Columnas de opinión
La casa que nos vio crecer | Narrativa
Por Giselle Arlette Velasco Matías[1]
Antes esta casa no tenía ventanas, ni parecía un pastel color durazno. El recuerdo más viejo que tengo aquí soy yo, toda despeinada y en calzones, recogiendo naranjas con una mano, mientras con la otra sostengo una muñeca igual de despeinada que yo. Es extraño, no sé qué tan real es ese recuerdo, tal vez es el recuerdo que alguien más me contó y ahora lo utilizo como mío. La verdad es que no tengo memoria sobre muchas cosas de mi infancia. Los juegos, las vistas, las travesuras se me borraron. El recuerdo propio más lúcido que poseo es cuando mi prima Nica empezó a llorar porque se cayó de la cama. Lo recuerdo porque mi papá llegó al lugar de los hechos y me pegó con el cinturón por no haber cuidado bien a mi prima, que es dos años más chica que yo. Ser mayor a veces suele ser un fastidio.
Últimamente me la paso sola en casa, sin otros seres humanos, digo. Aquí llegamos a vivir ocho personas y ahora durante el día solo estoy yo. Me acuerdo que para dormir mis papás colocaban tres sillas a la orilla de una cama para poner nuestros pies, una silla para cada par de pies. Es muy irónico porque ahora tenemos ocho colchones, si nos reuniéramos de nuevo, cada quien tendría su propia cama. Vivimos muy apretados, tanto en espacio como en comida. Mamá compraba un plátano para cada habitante de la casa porque ya no alcanzaba para comprar más. Ella salía todas las mañanas a vender quesos, iba a los pueblos cercanos y era muy conocida por todas las personas. A veces hacía trueque con la señora de la verdulería en Candelaria y regresaba con muchas verduras y frutas. Otras, no traía nada más que una cara de preocupación.
Papá ordeñaba las vacas y trabajaba en el campo. Cuando papá llegaba a la casa y mamá no estaba, mi corazón se aceleraba tan rápido y por alguna razón tenía miedo. Sentía que mi papá se molestaría y empezaría a decir cosas feas de mamá como lo hacía a veces, cosas que me dolían porque eran sobre mi Leer más→
Vaitiara Villagrán | Poemas
Vaitiara Villagrán es profesora de lengua y literatura, tallerista y gestora cultural. Participó en diversas antologías, publicó los poemarios Universa (2021) y Madreselva (2023). Formó parte del Plan de lectura de la provincia de Santiago del Estero, desarrolló proyectos docentes y participó en encuentros y concursos literarios. Sin embargo, si le preguntan a ella, prefiere presentarse como lectora y aprendiz.
Notificación
Cumplo con avisarte que ya no soy la misma,
crucé desiertos
y separé los mares
de dudas.
Mudé la piel unas cuantas veces
y junté en mis bolsillos
todas las piedras que me arrojaste.
Si nos encontráramos en esta tarde,
no podrías reconocerme
mis ojos tienen otro color
después de la niebla del llanto.
Cumplo con avisarte que ya no soy la misma
nadé el océano
de mis vasos de agua
y construí un paraíso con mis costillas.
No podrás encontrarme en esta tarde,
estoy en otros sitios,
más venturosos,
más serenos,
aquí, no me conoce nadie.
Linaje
Entre todas las sombras que me cercan,
la búsqueda del aire fresco,
de la verdad genuina de mi ser incompleto.
El peso de mil años arrastrado
por mujeres de esta casa.
El peso de mil sueños arrastradoLeer más→
El miedo urbano en la alcaldía de Tláhuac
Por María de Jesús López Salazar
Al finalizar el 2017 la Ciudad de México experimentó un sentimiento negativo ante el cual sus habitantes se consideraban inmunes: el miedo urbano, sobre todo porque: “El supuesto oasis que durante años representó la capital Ciudad de México frente al crimen organizado ha terminado por evaporarse con acciones inéditas como el operativo militar de este verano en el sur de la ciudad para liquidar a un capo mediano” (Marcial Pérez, 2017: página Web).
Efectivamente, durante los últimos años –por lo menos desde que Miguel Ángel Mancera Espinosa relevara a Marcelo Luis Ebrard Casaubón en la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal el 5 de diciembre de 2012– los capitalinos han vivido ese miedo urbano entendido como el resultado de la manera negativa en que las personas experimentan e interpretan el espacio urbano. “La idea que subyace es que los individuos ‘leen’ el espacio y calibran los factores protectores, así como los de riesgo. En esta postura es donde con mayor claridad se ancla el miedo a la ciudad, al espacio urbano, (…) en el significado que al espacio urbano le otorgan los sujetos que la habitan” (Filardo y Aguiar, 2010:263-264).
Más aún, el miedo urbano se ha vivido de forma más intensa en la zona oriente de la Ciudad de México. “De acuerdo a la Encuesta Nacional de Seguridad Pública presentada en enero de este año [2017] por el INEGI [Instituto Nacional de Estadística y Geografía], un 95 por ciento de los habitantes deLeer más→