma-de-dominacion/

  1. * Estudiante de la Licenciatura en Ciencia Política y Administración Urbana de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM).
  2. ** Licenciado en Ciencia Política y Administración Urbana por la UACM. Licenciado en Comunicación y Cultura por la UACM. Maestro en Ciencias Sociales, con Especialidad en Estudios Políticos, por la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ). Doctorando del Posgrado en Estudios de la Ciudad de la UACM. Estudiante de la Licenciatura en Filosofía e Historia de las Ideas de la UACM.
  3. Las cursivas son del texto consultado.
  4. Los corchetes son nuestros.
  5. Entendemos por articulación “una conexión o vínculo, que no se da necesariamente en todos los casos, como una ley o un hecho de vida, pero que requiere condiciones concretas de existencia para aparecer de alguna manera” (Hall, 1998:30).
  6. De acuerdo con Irma Eréndira Sandoval Ballesteros (2016), la corrupción estructural consiste en “una forma de dominación política que implica una impunidad estructural (especialmente en el caso del sector privado) y un desempoderamiento de la sociedad”.

Publicado en Política y etiquetado , .

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *