Aldo Saúl Uribe Nuñez[1]
Introducción
Una de las preocupaciones que actualmente se han instalado en el debate público, y que es tema de la agenda gubernamental de muchas ciudades en México y en el mundo, es la inseguridad ciudadana y el clima de violencia urbana atribuido al aumento de la delincuencia y el control de los grupos delictivos. La inseguridad en un entorno urbano cobra especial significado porque es la demanda número uno de la ciudadanía y ha llamado la atención de organismos internacionales, instituciones públicas relacionadas con la prevención delictiva y la administración de justicia, así como de los medios académicos y de comunicación social (Isunza y Hernández, 2001).
Como hemos visto, el crimen organizado y la violencia en el país ha incrementado en los últimos años. Específicamente, en el periodo 2010-2023 se ha visto una exacerbación considerable de la violencia, conductas delictivas y criminalidad en la mayor parte de los estratos sociales del país. Esto a raíz de administraciones públicas pasadas que permitieron el auge de grupos delictivos apoyados por los grupos de poder y el Estado. En dicho sentido, una de las mejores alternativas en este momento para combatir este problema es la organización social, la participación ciudadana y el apoyo mutuo.
La seguridad puede ser entendida como un campo heterogéneo en donde diversos elementos convergen en su construcción. Las instituciones conciben a la seguridad como un tema primordial en la agenda política, económica y social, ya que no sólo aporta bienestar al individuo y a la sociedad en su conjunto, sino que también proporciona riqueza a los países, puesto que un país inseguro, es igual a un país inestable y disfuncional. La seguridad humana es un bien que permite al individuo desarrollar su potencial, sentirse seguro y generar una buena calidad de vida. Esta dimensión no es homogénea, sino que varía de acuerdo a las condiciones sociales, económicas, políticas y culturales de cada contexto y grupo comunitario.
Desde dicho sentido, vale la pena recordar que así como los problemas son intersubjetivos y construcciones socioculturales, también lo es la seguridad. Es interesante pensar cómo este concepto puede variar dependiendo de la “mira” por donde se estudie o el contexto sociocultural. Un psicólogo verá la seguridad de diferente manera a la que un sociólogo lo hace o un antropólogo. Así pues, tanto la seguridad como la participación ciudadana son constructos teóricos y culturales determinados por condiciones específicas.
En este artículo de opinión se concibe la participación ciudadana como una dimensión clave para la seguridad pública y comunitaria en el país, tomando en cuenta estudios y bibliografía referentes a las ciencias sociales y políticas. Para finalizar, se reflexiona acerca de este concepto y sus implicaciones en la organización social de las personas y las comunidades para enfrentar la violencia sistémica y estructural del país.
Participación ciudadana, seguridad humana y seguridad pública
Para hacer frente al crimen organizado y la violencia, las personas, barrios y comunidades se han estado organizando de forma autónoma para tratar de mitigar este problema social. Por su parte, la participación ciudadana ha cobrado especial interés en los últimos años en materia de seguridad pública. Este concepto en las ciencias sociales abarca numerosas definiciones que lo han convertido en un término complejo y cambiante, no obstante, en él encontraremos una dimensión política, sea de forma implícita o explicita.
Por participación política entendemos aquellas formas de organización poblacional, vecinal o ciudadana que tienen como objetivo influir en las políticas gubernamentales, la distribución del poder y los recursos públicos. Igualmente, por participación ciudadana en seguridad pública entendemos las acciones de los pobladores organizados para defenderse de la delincuencia y el crimen organizado, previniendo delitos, involucrándose en las acciones de las autoridades públicas y en otras acciones civiles para resolver los problemas en torno a la inseguridad pública y el crimen organizado (Alvarado, 2010).
En todo grupo social existe un grado de participación comunitaria, expresada de diferentes formas: social, ciudadana, política o cultural, todas elementales para mantener un tejido social fuerte y estable. La participación ciudadana permite concretar el civismo, la responsabilidad social y la empatía. Son muchos los autores que han expresado que la participación ciudadana es un componente esencial de la seguridad humana y la democracia como forma de organización social y de gobierno
En las ciencias sociales, particularmente en la psicología social, existe un término para hacer referencia a la participación de los individuos dentro de un grupo social: el fortalecimiento de la comunidad. Aunque se ha definido desde el punto de vista de diferentes autores, una de las definiciones más importantes es la de Maritza Montero, psicóloga y socióloga venezolana, la cual refiere que el fortalecimiento de la comunidad es:
Un proceso mediante el cual los miembros de una comunidad o un grupo o miembros de grupos organizados dentro de esa comunidad o personas interesadas en promover y lograr un cambio respecto de alguna circunstancia que afecta a esa comunidad o grupo, desarrollan conjuntamente capacidades y recursos para controlar su situación de vida (en un momento específico); actuando de manera comprometida, consciente y crítica, para lograr la transformación de las condiciones que juzgan negativas o que deben ser modificadas según sus necesidades y aspiraciones, transformándose al mismo tiempo a sí mismos” (Montero, 2003: 73).
Así pues, aunque existen diferencias teóricas y prácticas al momento de hablar de participación, sea comunitaria, política, ciudadana, etc., la participación de las personas en general permite formar sociedades más justas y democráticas, al mismo tiempo que se contribuye a la generación de espacios y condiciones sociales sanas y seguras.
La seguridad humana continúa siendo un concepto discutido y que debiera adquirir todavía mayor relevancia en la disciplina de las Relaciones Internacionales, en el campo de los estudios sobre seguridad, así como en las ciencias sociales y humanidades. El hecho de que se haya escrito poco sobre esta materia en los principales círculos académicos de estas disciplinas indica que el concepto aun no es considerado con seriedad en estos sectores. No obstante, los pocos artículos publicados al respecto dan muestra de una tendencia crítica (Mack, 2005).
El mismo autor nos explica que la seguridad humana ha sido confundida con la seguridad de Estado o la seguridad del Gobierno, ambas dimensiones pertenecientes a los círculos dominantes y de poder. La seguridad nacional vela por la protección de los Estados; la seguridad humana vela por la protección de los individuos. Los Estados deberían ser los primeros proveedores de seguridad ante sus ciudadanos. No obstante, a menudo fallan en esta tarea (Mack, 2005). Cuando la función del Estado falla y no da aquello que las personas necesitan, la seguridad queda en manos de las personas y es en este proceso donde la participación ciudadana funge como una dimensión clave en el mejoramiento de las condiciones sociales y políticas de las comunidades.
¿Qué sigue?
Muchas veces observamos en las personas (y en nosotros mismos) que no existe un deseo auténtico de participar. En este proceso juegan un sinfín de factores socioculturales, sociopolíticos, socioeconómicos, pero, sobre todo subjetivos, que influyen sobremanera en esta elección. Para comenzar a cambiar esto, se debe fomentar un mayor trabajo en las distintas formas de participación, creando confianza en las instituciones sociales y en las personas, en aras de obtener una democracia legitima y un mayor bienestar social.
La participación ciudadana, pues, constituye una vía óptima para generar espacios más seguros y estables en nuestro país. En un país con un Estado fallido y que trabaja en complicidad con los grupos delictivos, la participación ciudadana se ha convertido en una forma en la que las personas y las comunidades se organizan, de forma creativa y autónoma, para disminuir la inseguridad pública y propiciar espacios más seguros, así como un mayor bienestar individual y social.
Nuestro país está pasando por una crisis de seguridad pública que ha repercutido en su desarrollo político, social, cultural y económico. Formar sociedades e individuos capaces de sobrellevar esto nos faculta para minimizar el poder que mantienen los grupos delictivos y criminales en complicidad con el Estado, en el ámbito local, estatal y nacional. Desde mi perspectiva, el país solo podrá ser rescatado a través de la organización social, la participación ciudadana y el sentido de comunidad de las personas.
Bibliografía consultada
Alvarado, A. (2010). Inseguridad pública, participación ciudadana y gobernanza. La ciudad de México en la última década. Estudios Sociológicos, 28(84), 941-963.
Isunza, G., y Hernández, J. (2001). Seguridad pública y participación ciudadana en el Distrito Federal. El Cotidiano, 17(106),105-119.
Mack, A. (2005). El concepto de seguridad humana. Papeles de cuestiones internacionales, 90, 11-18.
Montero, M. (2003). Teoría y práctica de la psicología comunitaria: la tensión entre comunidad y sociedad. Buenos Aires, Argentina: Paidós.
[1] Licenciado en Psicología (UdeG). Egresado de la Maestría en Humanidades, Línea Formación Docente (UAZ). Exbecario por el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencia y Tecnología (CONAHCYT). Especialista en Diagnóstico Clínico y Tratamiento de los Trastornos Mentales (AMSP, A.C.). Posee una Formación en Psicogerontología (AEEP, A.C.); una Formación Psicoanalítica Especializada (AMSP, A.C.); así como diplomados en materia de ciencias sociales, ciencias forenses y derechos humanos. Se desempeñó como asistente de investigación en distintos centros de investigación (DP, UG; CIC, DECS, DS, UdeG). Ha cursado seminarios de investigación en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y en el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO). Ha sido ponente en congresos y coloquios nacionales e internacionales. Colaborador en revistas académicas estudiantiles y medios digitales. Actualmente es estudiante de la Especialidad en Psicosomática Psicoanalítica (AEEP, A.C.) y del Diplomado en Psiquiatría y Salud Mental (CINFORP).