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Enemigos del hombre

Por José A. García garciagguerrero@gmail.com

www.proyectoazucar.com.ar

 A Brian Aldiss

 

 

 

Despertó con el penetrante aroma de la savia inundando cada poro de su cuerpo, como cada día, toda su vida. El mismo olor, la misma situación, la sensación de sentirse rodeado, prisionero en aquel lugar que se esforzaba por mantenerse inhóspito, volviendo inútil cualquier intento de cambio.

Se desperezó estirándose cuanto le era posible en su minúsculo refugio encerrado entre la pared de fría piedra y los troncos chamuscados y astillados; se vistió con sus únicas prendas de yute y, con el mismo movimiento, tomó el cinturón del que colgaban la funda del machete y los dos cuchillos de caza que él mismo había forjado con ansia y desesperación cuando encontraran aquellos restos metálicos de lo que parecía ser un antiguo vehículo que sobreviviera al olvido y la corrosión, en las cercanías del pantano. Ordenó las pocas pertenencias que conservaba, un colgante, el cuenco para el agua y el abrigo que usara en los cortos inviernos de la región. Controló el filo del machete y salió a la mañana.Leer más

¿Por qué no podemos prescindir del teatro?

Por Dora Gema Castillo[1]

Quienquiera que sea usted… Yo siempre he dependido de la bondad de los extraños.

Blanche Du Bois

Por primera vez en cuatro meses, me he dispuesto a disfrutar y opinar de una puesta en escena en formato digital, Un tranvía llamado deseo. Solo puedo decir que Tennessee Williams es un completo salto al abismo que traemos dentro, un tranvía llamado desolación. He hecho lo mismo que hubiera hecho en un teatro é, incluso, he aplaudido al final. No hay sentido en renegar si haremos por un tiempo teatro en un formato extraño, siempre y cuando dispongamos la vida con la misma emoción en tal encomienda. Si me preguntan por qué no podemos prescindir del teatro, colocaría a ese individuo en una butaca, en un sillón, sobre cualquier sitio en que se sintiera cómodo y me pondría a actuar. No es retórico referirse al teatro como aquel lugar al que acudimos a ser espectadores de nuestra propia existencia[2]. Es, tal cual, recordarse lo irracionales, Leer más

Evolución morfológica y cambio semántico de la palabra mano

Ejemplificada en un corpus fraseológico constituido por siete apartados

Por Isaac Gasca Mata

 

“Las palabras que constituyen la lengua de un pueblo
son el reflejo de ese mismo pueblo.
Y, como éste se encuentra en constante evolución,
es natural que las palabras cambien parejamente”
Agustín Mateos
“¡Ojo con las etimologías populares!
Hay mucha “leyenda urbana” suelta,
tanta que a veces resulta difícil
separar el grano de la paja”
Virgilio Ortega
 
Introducción

En el transcurso de nuestro día es común escuchar a alguien pedir ayuda con la idiomatizada frase: échame una mano; o nombrar a un amante de lo ajeno con el cacofónico epíteto de mano larga; o reafirmar la confianza que alguien le tiene a su semejante arguyendo la comprometedora oración metería la mano al fuego por él. Estas frases, apenas un ejemplo minúsculo de los cientos que el hablante promedio emplea para referirse a las experiencias de su vida cotidiana, ya están implícitas en la cultura. Es decir, han sido legitimadas por el uso y la divulgación que los hablantes de una región específica han hecho de ellas. Si bien es cierto que echarle una mano a alguien no significa literalmente que un buen samaritano le arroje su mano al necesitado, o que un mano larga tenga dedos que midan más de 15cm, o que por meter las manos al fuego un valiente se atreva a sufrir quemaduras de tercer grado para garantizar la honradez de un hipotético acusado, las frases se usan y han logrado consolidarse como propias de un discurso socialmente compartido. Aunque denotativamente o en una traducción pierdan coherencia.Leer más