Mantas en contra de la inseguridad urbana en la Ciudad de México

Una muestra de intervención en lo social como dispositivo

 Por María de Jesús López Salazar y Maribel Nataly López Salazar

 Introducción

En este texto se abordan diversos aspectos de la complejidad de una muestra de intervención en lo social como dispositivo que se está dando en la Ciudad de México (CDMX), por lo menos desde la segunda década del siglo XXI: la colocación de mantas en contra de la inseguridad urbana, a través de las cuales quienes habitan la capital mexicana advierten a los ladrones que se abstengan de delinquir, si no quieren poner en riesgo su vida. «Los afectados, hartos, y con la percepción de que la inseguridad rebasó a la policía, se unen para amenazar a los delincuentes que entren a sus calles. Su método: pancartas. Las mantas son por lo regular rojas y amarillas. Se colocan en lo alto para que sean visibles y están detenidas desde ventanas o postes».[1]

De esta manera, la colocación de las mantas en contra de la inseguridad urbana en la CDMX como una forma de intervención en lo social como dispositivo requiere elementos de investigación a fondo que den cuenta de sus posibilidades para hacer frente al miedo y a la inseguridad urbana, pues cuando estos se instauran, arrebatan la seguridad plena de habitar la ciudad; en consecuencia, despojan de la libertad y del derecho a la ciudad, es decir, de la posibilidad de gozar de los espacios públicos, de tener acceso al suelo urbano, de ir y desarrollar condiciones de supervivencia en la vida cotidiana.

Así, la colocación de las mantas en contra de la inseguridad urbana en la CDMX como una forma de intervención en lo social se aborda partiendo del empleo de la noción de dispositivo propuesta por Michel Foucault como una manera de acercarse a dicha complejidad, y desde una mirada que consiente reflexionar la intervención en lo social no únicamente como el continuo de una práctica correctiva, sino también como una opción de resistencia. A la par, se abordan aspectos vinculados con la tensión entre miedo y libertad que atraviesa las prácticas de intervención en lo social que se sustentan en la modernidad, considerando que el miedo “en ciertos periodos se incrementa y en otros desciende. También cambia aquello a lo que tenemos miedo, y cómo respondemos”.[2]

Aspectos generales

La complejidad de la inseguridad urbana como problemática social actual de la CDMX da cuenta de la necesidad de ahondar en el conocimiento y el debate con respecto a las prácticas que intervienen en este campo sociopolítico.[3] En otras palabras, destaca la relevancia de pensar y examinar críticamente lo que se realiza en tanto intervención a fin de analizar y apreciar desde dónde y para qué se interviene en lo sociopolítico.

Hay distintas opciones de análisis sobre el tema de la intervención en lo social. Una vía potencial de acceso se puede elaborar partiendo de la indagación de los diversos recorridos en la fundamentación del pensamiento social en territorio europeo y panamericano. Desde este lugar, un conjunto de conceptos, categorías y propuestas teóricas producen lógicas y aseveraciones que trazan la existencia de ciertas problemáticas sociales como la de la inseguridad urbana acerca de la cual se debe intervenir o se interviene.

En dicho aspecto, posiblemente es importante subrayar que prepondera una extensa descripción, entendimiento y elucidación de la inseguridad urbana como problemática social por encima de las maneras de hacer, de intervenir. Estas últimas se muestran de forma estandarizada, usualmente por medio de estrategias generales dirigidas a una población concebida de forma homogénea, estrategias que hoy en día no consiguen contener la amplitud de la seguridad urbana en cuanto problemática social que demanda intervención social, es decir, «una artificialidad configurada en un lugar y tiempo determinado, para dar cuenta de las consecuencias activas de la cuestión social, en cuanto expresión del malestar de vastos colectivos humanos que experimentan los trastornos derivados de la instauración del capitalismo como matriz ordenadora».[4]

La práctica cotidiana todavía se percibe como una acción secundaria de la teoría que pretende proporcionar explicaciones generales a problemas, escenarios y situaciones singulares y en varias ocasiones distantes de la vida cotidiana de aquellas personas sobre las cuales se interviene. Esta ausencia conlleva un obstáculo para el diálogo entre lo sociopolítico, las nuevas maneras de padecimiento —como el aumento de inseguridad urbana—, el deseo —como la recuperación de la tranquilidad urbana—, la representación social en su expresión singular —como la certidumbre urbana— y el arribo a espacios de intervención social con certeza y entendimiento de fondo sobre ese otro acerca del cual se interviene, tanto desde el nivel individual como desde el nivel social.

Es por lo anterior que se vuelve importante construir espacios de deliberación, investigación y observación acerca de las prácticas desde una mirada extensa, seguida por el desenvolvimiento de una profunda interacción y debate con las diversas explicaciones teóricas. La intervención en lo social se ha renovado y conseguido un grado de complejidad, de tal manera que es plausible considerar que se está en el comienzo de elaborar una nueva forma de pensamiento de la expresada intervención.

De tal forma, es posible examinar la construcción de intervención en lo social, sus implicaciones, significados, así como el sentido y el valor de su implementación desde distintas situaciones sociológicas, históricas y psicológicas que mantienen o anulan ciertas formas de practicar la intervención mencionada, como es el caso de las mantas en contra de la inseguridad urbana en la CDMX. Cabe destacar que aquí el miedo urbano, la frustración y la necesidad por salvaguardar lo que es suyo han conducido hoy en día a varias familias, vecinos y comerciantes de la CDMX a implementar acciones en contra de la delincuencia, concibiendo en ello a la ciudad como un espacio en disputa dentro de un contexto diverso y desigual cruzado por procesos sociales desestabilizadores que han debilitado la ciudadanía y el espacio público, lesionando los derechos inscritos en el cambio de la relación Estado-sociedad.

Algunos debates posibles

Si la disposición e institución de la intervención social se encuentra vinculada únicamente a lo metodológico, acaba construyéndose con criterios de otras prácticas de intervención que tienen una clase diferente de desarrollo histórico. Por ende, «el concepto de intervención es objeto de una controversia significativa sobre su naturaleza y alcance conceptual, por lo cual el examen de las posiciones argumentales resulta ilustrativo de la forma en que es configurada teórica y metodológicamente en la actualidad».[5]

Así, determinadas prácticas de intervención se hallan ligadas a paradigmas surgidos de la corriente positivista. Esto se ejemplifica en la noción de diagnóstico, que traspasa hoy en día con gran intensidad a la intervención social, se presenta todavía permeada por el predominio de una mirada que considera la intervención social como acción práctica. «Para esta argumentación, la intervención constituye una forma de actuar de una categoría de profesiones del mundo social, orientada a la resolución de problemas sociales».[6] Por ello, no resulta gratuito que un autor representativo de esta mirada como es Ander‐Egg indique que «hay que estudiar la situación de la realidad sobre la que se va a actuar, con el fin de diagnosticar necesidades y problemas (especialmente aquellos que están relacionados de manera más directa con actividades propias de animación), a efectos de aplicar esos conocimientos en la programación y realización de las mismas».[7]

Para el caso que aquí ocupa el área de atención, la inseguridad urbana en la Ciudad de México, un ejemplo que parte de la mirada antes expuesta es la que en su momento manifestó el Instituto Mexicano para la Competitividad, que en la voz de Alejandro Hope y Christian Cuéllar advertían en 2014 que: «La seguridad urbana tiende a identificarse irremediablemente con la policía. Sin embargo, la policía es solo uno de los instrumentos para combatir el delito. La mayor parte de los delitos son de orden local, por lo que su prevención probablemente necesite de la ayuda de más actores».[8] Luego de esto, recuperaban una estrategia cuya aplicación se dio en Ciudad Juárez, misma que recomendaban fuese aplicable a la Ciudad de México, la cual implicaba que:

[…] en la llamada zona PRONAF de esa ciudad, se implementó un programa integral de atención, centrado en disminuir la incidencia de la extorsión (en la modalidad de cobro de piso). El operativo consistió en establecer filtros de seguridad en los accesos a la zona, además de colocar mantas y cartulinas que indicaban que los negocios establecidos no aceptaban ser extorsionados. Los comercios que colocaban estos mensajes estaban protegidos por la Policía Federal. La zona PRONAF se convirtió en la más segura de Juárez al abatirse el cobro de piso, el secuestro, las ejecuciones y el robo.[9]

Empero, si bien en principio la primera mirada aquí mencionada sobre la intervención social puede parecer atrayente, es importante advertir que la misma pierde a largo plazo su capacidad dinámica, más aún cuando se trasladan de modo acrítico prácticas de intervención que fueron pensadas para contextos diferentes, convirtiéndose esto en un tipo de fotografía que pierde eficacia casi en el instante en que es capturada.

Lo anterior produce un ámbito de contradicciones que crea complicaciones a nivel metodológico, volviendo difícil o limitada la posibilidad de actuar, puesto que se generan restricciones dentro de áreas contrapuestas. De esta forma, la influencia del pensamiento positivista igualmente conduce a la intervención social a prácticas normalizadoras y punitivas que se refutan con las cuestiones socio-históricas que cruzan el proceso de la intervención social, y particularmente a la demanda.

Así pues, reflexionar acerca de la intervención en lo social como dispositivo, presupone un debate que englobe distintas miradas de transparencia, de explicación, de líneas de poder y, sobre todo, de las maneras de construcción de subjetividad que se vinculan a la intervención, por lo que un modo de acercamiento hacia este tema es posible de ser elaborado partiendo de la perspectiva lingüística y la constitución de subjetividades.

Si el sujeto de la artificialidad configurada en un lugar y tiempo determinado es construido mediante el lenguaje, no se pertenecería precisamente con la categoría de individuo que propone la modernidad, y aún menos con la representación de poblaciones en estabilidad que se instauran de manera general de varias disposiciones metodológicas de la intervención. Es decir, un sujeto que es constituido mediante el lenguaje no es un sujeto de la estadística y, por lo tanto, no es un sujeto estandarizado, identificado desde una agregación interconectada de variables.[10]

El sujeto es singular y se transforma de manera constante, jamás es el mismo. En definitiva, el debate respecto a la categoría de sujeto de la intervención —o de la artificialidad configurada en un lugar y tiempo determinado— que una práctica emplea, su articulación con el marco teórico que le brinda forma y la conversación y encuentro con el contexto socio-histórico, devendrá en distintas maneras de intervenir, respaldadas en una multiplicidad de paradigmas.

Reflexionar la intervención desde lo panamericano[11]

En el continente americano el Otro es fundacional en la intervención social, este Otro refiere al agente protagonista de la vida en la que interviene la artificialidad configurada en un lugar y tiempo determinado y a la que dicha artificialidad debe su existencia,[12] siendo visualizado este Otro al ser entrecruzado por distintas expresiones de la vida cotidiana. La visualización acerca de lo otro que se constituye en el continente americano con base en la conquista[13] traza, circunda y sanciona, nuevas maneras de hacer, suscritas a partir de la incertidumbre del encuentro entre los europeos y el continente americano.

En el continente americano, el conjunto de situaciones que cimientan los espacios de intervención, proporcionan un matiz característico a la intervención social. Donde el actuar conlleva a la necesidad de posicionarse respecto de un conjunto de ejes culturales e históricos para entender y advertir lo sustancial de las problemáticas sociales, como es el caso de la inseguridad urbana en la Ciudad de México; la elaboración de una exigencia, como es la tranquilidad urbana; el sentido de tal exigencia, como es tener certidumbre urbana; lo que se oculta detrás de dicha exigencia, como es la contención del miedo urbano; y lo que se naturaliza, v. gr. vivir en un ambiente que vuelve habitual la violencia urbana.

De modo que la intervención social se configura a partir de una manera compleja. En el continente americano y sus diferentes ciudades, la identidad colectiva se muestra como un trazo que constituye la estructura social y le proporciona sentido. La identidad, de esta manera, guarda relación con códigos de interacción, pautas sociales, maneras de entender y de explicar el mundo.

La identidad colectiva igualmente puede ser comprendida como un conjunto de elementos culturales que entraman un lazo social, así como la noción de lo diferente. A partir de la identidad se configuran las formas de sociabilidad y socialidad —o, “el hecho de que haya voluntad de estar juntos” en palabras de Michel Maffesoli—,[14] de intercambio y de comunicación, de sentido y de pertenencia. Igualmente, desde la identidad se diseñan las explicaciones de las problemáticas sociales en los espacios de intervención en la vida cotidiana, que para el caso de la inseguridad urbana implica que:

El drama social eternamente representado se complejiza hoy en día por la emergencia de nuevos fantasmas y demonios. Del narcotráfico al sida, de la violencia de Estado a la violencia callejera, pasando por la pobreza, la exclusión, la intolerancia. Las violencias se diversifican, alimentándose a sí mismas del miedo, la incertidumbre, la desesperanza y especialmente, de la disolución del vínculo social.[15]

Desde la forma de representación antes expuesta es posible reflexionar la particularidad de la cuestión social panamericana, vinculada en sus elementos fundacionales, la conquista, la disolución del contrato social de los pueblos indígenas, la detonación de sus maneras de solidaridad, la protección y la reciprocidad, todos estos componentes como causantes clave de las problemáticas sociales.

En América la cuestión social surge como producto de diferentes tensiones. Una de ellas es la propia dispersión de culturas y civilizaciones que origina la conquista, con la consecuente resistencia a estos nuevos signos del poder.

Como forma de respuesta a este avasallamiento, el asedio cultural del colonizador, es respondido desde la tenacidad del colonizado como forma de resistencia. Es allí donde se construyen nuevos signos de sociabilidad en la búsqueda del lazo social perdido o avasallado. En otras palabras, la cuestión social, como problema y como concepto llega a América de la mano de los europeos, impuesta por la conquista.[16]

De tal manera, en el continente americano la intervención mantiene un diálogo con la añoranza de una integración disipada; por ello, esa transición puede comprenderse como resistencia, lo que otorga a la acción social una noción distinta. La resistencia panamericana paradójicamente surge como una promesa de emancipación no llevada a cabo por la época moderna.

Así pues, es complicado reflexionar lo panamericano por fuera del ámbito de lo simbólico en cuanto construcción de significados. Por esto, en la intervención social, el orden socio-simbólico, la cultura en cuanto entramado de prácticas significativas, el lenguaje y los grupos sociales construyen un nuevo modo de lo indiviso, donde se posibilita salir avante creativamente de la contraposición sociedad-individuo.

Reflexionar la intervención social a partir de una mirada panamericana conlleva revisar la naturaleza de la propia intervención como una manera de reconstruir y recuperar al sujeto social, lo que significa alejarse de la repetición acrítica del discurso filosófico de Occidente, con la consiguiente complejidad que esto implique para las ciencias sociales –incluidos los estudios de la ciudad, «bajo una perspectiva multidimensional en la construcción de conocimientos que [promuevan] la investigación interdisciplinaria y [permitan] la conformación de un espacio académico abierto, dinámico y reflexivo sobre la ciudad y quienes la habitan»–.[17]

En clave de intervención social, la anterior ausencia de una actitud crítica conduce a condiciones de desavenencia y sobre todo de desamparo de las sociedades panamericanas, únicamente por ser explicadas desde discursos lejanos y concebidas de manera insuficiente. Ejemplo de ello para el tema de la inseguridad urbana de la Ciudad de México fue la contratación durante 2002 en calidad de asesor del ex-alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, por parte del Gobierno del Distrito Federal, con miras a aplicar una estrategia de cero-tolerancia en la capital mexicana como medida de combate a la inseguridad.

Giuliani y su equipo entregaron un reporte que, como notaron varios expertos de seguridad pública y derechos humanos, consistía en una réplica de la estrategia que se implementó en Nueva York, al recomendar la creación de unidades anti-ruido y anti-grafiti dentro de la policía, así como la imposición de castigos más severos a la venta de drogas en zonas escolares, la prostitución en las calles (con un enfoque punitivo hacia las y los prostitutas y no hacia su demanda), los limpia-parabrisas, los franeleros, y las niñas y los niños en situación de calle.[18]

Por consiguiente, el compromiso ético y político de la intervención social también conlleva el requisito de indagar lo inherente a una misma cultura, a fin de elaborar formas de actuar circunscritas a lo específico de los grupos panamericanos, sustituyendo el pensamiento ilustrado proveniente del siglo dieciochesco en pro de una diferente y nueva manera de reflexionar acerca de realidades más complejas. Esto para nada quiere decir sostener una confrontación absoluta con discursos de otras realidades y otras latitudes, pero sí quiere decir la urgencia por proponer conceptos anclados a las realidades inherentes de los diversos grupos panamericanos, en una conversación franca con distintos modos de —recordando al filósofo mexicano Luis Villoro— creer, saber, conocer.[19]

De igual forma, la creación de la vida cotidiana comprendida como un espacio de intervención social en el cual lo cultural posee un sitio destacado significa que en el entramado de prácticas significativas los mismos significados confluyen, interactúan, se movilizan y constituyen tanto el espacio de intervención como las problemáticas sociales. Así pues, tales significaciones sociales se vinculan a otras significaciones y todo queda dinamizado en los espacios de intervención. Se trata de desvincularse de una solidificación creada por artificio que conduce hacia el extravío del pensamiento acerca del movimiento del panorama de urdimbres sociales en las cuales se interviene.

La intervención social, igualmente, puede reflexionarse y estar compuesta si se apunta, en su repaso, la posibilidad de guiarla a las diferentes Américas, sin dejar de lado su condición sustantiva, que la configura como una manera de hacer, además den una manera de entender.

La intervención social implica una manera de reconfiguración de la transición hacia la polisemia o, en otras palabras, la transición hacia la reconstrucción del sujeto social partiendo de sus condiciones socio-históricas. Las problemáticas sociales crean, dividen y articulan de forma distinta y única al sujeto del Otro y de la totalidad, así como de la cultura que le es propia. Para el caso de la Ciudad de México y por lo que a la inseguridad urbana en cuanto problemática social concierne, se instituye una cultura local de (in)seguridad o, en otras palabras, el establecimiento de un acuerdo medianamente compartido por la ciudadanía capitalina:

[…] que comprende un nivel de aceptación –y eventualmente naturalización– de ciertos niveles de inseguridad objetiva, concernientes a ciertos delitos (pero no a otros); que promueve ciertas acciones para controlar el sentimiento de inseguridad (desde restricciones de movimientos hasta la adopción de dispositivos como rejas y alarmas) y está conformada por narrativas locales descriptivas, atributivas a personas y explicativas del delito (de sus causas y soluciones) y, de este modo, se articula con determinadas demandas políticas.[20]

El fin es definir un modo de representar y vivir la ciudad que inevitablemente conlleva la abstracción de determinados matices y diferencias que en efecto existen si se examinan con precisión la edad, el género, la clase social, el lugar de residencia y los posicionamientos ideológicos. La simbolización del espacio urbano consiste en un proceso remitente al establecimiento de límites, fronteras y umbrales, asunto sumamente vinculado a la identidad y a la diferenciación, a la relación del sí mismo y del nosotros con los otros.[21] Con relación a la inseguridad urbana se puede señalar que hay una topografía que va, de manera general, desde la seguridad del espacio privado de la casa hacia la inseguridad generalizada e ignota del espacio público.[22] Para el caso nuevamente de la ciudadanía de la Ciudad de México:

El Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM alertó al Senado que los niveles de inseguridad, que los mexicanos perciben igual que antes, llevaron a la sociedad a incrementar su aislamiento, porque se siente vulnerable de ser víctima de algún delito y prefiere mantenerse en su casa, hablar lo menos posible con las personas, porque no les tiene confianza.[23]

Así, la problemática social, en su actual trascendencia, deja a los sujetos en la soledad de la pena y de la injusticia; en lo más profundo de una desigualdad que adquiere matices renovados para el mantenimiento de un mundo alejado del bienestar. De esta forma, el vacío se muestra como una metáfora cada día más visible de las problemáticas sociales, refiriendo a un conjunto de urdimbres complejas que requieren ser conocidas, examinadas y reconfiguradas a partir de la especificidad de la intervención en abierta disposición con el mismo recorrido de ésta y de las diferentes explicaciones sobre lo social.

Por ello, la desigualdad en cuanto promesa de vacío, maniobra como forma de miedo urbano, dando lecciones a los grupos sociales, reorganizando la vida cotidiana, produciendo una objetivación del Otro, quien se muestra como extraño, como un outsider e inclusive como un peligro, más en contextos de aumento de inseguridad urbana como la que en tiempos recientes ha caracterizado a la Ciudad de México, por lo menos en cuanto a representación social concierne.

Intervención social: entre libertad y dominación

Sin duda, la noción sobre la intervención social se constituye en la época moderna. Tal noción emerge permeada de los principios modernos más destacados, pero dentro de un ámbito de contraposición entre una promesa de libertad y la dominación. El disciplinamiento, en cuanto manifestación del control punible, se expresa desde distintas miradas como el operante más relacionado con la intervención social. Tal operante se manifiesta fundamentalmente en la indagación y creación de la organización racional acerca de la vida cotidiana. Esta propuesta de ordenamiento y regulación es establecida como un requisito relacionado a la libertad. En muchas ocasiones detrás de la idea de progreso, de mejora de la calidad de vida y de ser libres, ello conlleva un cambio del propio mundo cultural: transmutar la cultura para insertarla en la racionalidad moderna o, si se quiere, en una racionalidad intervencionista occidental, definida en los siguientes términos:

[…] reconocido un problema que requiere de una necesaria interferencia sobre el mundo, la intervención por la que se opta produce, mantiene, destruye o impide determinado estado de cosas, para lo cual se confía en cierto saber que implica una única solución correcta como verdad y en tanto resulte de cierto método cognoscible; ello, ejecutando una acción racional con arreglo a fines orientada por el cálculo, la búsqueda de beneficio y la eficacia como instancias de actuación y consecución.[24]

En el campo de la intervención social entre otras contraposiciones, conversan de manera profunda el disciplinamiento y la idea de necesidad, la cual suele ser comprendida como un obstáculo para la adaptación, sea ésta individual, colectiva o social vinculada a la impericia de la racionalidad moderna o intervencionista. Así pues, la inscripción de la racionalidad en la vida cotidiana es planteada como antecedente, requerimiento a atender previo a la problemática social en sí misma. Para el caso de la inseguridad urbana, el requisito previo posiblemente sea a qué le tienen miedo las personas. Esto lo podemos comprender, de acuerdo a Adolfo Maya, sociólogo y profesor de la Universidad EAFIT,[25] porque «los miedos como representación social son hijos legítimos del tiempo social y cultural que la sociedad vive».[26]

La anterior idea de requerimiento les otorga direccionalidad a distintas manifestaciones de las prácticas de intervención social. De este modo, la idea del requerimiento, basada en la constitución de las prácticas de intervención social, se establece mediante el ordenamiento de la época moderna y puede adquirir distintos matices y manifestaciones en su mismo devenir histórico.

Consiguientemente, el disciplinamiento se expresa tanto explícitamente desde un discurso de colonialismo, como implícitamente en los discursos sobre la libertad. De acuerdo con Huergo, el disciplinamiento en el continente americano ha tenido distintas etapas, a saber:

  1. la fundacional, que coincide con la constitución de la modernidad eurocéntrica y que despliega una constelación de valores presentes aún en nosotros, de manera “natural”;
  2. la de fundación teórica, que coincide con la revolución que, en el plano de las ideas y luego de la realidad, produjo la Ilustración o Iluminismo;
  3. la de organización política y económica donde el Estado moderno se hace disciplinador. En muchos casos […] esta etapa coincide con el proyecto positivista, que encuentra en la ciencia el fundamento ideológico del disciplinamiento;
  4. la del re-disciplinamiento, coincidente en muches [sic] casos con el desarrollismo; es un intento de volver a controlar y ordenar a los marginados, pero operando con técnicas más tolerables.[27]

De este modo, las diversas modalidades de intervención en lo social emergen durante la época de la modernidad, signadas por una contraposición que las tensa, incluso hoy en día: una promesa de libertad, articulada a fundamentos y prácticas que generan sujeción y coerción, que indican sus inicios y han producido un conjunto de debates y rupturas en ocasiones manifiestas y en otras no.

El actuar, como práctica trasformadora, partiendo de los principios de la época moderna, al interior de un espacio de reciente construcción, es decir, lo social, representó la emergencia de un conjunto de dispositivos de control y disciplinamiento que fueron transformándose de forma en diferentes contextualidades.

Continuando, el comienzo de la intervención social se puede vincular a tres ideas precisas: una noción específica de sociedad, la conceptualización sobre la cuestión social y la constitución de objetos y prácticas de conocimiento. Estas tres ideas, que pueden apreciarse como constitutivas de la intervención social fueron creando distintos espacios de conversación, interacción y oposición, y se afianzaron por medio de la misma práctica y de las críticas que se fueron dando durante su desarrollo. Para el caso que aquí interesa también se identifican las ideas constitutivas de la intervención social antes señaladas, es decir, hay una idea de sociedad: la sociedad del riesgo; hay una conceptualización sobre la cuestión social: la inseguridad urbana; y se da la constitución de objetos y prácticas de conocimiento, v. gr. la colocación de mantas en contra de la inseguridad urbana en la CDMX.

Las anteriores ideas, de suyas contrapuestas, recorren un conjunto de cuestiones que en lo fundamental se vinculan con distintos momentos históricos, donde, por instantes, la promesa de libertad como enunciación transformadora representó en los hechos maneras subrepticias de control. En las prácticas que se realizan durante la modernidad puede apreciarse otro elemento en común, es decir, una necesidad por transformar aquello que se estima como irracional. Por ello, la libertad como condición moderna emerge del requisito de dominar a las personas desde una perspectiva y examen científico. Ello no sólo significa una forma de pensamiento, sino igualmente un posicionamiento político, que posibilita distinguir una de las primeras negaciones de la reflexión propia de la modernidad: aludiendo a la humanización, la transformación y la libertad, se sojuzgó al dominio a distintos pueblos y culturas.

En suma, al interior del disciplinamiento igualmente se hayan dos componentes contradictorios: libertad y dominación. Para el disciplinamiento, sobre todo desde el Estado moderno, se han empleado distintas prácticas sociales como acción colectiva o intervención que se dirigieron en lo básico a cambiar la subjetividad popular —mayormente considerada como no racional— por la noción moderna de vida cotidiana que involucra lo racional como reflejo de la cultura occidental.

Lo antes expuesto revela algunos aspectos en común entre la noción de identidad e intervención social en cuanto horizonte de posibilidad, de un discernimiento del para qué de la práctica de la vida cotidiana. La identidad en conversación con la intervención social no consiste exclusivamente en un modelo cerrado y rígido, es en última instancia una elaboración frecuente que se asegura o se disipa por medio de distintas significaciones que crea cada sociedad.

De manera conclusiva, desde una mirada centrada en la intervención social, el tema de la identidad involucra el hacer desde la diversidad y la interacción. Las prácticas de la vida cotidiana en el campo de la intervención social develan la elaboración de pensamientos y respuestas innovadoras que producen nuevas indagaciones direccionadas a ámbitos muchas veces relegados de la condición socio-histórica de cada sujeto de intervención social, como es el caso de las mantas en contra de la inseguridad urbana en la CDMX en cuanto muestra de intervención en lo social como dispositivo.

Intervención en lo social como dispositivo

Es importante decir que la intervención social como dispositivo puede ser comprendida a partir de la noción episteme. En otras palabras, puede entenderse a la intervención social como dispositivo discursivo siguiendo la propuesta foucaultiana presentada por Sergio Albano, donde la intervención remite a «la sumatoria de una amalgama de categorías y saberes que conforman la apertura y cierre de conocimientos, vinculados a través de relaciones de vecindad, aparición y permanencia de analogías y diferencias».[28]

Tal sumatoria de elementos, que para este trabajo se constituye por las mantas contra la inseguridad urbana en la Ciudad de México, se hace presente en distintos espacios, territorios y sujetos en que la intervención opera, atravesándolos, cargándolos de sentido y produciendo desde allí nuevas representaciones y construcciones sociales.

En el momento en que la intervención social se implementa, la referida sumatoria de elementos interactúa de manera singular, partiendo de la particularidad de cada uno, así como desde sus distintas interacciones, entrecruzando discursos provenientes de diversos órdenes discursivos, teniendo en cuenta que el discurso es «la expresión del poder, con capacidad de movilizar no sólo la voluntad y los cuerpos de los sujetos, sino que también de incidir en la generación de nuevos discursos articulados o no, que a su vez se instituyen como otras expresiones de poder».[29] Precisamente a identificar cómo las mantas en contra de la inseguridad se implementan en la CDMX, en cuanto forma de intervención social como dispositivo discursivo, es en lo que ha centrado su interés este trabajo, teniendo como contexto que en la capital mexicana se ha dado un aumento significativo en el número de asaltos, que las autoridades de la Ciudad de México no han podido contener en los últimos años, y que es percibida por la ciudadanía capitalina como un asunto sumamente grave. Ejemplo de esto es que la capital mexicana ocupaba en marzo de 2016 el segundo lugar de 35 de las ciudades del país en las cuales sus habitantes percibían como más peligrosas para vivir.[30]

También estas cuestiones se manifiestan de manera diferenciada en cada circunstancia y sujeto interviniente. Si bien Michel Foucault advierte que la noción de episteme se relaciona con varias corrientes de pensamiento, es posible reflexionar desde esta mirada una nueva manera de acercamiento a la noción de intervención social en conversación con la práctica de la vida cotidiana, sobre todo si se pone el acento en los proceso discursivos que se llevan a cabo en su interior y en las diversas construcciones que produce, considerando, igualmente, que a partir de tales proceso discursivos se muestran, surgen, dispersan o quedan ocultos ciertos enunciados, categorías, conceptos y pensamientos. Para el caso que es objeto de interés, la inseguridad que se vive en la CDMX ha propiciado que sus habitantes coloquen mantas de protección en señal de advertencia para los delincuentes en diversas partes de la propia ciudad como intervención social para reivindicar su derecho a la ciudad, aquel derecho colectivo de las personas a ejercer el usufructo de la ciudad.

Así, se posibilita pensar la intervención social como dispositivo, o en otras palabras, a partir de su naturaleza y oscilación como una trama, integrada por discursos, disposiciones, códigos, marcos jurídicos, enunciados y proposiciones filosóficas.[31] Un ejemplo de dispositivo, para lo que aquí interesa destacar es, entonces, lo que sucede en:

[…] la delegación Cuauhtémoc, en las colonias Buenos Aires y Doctores, que se caracterizan por negocios de autopartes. En esta colonia hay lonas de un metro y medio que se alcanzan a ver desde el Eje Central. Las mantas son de color rojo con letras negras. El señor Daniel, un vendedor de autopartes, dice que él las colocó porque desde hace semanas hay al menos tres jóvenes que se acercan a pedir dinero a los comerciantes a cambio de no “atacarlos”.[32]

Al final es en el espacio de la intervención social donde confluyen los componentes antes señalados y allí se manifiesta la intervención como dispositivo, recomponiendo de esta manera en un entramado de distintas interacciones que se instituyen de forma heterogénea y específica, en espacios de la Ciudad de México que actualmente, año 2018, se entiende como espacio disputado.

Una breve conclusión

En este trabajo se han atendido varios aspectos de la complejidad de una muestra de intervención en lo social como dispositivo que se está dando en la Ciudad de México (CDMX), por lo menos desde la segunda década del siglo XXI: la colocación de mantas en contra de la inseguridad urbana por parte de la ciudadanía capitalina.

En este sentido, las mantas en contra de la inseguridad urbana muestran que, cuando la inseguridad urbana arrebata la seguridad plena de habitar; en consecuencia, despoja de la libertad y exponen a la dominación de los sujetos, violentando con ello el derecho a la ciudad y presentando a ésta como un espacio disputado; y, sin embargo, todavía en este espacio es posible intervenir socialmente, cuestionando así, ¿qué se está haciendo por recuperar la plena ciudadanía en la ciudad?, ¿qué se está haciendo para reflexionar, afrontar e intervenir la inseguridad urbana, más allá de la colocación de mantas entendidas como dispositivos de intervención? Estas son preguntas que aún esperan respuesta.

 

 

 

Fuentes consultadas

AHEDO, Andrea, «Ciudadanos se organizan contra el crimen en CDMX», en El Universal (periódico). México: El Universal. Compañía Periodística Nacional, 14 de enero, 2018. Artículo disponible en: http://www.eluniversal.com.mx/metropoli/cdmx/ciudadanos-se-organizan-contra-el-crimen-en-cdmx [Consulta: 4 de diciembre, 2018].

ALBANO, Sergio, Michel Foucault. Glosario de aplicaciones. Buenos Aires: Quadrata, 2004.

ANDER-EGG, Ezequiel, La práctica de la animación sociocultural. Buenos Aires: Instituto de Ciencias Sociales Aplicadas / Editorial HVMANITAS, 1987.

ANTÓN, Jacinto, «“Hoy tenemos tanto miedo como en la Edad Media y más que en el XIX”. Entrevista: JOANNA BOURKE | Historiadora», en El País. España: Ediciones El País, 22 de noviembre, 2006. Artículo disponible en: http://elpais.com/diario/2006/11/22/cultura/1164150006_850215.html [Consulta: 7 de noviembre, 2018].

AYALA, Mónica, «De las ventanas rotas a la cero-tolerancia en la CDMX», en Animal Político. México: Editorial Animal, 7 de julio, 2017. Artículo disponible en: https://www.animalpolitico.com/blogueros-el-blog-de-mexico-evalua/2017/07/07/las-ventanas-rotas-la-cero-tolerancia-la-cdmx/ [Consulta: 5 de diciembre, 2018].

CARBALLEDA, Alfredo Juan Manuel, «La Cuestión Social como cuestión nacional, una mirada genealógica», en Margen. Periódico de Trabajo Social y Ciencias Sociales, núm. 51. Argentina: Margen. Portal de Trabajo Social y Ciencias Sociales, primavera, 2008. Artículo disponible en: https://www.margen.org/suscri/margen51/carbal.html [Consulta: 5 de diciembre, 2018].

CENTRO DE ESTUDIOS SOBRE LA CIUDAD, «Inicio», en Centro de Estudios sobre la Ciudad. México: Universidad Autónoma de la Ciudad de México, n. d. Artículo disponible en: https://portalweb.uacm.edu.mx/uacm/cec/es-es/home.aspx [Consulta: 5 de diciembre, 2018].

CHAPELA, Ma. Del Consuelo y Alejandro Cerda García, «Introducción», en Promoción de la salud y poder: reformulaciones desde el cuerpo-territorio y la exigibilidad de derechos. México: Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco (Ser. Académicos CBS, 94), pp. 7-20.

CIMADEVILLA, Gustavo, Dominios. Crítica a la razón intervencionista, la comunicación y el desarrollo sustentable. Argentina: Prometeo, 2004.

CRUCES VILLALOBOS, Francisco, «Matrices culturales: pluralidad, emoción y reconocimiento», en Revista Anthropos: Huellas del conocimiento. Ejemplar dedicado a: Jesús Martín Barbero: Comunicación y culturas en América Latina, núm. 219.  España: Proyecto A Ediciones, 2008, pp. 1-15.

FERNÁNDEZ RODRÍGUEZ, José Julio, «Seguridad y libertad: ¿equilibrio imposible? Un análisis ante la realidad de Internet», en J.J. Fernández Rodríguez y D. Sansó-Rubert Pascual (eds.), Internet: un nuevo horizonte para la seguridad y la defensa. Seminario de Estudios de Seguridad y Defensa de la USC-CESEDEN, España: Universidad de Santiago de Compostela, 2010, pp. 9-26.

FOUCAULT, Michel, La voluntad de saber. Madrid: La Piqueta, 1991.

HOBBES, Thomas, Leviatán, o, la materia, forma y poder de una república eclesiástica y civil, 2ª ed. México: Fondo de Cultura Económica, 1980.

HUERGO, Jorge, «Posibilidades de las prácticas sociales en la época del neo-disciplinamiento», en Margen, núm. 2. Argentina: Margen. Portal de Trabajo Social y Ciencias Sociales, marzo, 1993. Artículo disponible en: http://www.margen.org/suscri/margen02/colage1.html#inicio [Consulta: 4 de diciembre, 2018].

KESSLER, Gabriel, «Miedo al crimen: representaciones colectivas, comportamientos individuales y acciones pública», en Coloquio Violencias, Culturas Institucionales y Sociabilidad. Buenos Aires: Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, 10 de noviembre, 2006.

LLANOS, Raúl, «Enrejadas, al menos 805 calles en la ciudad: informe de la SSP-DF», en La Jornada (periódico). México: Desarrollo de Medios, 4 de mayo, 2011, p. 36.

MILLETT, Kate, Política sexual. Madrid: Ediciones Cátedra (Col. Feminismos), 1995.

NEWSON, Linda A., El Costo de la Conquista. Tegucigalpa: Guaymuras, 2007.

ORDÓÑEZ, Carlos, «Aumenta percepción de inseguridad en capitalinos», en El Universal (periódico). México: El Universal. Compañía Periodística Nacional, 14 de diciembre, 2015. Artículo disponible en: http://www.eluniversal.com.mx/articulo/metropoli/df/2015/12/14/aumenta-percepcion-de-inseguridad-en-capitalinos [Consulta: 4 de diciembre, 2018].

ORTEGÓN, Edgar, Juan Francisco Pacheco y Adriana Prieto, Metodología del marco lógico para la planificación, el seguimiento y la evaluación de proyectos y programas. Santiago de Chile: Naciones Unidas / Comisión Económica para América Latina y el Caribe / Instituto Latinoamericano y del Caribe de Planificación Económica y Social (Ser. Manuales, 42).

RED DE NOTICIAS ALBAVISIÓN, «Decir Latinoamérica, Hispanoamérica o Sudamérica no es lo mismo», en El Comercio (periódico). Ecuador: Grupo El Comercio, 9 de agosto, 2016. Artículo disponible en: https://www.elcomercio.com/afull/diferencia-significado-latinoamerica-hispanoamerica-sudamerica.html [Consulta: 4 de diciembre, 2018].

REGUILLO, Rossana, «Ensayo(s) sobre la(s) violencia(s): breve agenda para la discusión», en Signo y pensamiento, núm. 29, volumen XV. Bogotá: Universidad Javeriana, Facultad de Comunicación y Lenguaje, 1996, pp. 23-30.

ROBLES ROSA, Leticia, «La inseguridad aísla a la gente alerta la UNAM», en Excélsior. México: Grupo Imagen Multimedia, 7 de abril, 2016. Artículo disponible en: http://www.excelsior.com.mx/nacional/2016/04/07/1085091#view-1 [Consulta: 27 de septiembre, 2018].

SAAVEDRA, Juan, «Cuatro argumentos sobre el concepto de intervención social», en Cinta moebio, núm. 53, Chile: Universidad de Chile, 2015. Artículo disponible en www.moebio.uchile.cl/53/saavedra.html [Consulta: 27 de septiembre, 2018].

SUÁREZ C., Jessica, «Ciudadanos viven enjaulados en sus propios miedos», en Bitácora. Pregrado de Comunicación Social. Colombia: Escuela de Administración, Finanzas y Tecnología, 19 de agosto, 2009. Artículo disponible en: http://bitacoraeafit.blogspot.mx/2009/08/que-le-teme-usted-que-le-teme-usted.html [Consulta: 27 de septiembre, 2018].

VILLORO, Luis, Creer, saber, conocer, 18ª ed. México, Siglo XXI, 2008.

 

 

 

[1] Andrea Ahedo, «Ciudadanos se organizan contra el crimen en CDMX», en: http://www.eluniversal.com.mx/metropoli/cdmx/ciudadanos-se-organizan-contra-el-crimen-en-cdmx

[2] Joanna Bourke cit. en Jacinto Antón, «“Hoy tenemos tanto miedo como en la Edad Media y más que en el XIX”. Entrevista: JOANNA BOURKE | Historiadora», en http://elpais.com/diario/2006/11/22/cultura/1164150006_850215.html

[3] Lo sociopolítico se entiende aquí como «el conjunto de relaciones y compromisos estructurados de acuerdo con el poder, en virtud de los cuales un grupo de personas queda bajo el control de otro grupo». Kate Millett, Política sexual, p. 68.

[4] Juan Saavedra, «Cuatro argumentos sobre el concepto de intervención social», en Cinta moebio, pp. 141-142. Las cursivas son del texto consultado. A partir de este momento cualquier agregado a las citas de este documento son de los trabajos consultados, salvo que se indique lo contrario.

[5] J. Saavedra, op. cit., p. 136.

[6] Ibid., p. 137.

[7] Ezequiel Ander-Egg, La práctica de la animación sociocultural, p. 17.

[8] Alejandro Hope y Christian Cuéllar, «¿Qué hace segura a una ciudad?», en: https://imco.org.mx/seguridad/que-hace-segura-una-ciudad/

[9] Ibid. Los corchetes y las cursivas son mías.

[10] Una forma de intervención que es afectada directamente por esta crítica es la denominada Metodología Marco Lógico, pues en ésta si se piensa en su sujeto de la estadística que posibilita el «análisis del problema, análisis de los involucrados, jerarquía de objetivos y selección de una estrategia de implementación óptima». E. Ortegón, J. F. Pacheco y A. Prieto, Metodología del marco lógico para la planificación, el seguimiento y la evaluación de proyectos y programas, p. 15.

[11] El término panamericano es «un derivado de la palabra griega pan que significa ‘todo’. Este mismo se utiliza para englobar a todas las distinciones posibles de ‘américas’ con el objetivo de generar un sentido de comunidad entre los países del continente». Red de Noticias Albavisión, «Decir Latinoamérica, Hispanoamérica o Sudamérica no es lo mismo», en: https://www.elcomercio.com/afull/diferencia-significado-latinoamerica-hispanoamerica-sudamerica.html

[12] Cf. Ma. Del Consuelo Chapela y Alejandro Cerda García, «Introducción», en Promoción de la salud y poder: reformulaciones desde el cuerpo-territorio y la exigibilidad de derechos, p. 9.

[13] Siguiendo a Linda A. Newson: «La difícil empresa de la conquista se consolidó por medio de la fundación de pueblos y ciudades que funcionaron como símbolos de la posesión territorial española, y como centros desde donde las áreas circundantes podían ser administradas y colonizadas». Linda A. Newson, El Costo de la Conquista, p. 146.

[14] Michel Maffesoli cit. por Gerard Imbert, «Michel Maffesoli propone una sociología de lo cotidiano», en: https://elpais.com/diario/1988/06/14/cultura/582242404_850215.html

[15] Rossana Reguillo, «Ensayo(s) sobre la(s) violencia(s): breve agenda para la discusión», en Signo y pensamiento, p. 24.

[16] Alfredo Juan Manuel Carballeda, «La Cuestión Social como cuestión nacional, una mirada genealógica», en: https://www.margen.org/suscri/margen51/carbal.html

[17] Centro de Estudios sobre la Ciudad, «Inicio», en: https://portalweb.uacm.edu.mx/uacm/cec/es-es/home.aspx

[18] Mónica Ayala, «De las ventanas rotas a la cero-tolerancia en la CDMX», en: https://www.animalpolitico.com/blogueros-el-blog-de-mexico-evalua/2017/07/07/las-ventanas-rotas-la-cero-tolerancia-la-cdmx/

[19] V. Luis Villoro, Creer, saber, conocer.

[20] Gabriel Kessler, «Miedo al crimen: representaciones colectivas, comportamientos individuales y acciones pública» en Coloquio Violencias, Culturas Institucionales y Sociabilidad, p. 14.

[21] V. Marc Augé, Hacia una antropología de los mundos contemporáneos.

[22] Siguiendo a Martín-Barbero y a Cruces Villalobos, la topografía se entiende como el espacio configurado por las señales de dos matrices culturales –o tropos cuya marca semántica remite a la noción de una cosa a partir de la cual se da forma, generativamente, a otras–, señales que al ser rastreadas se convierten en señas de identidad de la conflictiva convivencia de la economía de la abstracción mercantil y la del intercambio simbólico. V. Jesús Martín-Barbero, Procesos de comunicación y matrices de cultura, pp. 98-99; Francisco Cruces Villalobos, «Matrices culturales: pluralidad, emoción y reconocimiento», en Revista Anthropos: Huellas del conocimiento. Ejemplar dedicado a: Jesús Martín Barbero: Comunicación y culturas en América Latina, p. 9.

[23] Leticia Robles Rosa, «La inseguridad aísla a la gente alerta la UNAM», en: http://www.excelsior.com.mx/nacional/2016/04/07/1085091#view-1

[24] Gustavo Cimadevilla, Dominios. Crítica a la razón intervencionista, la comunicación y el desarrollo sustentable, p. 97. Las cursivas son del original.

[25] La Escuela de Administración, Finanzas e Instituto Tecnológico (EAFIT) es una universidad privada de Colombia.

[26] Adolfo Maya cit. por Jessica Suárez C., «Ciudadanos viven enjaulados en sus propios miedos», en http://bitacoraeafit.blogspot.mx/2009/08/que-le-teme-usted-que-le-teme-usted.html

[27] Jorge Huergo, «Posibilidades de las prácticas sociales en la época del neo-disciplinamiento», en: http://www.margen.org/suscri/margen02/colage1.html#inicio

[28] Sergio Albano, Michel Foucault. Glosario de aplicaciones, p. 136.

[29] Ibid., p. 141.

[30] V. Inegi, Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana.

[31] Michel Foucault, La voluntad de saber.

[32] A. Ahedo, op. cit.

 

 

 

Publicado en Política y etiquetado , , , .

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *