Por Jorge Eduardo Yáñez Lagos[1]
Introducción.
Las sociedades humanas se han caracterizado a lo largo de su historia por albergar en su estructura diferentes luchas sociales de carácter reivindicativo; y a partir de esto, surgen distintos movimientos sociales como una respuesta organizada a diversos problemas de índole social.
Asimismo, partiendo de un análisis desde lo planteado por el historiador colombiano Mauricio Archila (2001), el presente artículo pretende identificar distintas perspectivas teóricas que han sido relevantes en el análisis de dichos movimientos. En particular, según el autor, históricamente las luchas sociales en Colombia se han remontado desde los inicios de la colonización europea (siglo XVI).
Sin embargo, conceptualmente el análisis académico de los movimientos sociales es reciente en su aparición, debido a que una serie de variables externas (la “guerra fría”, la revolución cubana, movimientos estudiantiles en Europa y Estados Unidos, entre otros) e internas (coalición Frente Nacional) propiciaron la producción bibliográfica en las ciencias sociales de este tema a partir de la década de los sesenta (Archila, 2001).
Dado lo anterior, los acontecimientos ocurridos en Colombia desde el 28 de abril del 2021 (28A) ¿cómo pueden proyectarse en la conformación de un movimiento social?
Contexto general.
En la última década han surgido múltiples protestas sociales a nivel mundial, en países con diferentes niveles de desarrollo y tendencia política. Particularmente, los casos más recientes y destacados para este ensayo corresponden a Francia (gobierno de Macron), en el cual, el aumento del precio de la gasolina en el año 2018 desencadenó una ola de estallidos sociales. Por su parte, en el caso de Chile (gobierno de Piñera) en el año 2019, un alza en el precio del pasaje del metro de Santiago también desató una serie de malestares generales sobre las políticas públicas del Estado Subsidiario chileno. Al mismo tiempo, en Colombia, como respuesta a la reforma tributaria impulsada por el gobierno de Duque, se llevó a cabo el Paro Nacional del pasado 28 de abril del 2021.
En este contexto, el caso actual de Colombia y emulando los ejemplos de los países mencionados, la manifestación ciudadana también pretende presionar al Estado para cumplir una serie de peticiones ciudadanas. Todo esto con el fin de resolver un conjunto de problemas sociales de carácter estructural. De ahí que, tanto a nivel nacional e internacional, se hace necesario replantear nuevas formas de participación política y cómo los actores sociales buscan relacionarse de manera más horizontal con el Estado. Por lo tanto, el presente artículo, pretende analizar el rol de los actores sociales en su contribución al fortalecimiento de la democracia y el establecimiento de nuevas relaciones entre la sociedad civil y el Estado, basado en lo planteado por Mauricio Archila[2].
Fundamento teórico.
El historiador Mauricio Archila (2001) entiende como movimientos sociales “aquellas acciones sociales colectivas más o menos permanentes, orientadas a enfrentar injusticias, desigualdades o exclusiones, y que tienden a ser propositivas en contextos históricos específicos” (Archila, 2001, pág.18). De esto también se desprende, según el autor, que los movimientos sociales poseen dos aspectos característicos: 1) los actores sociales se movilizan en un terreno ilimitado, que no se reduce sólo al ámbito socioeconómico; 2) y que los movimientos sociales responden a asociaciones voluntarias.
En este sentido, se podría argumentar que los movimientos sociales se conforman por asociaciones de actores que comparten objetivos y necesidades, que se unen de manera voluntaria y buscan generar cambios en una sociedad (no sólo económicos). Vale decir, los movimientos sociales surgen del deseo de generar nuevos valores e instituciones sociales, que varían según las características de cada movimiento. A simple modo de ejemplo, un movimiento feminista pretendería cambiar las relaciones de género que se dan en una sociedad; o bien, un movimiento socio-ecológico intentaría cambiar las relaciones que existe entre la especie humana y el medio ambiente.
De este modo, los actores que conforman los movimientos sociales protagonizan la acción social colectiva, que según lo mencionado por Archila (2001), se describe analíticamente en Colombia durante cuatro momentos históricos: 1) de la lectura funcionalista al vanguardismo proletario; 2) el pueblo como actor social; 3) el despertar de los (nuevos) movimientos sociales; y 4) la hora de los derrumbes y las nuevas rutas.
A partir del primer momento, Archila (2001) aclara que la primera vertiente teórica que intentó explicar el fenómeno de las movilizaciones sociales en el mundo correspondió al paradigma funcionalista[3]. El análisis macro-social aportado desde las teorías funcionalistas intentaba indagar en las causas del subdesarrollo en los países periféricos. Desde esta lógica, el autor señala que las nacientes ciencias sociales en Colombia, en dicho momento, se nutrieron de esos planteamientos.
Posteriormente, arribó a Colombia la corriente marxista en su vertiente leninista. Desde este enfoque teórico, se pretendió encontrar una explicación del conflicto de clases en la acción social colectiva. No obstante, para Archila (2001), tanto el marxismo como la tradición desarrollista tendían al reduccionismo económico en la compresión de los actores sociales. Por otra parte, también se puede mencionar que durante este período histórico florecieron las guerrillas tradicionales como son las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia), el ELN (Ejército de Liberación Nacional) y el EPL (Ejército Popular de Liberación).
En consecuencia, Archila (2001) identifica un segundo momento, en el cual la existencia de actores sociales diversos exigía un análisis más allá del conflicto de clases. En tal contexto, cobraba importancia la conocida teoría de la dependencia alimentada por lecturas críticas del “imperialismo estadounidense” y la CEPAL. A saber, la teoría de la dependencia[4] no se limitaba a la explotación económica por parte de la burguesía al proletariado, sino que, además analizaba fenómenos estructurales más complejos. En este caso, también se reivindicaba el rol del campesinado.
A partir de este segundo momento descrito, Archila (2001) distingue el surgimiento de los nuevos movimientos sociales. Por un lado, la mención histórica por parte del autor a hechos de protestas sociales y represiones políticas en las décadas de los sesenta y setenta en Colombia, los cuales condujeron a un resurgimiento de las demandas sociales con elementos adicionales basados en el respeto a los derechos humanos, en la década del ochenta.
En este sentido, se podría argumentar el surgimiento de unos valores que no sólo enfatizan el desarrollo económico. Estos nuevos valores, tienen una profunda orientación participativa hacia la sociedad y el Estado, impulsando a los actores sociales a conseguir derechos civiles y políticos propios del ideal democrático. Así pues, surgen demandas de tipo pacifistas, feministas, ecologistas, urbanistas, respeto a la diversidad sexual, entre otras. Por lo tanto, las reivindicaciones de los nuevos movimientos sociales transitan hacia otros intereses como la mayor participación política, el logro de mejoras en la calidad de vida y/o el acceso a la vida cultural.
No obstante, el autor recalca que estos nuevos movimientos sociales no tienen necesariamente un carácter revolucionario. Más bien, miran las relaciones con el Estado desde otra perspectiva, planteando relaciones complementarias entre el Estado y la sociedad civil. Por lo mismo, en la construcción de la acción social colectiva, Archila (2001) clarifica que en dicha etapa histórica ingresan concepciones culturales y simbólicas, más allá de la clase social.
Por otra parte, Archila (2001) señala que pese a los avances teóricos en la acción social colectiva y en el concepto de movimientos sociales, aún se añora la búsqueda de un nuevo sujeto histórico. En este nuevo contexto, el autor identifica un cuarto momento, estableciendo que las ciencias sociales no son ajenas a la crisis de los grandes paradigmas tales como el socialismo real, el Estado de Bienestar, el populismo, el liberalismo clásico, entre otros. De igual modo, los actores sociales viven sus conflictos y contradicciones paradigmáticas. Por ello, los nuevos movimientos sociales (y sus demandas) se deben desplegar en este escenario de crisis, frente al aparente triunfo del capitalismo en su versión neoliberal.
Sin embargo, frente a esta crisis paradigmática aún persisten las protestas sociales en el mundo. Según Archila (2001), a finales del siglo XX se puede constatar un incremento de las protestas sociales. Al respecto, para el autor, en torno a la acción social colectiva, la protesta social no responde superficialmente al deterioro económico. De hecho, como denominador común, las demandas ciudadanas perciben situaciones de injusticias e inequidades que no sólo señalan las carencias materiales; sino que, también solicitan una distribución justa a nivel político, simbólico y cultural.
Reflexiones finales.
Bajo esta lógica, las dimensiones culturales y simbólicas en la acción social colectiva contribuyen a un entendimiento más cercano de los nuevos movimientos sociales. De modo que, existe una re-significación de la actividad política. Por lo tanto, en Colombia, las manifestaciones sociales del pasado 28 de abril (28A) en adelante, desde la perspectiva teórica de Mauricio Archila (2001), se podrían considerar como elementos en el marco de los nuevos movimientos. Por consiguiente, las acciones de los nuevos actores sociales resultan trascendentales en la construcción de un ideal democrático de sociedad.
Simultáneamente, el aumento de las desigualdades entre los países y al interior de estos ha generado un explosivo descontento mundial. Siguiendo esta línea argumentativa, se pueden encontrar los aportes de economistas como Thomas Piketty o Joseph Stiglitz.
De esta manera, como menciona Archila, el aparente triunfo del capitalismo en su versión neoliberal ha contribuido a este disgusto. Por ejemplo, en el caso de Chile, el alza de los pasajes del metro detonó un cuestionamiento generalizado al orden económico-político imperante. Frente a este escenario, los (nuevos) actores sociales piden nuevos espacios de participación política, como resultado de unos valores pro-democráticos que no se encuentran esencialmente ligados al aspecto material. De manera que, Colombia no se halla exenta a los descontentos y protestas sociales ocurridos en países como Chile (2019) o Francia (2018).
Bibliografía.
Archila, M. (2001). Vida, pasión y… de los movimientos sociales en Colombia en: Movimientos sociales, Estado y Democracia. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá.
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Sociólogo y licenciado en Sociología de la Universidad de Playa Ancha (UPLA) de nacionalidad chilena, con diplomado en Desarrollo, Pobreza y Territorio (Universidad Alberto Hurtado) y especialización en Análisis de Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL). Cuenta con experiencia en el ámbito de las políticas públicas, relacionadas a la superación de la pobreza y la prevención al consumo de alcohol y otras drogas. También, posee experiencia laboral a nivel de consultoría en Colombia. ↑
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Archila, M. (2001). Vida, pasión y… de los movimientos sociales en Colombia en: Movimientos sociales, Estado y Democracia. Universidad Nacional de Colombia, Bogotá. ↑
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Se puede destacar la tradición sociológica estructural-funcionalista, como un elemento de comprensión analítica a los fenómenos sociales. Véase autores como, Auguste Comte, Émile Durkheim, Herbert Spencer, Pitrim Sorokin, Talcott Parsons o Robert K. Merton. ↑
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“En términos sociales, la teoría de la dependencia miraba, más que a las clases aisladas, a un conjunto de sectores populares sumidos en condiciones de atraso precisamente por el desarrollo capitalista mundial, lo que sugería la creación de un bloque popular que construyera una alternativa de corte nacionalista para impulsar un crecimiento económico equilibrado” (Archila, 2001, págs. 25-26). ↑