Maximiliano Palacios[1]
Primero vinieron por los socialistas,
y yo no dije nada, porque yo no era socialista.
Luego vinieron por los sindicalistas,
y yo no dije nada, porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los judíos,
y yo no dije nada, porque yo no era judío.
Luego vinieron por mí,
y no quedó nadie para hablar por mí.
Martín Niemöller[2]
1. A modo de introducción
¿Por qué, cuando hablamos de cuestiones relacionadas a torturas o genocidios, importa tanto un número? En Argentina, acostumbramos escuchar que “no fueron 30.000”, que si fueron “8000” o “7000”, etc. La cuestión parece dar vueltas en torno a cifras, como si se pudiera explicar la historia de los años 1976-1983 con base numérica. Tal vez algo tenga que ver el ser hijos de la modernidad y su orden matemático del mundo (modernidad que no ha muerto, pese a que se quiera escapar de ella a través del uso de conceptos “líquidos”). No podemos imaginar un texto sin autor, como no podemos pensar en un genocidio sin la cifra. Pero si quitamos el fetiche de la estadística, si quitamos ese velo que nosotros mismos lanzamos sobre ello, seremos capaces de dar un paso sencillo. Nos daríamos cuenta de que no importa el autor sino el texto, y que no importa la cifra sino los muertos.
No me interesa agregar nada a los debates de los numerólogos. Por el contrario: me interesa problematizar acerca de lo que, considero, es la cuestión central: ¿puede justificarse la tortura, la desaparición, la muerte? O, dicho en mejores palabras por Uzín Olleros: ¿Cuál es el límite de la fuerza […] que puede permitirse al Estado y sus agentes? ¿Se puede equiparar la violencia ejercida por los grupos armados, focos guerrilleros, a la violencia del Estado? (2015: 36).
Dejemos a un lado los números, las abstracciones. Volvamos al mundo material, el de las personas y sus cuerpos. ¿Qué estamos discutiendo cuando se debaten cifras? En esta pregunta –que no responderé yo– hay un trasfondo ético. Me interesa, entonces, que problematicemos cómo responder.
2. 24 de marzo de… 2021
¿Qué se dijo estos últimos días? Juan José Gómez Centurión, quien fuera candidato a las presidenciales de 2019, exhibió un buzo [1] donde podía leerse “Ni fueron 30.000, ni fueron inocentes”.
Gustavo Cairo, diputado mendocino, decía por Twitter:
“Nunca Más la brutal dictadura que dejó casi 8.000 desaparecidos. Si no tenemos memoria completa no aprendemos nunca nada. Contemos todo.” [2]
Para la abogada Victoria Villarruel: “El 24 de marzo solo se recuerda una sola parte de la historia y es parcial” [3].
Según un post en Twitter del pastor conservador Gabriel Ballerini:
#nofueron30mil ni fueron inocentes. Fueron terroristas subversivos del ERP y Montoneros que en los ‘70 secuestraron, asesinaron y ponían bombas en pleno gobiernodemocrático.#24Marzo#DiaDeLaMemoria#NoFueron30000#NoFueronInocentes#NuncaMasalTerrorismo Comunista [4].
No agregaré otras afirmaciones que se dijeron en torno al 24. Pasemos sí a otra cuestión: la memoria. La memoria es muy plástica, y la historia también. La última dictadura representó un quiebre en nuestra historia porque supuso la cohesión de las tres ramas del Ejército permitiendo un grado de represión inédito, porque dispuso de un elemento paramilitar creado durante un gobierno democrático (Triple A), gobierno democrático que rompió el orden constitucional incluso antes del golpe del 24 de marzo (recordemos los decretos de aniquilamiento firmados por Isabel Perón), por la colaboración de medios de comunicación y grupos empresariales. No nos divide el golpe del 30 ni el del 66 (y si no fuese por los libros de historia, parecerían ser cosa de otro país). Hasta quienes apoyaron el golpe a Illia –como Mariano Grondona– luego mostraron arrepentimiento, por no mencionar al Coronel Perlinger [5]. No fue ése el caso de Videla: jamás se arrepintió.
Cada 24 de marzo nos sitúa, inevitablemente, en un punto conflicto. Tal vez por la multiplicidad de sujetos involucrados aquellos años, porque no se trató sólo del Ejército, porque debemos remarcar siempre que hubo complicidad civil. Como fue el caso de la empresa Ledesma en Jujuy, la cual “aportó vehículos y combustibles a las fuerzas de Gendarmería para los operativos de represión” (Karasik & Gómez, 2015: 118). Porque dividió incluso a las familias de los mismos represores: tenemos el caso de Analía Kalinec, quien hubo de enfrentarse a su familia, al no apoyar a su padre –Eduardo Emilio Kalinec–, un policía torturador [6].
Y es ahí donde entra, nuevamente, el enfrentamiento numérico.
3. En honor a la verdad
Quienes se posicionan “en contra” de la cifra de 30.000 lo hacen, según sus propias palabras, en honor a la verdad. En un libro de colaboración entre Daniel Muchnik y Daniel Pérez, podremos encontrar un capítulo titulado “Los supuestos 30.000”[3] (el título, de por sí, no parece gozar de mucha neutralidad). Lo que los autores discuten es la cifra arrojada por el informe Nunca Más de la CONADEP de 1984 en relación a la que se menciona en la edición del 2006[4]. ¿Su conclusión? “Para conocer la verdadera historia es necesario dejar de lado las consignas y los discursos heroicos y concentrar la atención en las cifras contenidas en el Nunca Más, porque a diferencia de las palabras […] las cifras nunca mienten” (Muchnik & Pérez, 2013, p. 198). Nuevamente: las cifras. Lo abstracto.
Videla barajó entre 7000 u 8000 desaparecidos. Tex Harris, diplomático estadounidense en Buenos Aires entre 1977 y 1979, reunió suficiente información para alcanzar los 9500 casos de desaparecidos [7]. En 2006, documentos desclasificados cifraban en 22.000 los desaparecidos entre los años 1975-1978 [8], años del cenit de la represión. El ya mencionado Nunca Más, también del 2006, hablaba de 30.000 desaparecidos.
¿Es sólo una cuestión de precisión histórica? Para algunos sí, para otros ni siquiera eso. Y es que no falta quien, para justificar la tortura/desaparición/muerte de quienes fueron civiles (sin pertenecer a ninguna organización guerrillera), recurriera al argumento del “efecto colateral” de dicha “guerra”. Aunque ése no es un argumento nuevo: esto emanaba de la misma cúpula militar. Como bien señala Salvi:
“La inevitabilidad de los excesos, al mismo tiempo excepcionales y circunstanciales, era el argumento que se buscaba instalar” (2016: 107).
Pero demos lugar a la sensatez: la cifra del Nunca Más pertenece a una época, y no puede considerarse definitiva (mal que pese a los numerólogos amantes de la precisión). ¿Por qué no? Porque no todos hablaron durante aquellos tiempos. Por ejemplo: ¿No pasó algo similar con los ex combatientes de Malvinas? ¿No siguió cobrándose vidas una guerra que había acabado? De la misma manera, podemos pensar: ¿qué garantías tenía un denunciante, al escuchar la Ley de Punto Final en 1986? O incluso en 2006, ya eliminada la “colimba” y con el Ejército fuera del marco de acción política, Jorge Julio López era desaparecido en democracia, a plena luz del día. Nada aseguraba que se estaría completamente a salvo. Esto se aplica también a la cifra de 30.000, que es simbólica y transitoria, porque la verdadera se perdió en la historia (y ni la izquierda ni la derecha podrán ni rebajar ni absolutizar). Aunque esto me repare múltiples críticas negativas.
4. Lo que no se borra
Ya en 1977, el dictador Videla, de gira por Venezuela, hubo de reconocer las desapariciones[5], aunque situó el accionar del Estado en una posición marginal. ¿Su objetivo? Evitar las posibles sanciones por lo que, desde el exterior, ya se denunciaba. Esto significaba chocar incluso con sectores hacia el interior de la Junta Militar. En su discurso de fin de mandato, Videla remarcaba el “honor” de dirigir al Ejército Argentino en lo que denominó “una guerra no deseada, no buscada”[6]. Todos los represores recurrirán al mismo relato: la Argentina se encontraba en un estado de “guerra civil”, “invasión comunista”, “ataques terroristas”, etc. Y de ese estado, sólo las Fuerzas Armadas podían reestablecer el “orden”. De negar las desapariciones, a calificar a los desaparecidos como subversivos, a la discusión en torno a las cifras.
¿Una guerra civil? El argumento oficial difícilmente podría sostenerse. Las organizaciones guerrilleras nunca contaron con suficiente apoyo popular, como sí lo tuvo el EZLN entre la población indígena de México, o las FARC en Colombia. La capacidad militar de las mismas era, por mucho, deficiente. Los ataques del ERP a la guarnición de Azul (enero de 1974) y al batallón de Monte Chingolo (diciembre de 1975) representaron una dura derrota para los guerrilleros, siendo dichas acciones ejemplo de otra de las características de las organizaciones guerrilleras argentinas: carencia de conocimientos militares por parte de sus cúpulas. Tan deplorable fue el conocimiento militar de dichas organizaciones que, en su intento por instalar un foco guerrillero en Tucumán, la cúpula del ERP no tuvo en cuenta la distribución de la población nacional: para la década de 1960, la población urbana representaba el 72,05 % del total y la rural sólo el 28,0%[7]. ¡Sólo por “arte de magia” podría haber triunfado una guerrilla rural, aplicando el foquismo, en un país con un nivel de urbanización tan alto! Podríamos comparar el caso de la guerrilla instalada por el Che Guevara en el vecino país de Bolivia: aún con una población rural del 73,8% del total nacional en 1950[8], lo que podría suponer unas condiciones favorables para instalar un foco, la guerrilla no obtuvo apoyo del campesinado boliviano ni del PC en áreas urbanas, por lo que fue aniquilada en 1967, y el Che –con toda la experiencia guerrillera– fue atrapado y ejecutado. ¿Podría haber logrado un mayor éxito el ERP en Argentina en unas condiciones, de por sí, aún más desventajosas? [9] Sin mencionar que el mismo Juan Perón, por quien tanto habían luchado para que pudiese regresar, en un acto por el 1º de mayo de 1974 termina expulsando a Montoneros de Plaza de Mayo, lo que les cerraba las puertas de la legalidad y marcaba distancia entre el peronismo y las organizaciones guerrilleras. Como bien menciona Jean-Pierre Bousquet:
“El peronismo, a despecho de los cambios sociales que ha provocado, sigue siendo profundamente conservador. Aspira a una mejor distribución de las riquezas sin cuestionar las estructuras del país y predica la colaboración de clases descartando resueltamente la lucha de clases” (1983: 28).
¿Y Montoneros? Los militantes de Montoneros actuaban, sobre todo, en espacios urbanos. Más allá del secuestro y asesinato a Aramburu, su único gran éxito, dedicaron todas sus energías y recursos en mantener a salvo la propia organización. Por eso mismo, su accionar “bélico” se redujo a ataques aislados a policías y militares.
Sin apoyo político ni popular, marginados en un entorno urbano donde difícilmente podían moverse (Montoneros), aislados de la clase trabajadora a la que pretendían insuflar el espíritu de lucha (ERP) y con jefes sin conocimientos de táctica y estrategia militar, nada de esto podría haber representado un serio peligro para la existencia del Estado. Aunque el relato del “peligro” de una “guerra civil” fuese remarcado una y otra vez…
¿Sólo contra “subversivos”? El 26 de mayo de 1977, el por entonces gobernador militar de la Provincia de Buenos Aires, Gral. Ibérico Saint-Jean decía:
“Primero mataremos a todos los subversivos, luego mataremos a sus colaboradores, después… a sus simpatizantes, enseguida… a aquellos que permanecen indiferentes, y finalmente mataremos a los tímidos”[9].
Por último… ¿excesos? Bueno, a esto se refirió Videla. Y Luciano Menéndez: “We are going to have to kill 50,000 people: 25,000 subversives, 20,000 sympathizers, and we will make 5,000 mistakes” [10]
Aquí la típica frase seria: “Pero en toda guerra…” (Y la cuestión ética, que se esquiva cada vez que se habla de números, se instala. Como debe ser).
5. A modo de cierre: un balance
Sabemos que, en todo debate, las cifras son necesarias. Así es cuando hablamos de crecimiento económico o pobreza. También sabemos que las cifras no son neutras, y que los números, dependiendo de qué variable se tome, pueden mentir. Pero cuando tratamos una cuestión como ésta, no nos libramos del fetiche numérico. Lo absolutizamos. Claro está que decir “fueron 8000” los desaparecidos, y luego inventar que “fueron 8000 guerrilleros”, es una estrategia –no muy inteligente, por cierto– de embarrar la cancha. ¿Cambia mucho 8000, 9500, 22.000 o 30.000? Ciertamente, no. Porque en ningún momento se trató del dolor como una escala susceptible de medirse cuantitativamente. No es “menos grave” 8000 a 30.000. La preocupación por la precisión no cambiará el pasado: el crimen seguirá ahí, y ya no puede negarse. Aunque quienes apoyaron el accionar del Estado durante el periodo 1976-1983, sean militares o civiles, sonríen de vez en cuando al tratar el tema de la cifra, aprovechando la polarización de la sociedad, es su forma de decir “después de todo, vencimos”.
Considero útil agregar una reflexión de Martín Kohan sobre el tema:
“La discusión no es entre 8000 casos probados y 30.000 casos no probados. A mi criterio, lo que la cifra 30.000 expresa es que no hay pruebas porque el Estado no da la información respecto de lo que pasó. La represión fue clandestina y fue ilegal, no pasó por ningún sistema judicial, fue tan clandestina como los centros clandestinos de represión y de tortura. Y la cifra de 30.000 expresa que no sabemos exactamente cuántos fueron porque el Estado ilegal, que reprimió clandestinamente, no abre los archivos, no da la información de dónde están los desaparecidos ni la información de dónde están los nietos secuestrados” [11]
Nos queda pendiente responder a la pregunta: ¿Cuál es el límite de la fuerza […] que puede permitirse al Estado y sus agentes? Pero no es mi intención responder por otros. No defendí la cifra de 30.000, porque no es lo que debe discutirse. Por ese motivo, el título del presente texto conserva los signos de interrogación. Cada uno jugará su humanidad al responderla.
NOTAS
[1] La Capital (25 de marzo de 2021). Polémica: Gómez Centurión lanzó a la venta buzos negando los 30.000 desaparecidos.
[2] Mannino, Pablo. (24 de marzo de 2021). Día de la Memoria. Revuelo en Mendoza por un legislador que negó los 30.000 desaparecidos. La Nación.
[4] Véase: https://twitter.com/BalleriniOK/status/1374586601372848131.
[5] Perlinger diría sobre Illia: “Da a usted, uno de los grandes demócratas de nuestro país, la satisfacción de que su último acto de gobierno, fue transformar en autentico demócrata a quien lo estaba expulsando por la fuerza de las armas desucargo”.Véase:https://www.youtube.com/watch?v=5CfS_X8JFOU&ab_channel=AlanPav%C3%B3n.
[6] Véase: Perasso, Valeria. (5 de febrero de 2020). «Mi padre, el genocida»: las hijas de torturadores en Argentina que rompieron su silencio y contaron el «secreto familiar». BBC News. Recuperado desde: https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-51223306.
[7] Rosales, Jorge. (28 de febrero de 2020). Tex Harris: el diplomático de EE.UU. que desnudó los crímenes de la dictadura. La Nación. Recuperado desde: https://www.lanacion.com.ar/politica/tex-harris-el-diplomatico-de-eeuu-que-desnudo-los-crimenes-de-la-dictadura-nid2337924/.
[8] Alconada Mon, Hugo. (24 de marzo de 2006). 30 años después. El Ejército admitió 22.000 crímenes. La Nación. Recuperado desde: https://www.lanacion.com.ar/politica/el-ejercito-admitio-22000-crimenes-nid791532/.
[9] Remarquemos que el mismo Videla había reconocido que: “Por su preparación militar e ideológica, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) era más enemigo que Montoneros; era algo ajeno, otra cosa”. Aun así, el ERP no logró afianzarse en los combates contra el Ejército. Véase: https://www.latercera.com/noticia/ex-dictador-argentino-jorge-videla-admite-que-en-su-gobierno-murieron-7-u-8-mil-personas/.
[10] Silverman, Ellie. (3 march 2018). Luciano Menéndez, former Argentine general convicted of crimes against humanity, dies at 90. Washington Post. Recuperado desde: https://www.washingtonpost.com/local/obituaries/luciano-menendez-argentine-general-convicted-of-crimes-against-humanity-dies-at-90/2018/03/03/940c81de-1e29-11e8-ae5a-16e60e4605f3_story.html.
[11] Véase: Por qué los desaparecidos son 30.000: la mejor explicación.(24 de marzo de 2021). Infonews. Disponible en: https://www.infonews.com/desaparecidos/por-que-los-son-30000-la-mejor-explicacion-n264103.
BIBLIOGRAFÍA
Bousquet, Jean-Pierre (1983). Las locas de la Plaza de Mayo. Buenos Aires, El Cid Editor.
Karasik, Gabriela y Gómez, Elizabeth L. (2015). La empresa Ledesma y la represión en la década de 1970. Conocimiento, verdad jurídica y poder en los juicios de lesa humanidad. Clepsidra. Revista Interdisciplinaria de Estudios sobre Memoria, ISSN 2362-2075, Nº 3 (marzo), pp. 110-131.
Salvi, Valentina (2016). “Entelequia”, “enmascaramiento” y “disimulo”. Las últimas declaraciones de Videla sobre los desaparecidos (1998-2012). Rubrica Contemporánea, vol. 5, núm. 9, pp. 103-122.
Uzín Olleros, Angelina (2015). Genealogía del recuerdo: hacer aparecer las siluetas. Goya: Arandú.
- Estudiante avanzado del Profesorado y la Licenciatura en Historia de la Facultad de Humanidades-Universidad Nacional del Nordeste (República Argentina). El presente artículo fue presentado para un conversatorio virtual sobre el 24 de marzo, organizado por la agrupación estudiantil CEPA el día 26 de marzo de 2021. Contacto: maxipalaciios@hotmail.com. ↑
- Esta versión figura en el Museo Memorial del Holocausto de Estados Unidos (USHMM). Recuperado desde Holocaust Encyclopedia. Link: https://encyclopedia.ushmm.org/content/en/article/martin-niemoeller-first-they-came-for-the-socialists. ↑
- Muchnik, Daniel & Pérez, Daniel (2013). Furia ideológica y violencia en la Argentina de los 70. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Ariel, pp.195-198. ↑
- CONADEP. (2011). Nunca más. Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas. Buenos Aires, Eudeba, p. 8. ↑
- Véase: https://www.youtube.com/watch?v=PgYj5k_FhAo&ab_channel=DiFilm. ↑
- Cadena Nacional: Videla habla sobre la finalización de su presidencia (1981). Disponible en: https://www.youtube.com/watch?v=_-NJARDpxs8&ab_channel=ArchivoHist%C3%B3ricoRTA. ↑
- Recchini de Lattes, Zulma. (1973). El proceso de urbanización en la Argentina: distribución, crecimiento y algunas características de la población urbana. Desarrollo Económico, Vol. XII, Nº48, p. 5. ↑
- Ledo García, Carmen. (1999). Urbanización, pobreza y redistribución espacial de la población boliviana. Scripta Nova, Nº45 (32), 1 de agosto. Véase Cuadro 3. ↑
- Reproducido en: Adamoli, María C. et al. (2014). Pensar la dictadura: terrorismo de Estado en Argentina. Ministerio de Educación de la Nación, p. 38. ↑