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Policía de balcón y otras incidencias Foucaultianas

José Barrientos (España) es profesor titular de tiempo completo en la Universidad de Sevilla, director de la revista HASER, autor de innumerables libros y artículos sobre filosofía y práctica filosófica. Ha recibido diversos premios y reconocimientos por su labor en la difusión y la creación de proyectos internacionales para la disciplina.

En este texto, con aires sueltos pero de reflexiones profundas, José Barrientos nos lleva a pensar sobre los “policías de balcón”. Explica que este equipo de seguridad gratuito inquieta por una razón personal y otra social. Ambas congruentes con anteponer la consecución de objetivos narcisistas sobre una visión comunitaria. Esto se genera a partir del gran temor que nos ocasiona la muerte, retomando en ello la visión de los estóicos. También, explica los dispositivos de vigilancia creados por Bentham y analizados por Foucault y nos muestra cómo el policía de balcón reemplaza la presencia de millones de vigilantes en la calle para controlar a la población. Su éxito, depende de un marco instalado en cada ciudadano y basado en los sentimientos que en ellos operan. Finalmente, nos brinda una salida de esta postura, apostando por el valor de lo comunitario desde una comprensión social que vea por la interrelación del entramado colectivo, rompiendo con el individualismo imperante.

David Sumiacher

Enviado el: 26 de octubre de 2020

En tiempos en que la realidad parece que nos excede la filosofía es un medio para transformar quienes somos

 

POLICÍAS DE BALCÓN Y OTRAS INCIDENCIAS FOUCAULTIANAS

El indigesto compañero que hemos conocido este año, nuestro COVID19, nos ha sacado de una pretendida normalidad, deo gratia, para instalarnos en una anormalidad distópica. Esta situación ha convertido las series más angustiantes de Netflix en una bagatela, y a Foucault, en un profeta de los últimos tiempos apocalípticos.Leer más

Lucía Ramsay | Poemas

 

Lucía Ramsay (Argentina, 43 años y Profesora en Letras). Exploro, leo y escribo poesía con afán de búsqueda de vaya a saber qué cosa. No creo en los claros linajes, pero me convoca la poesía de Pizarnik, Idea Vilariño, Alfonsina Storni y, últimamente, Sharon Olds. Solo he compartido mis escritos en redes sociales y adopté mi seudónimo como tributo a Virginia Woolf.

 

I

He escrito palabras-piedra,

palabras-zapato, palabras-tiempo

palabras-sueño.

He escrito palabras para regar el jardín,

para morder la arena, para conjurar el vértigo

He escrito palabras-mano,

palabras-lienzo, palabras-pecho.

He intentado forjar palabras

que querían ser palabras

del mundo y del viento.

Y sin embargo,

no doy con el tono exacto

para gritar desde los rincones

este parirme célula a célula

en cada atajo trampeado a la penumbra.

 

 

II

Ya te expliqué:

no soy la mujer blanda de tus sueños.

Mis manos han sido cocidas en el horno de los silencios;

la arcilla de mis pies, tambaleantes todavía,

se deshace líquida en un deambular eterno.

A veces mis palabras son agrias al verso,

al hilo que teje, al sol de los inviernos.

Mi corazón es agreste como el retortuño,

y un niño dócil a las voces del desierto.

Ríos espesos vierten mis venas,

de la tierra mamó duras piedras mi boca.

No me busques en el agua clara.

No me encontrás en el frescor

de los helechos.

Tu patio es grato y calmo,

tu canto líquido sosiega al viento.

Soles extraños habitan mi horizonte y el tuyo.

No te olvides: la roca siempre

desbarranca ciega de la montaña

y no sabe de mediodías

ni rosados atardeceres.

Pero sí, es verdad, lo sé,

nada puede evitar que al final

con el paso del tiempo se desgrane.

 

 

III

Y entonces fue al parir,

en el encuentro con el llanto

que no era el mío,

que dejé de alimentar a los cuervos;

que el retumbar de las sombras

fue acallado por el gemido suplicante

de leche tibia.

Pero un día sin anunciarse

volvieron a convocarme

las voces del desierto.

Y salí a recorrer descalza

la tierra pedregosa

con las espinas de los cardos

lacerándome los pies.

Cargué mi orfandad y mis criaturas a cuestas

y volví a llorar mares de arena.

Pronuncié las plegarias que nadie oyó

y con el pecho hundido

partí tras horizonte incierto.

En el frío de la noche

mi piel se convirtió en

abrigo de otra piel

en la ausencia de estrellas.

Mis manos acogieron la vida

en otras manos

y en el calor con calor

del cuerpo a cuerpo

fuimos echando camino

rompiendo la tiniebla

a manotazo limpio.

Recogí uno por uno los frutos para el alimento,

inventé las mil recetas del olvido.

Y en la mesa de la casa pobre

serví la sopa caliente y la fruta fresca.

Al anochecer arropé a los niños,

los arrullé con cantos serenos

y en el desvelo del paso de las cosas

me abracé a la espera frágil

de un nuevo aclarecer.

 

 

IV

Como la niña, que obediente

avanza a paso firme para recibir

la unción bautismal,

esperé inquieta a que

pronunciaras mi nombre

en el instante epifánico

de erupción de los cuerpos.

Y muda quedé después,

y en mis oídos retumbando,

el eco lapidario del silencio.

 

La policía mexicana y la ley nacional sobre el uso de la fuerza

Por José Luis Hidalgo Morales 

 

  1. Contexto social mexicano del año 2020.

Hay que señalar que el abuso policial no es algo nuevo en el mundo, y sobre todo en nuestro país, no obstante, ha cobrado relevancia en estos meses del año 2020 debido a una serie de incidentes que han surgido en México derivados del actuar de la policía.

Estos casos permiten tener una pequeña visón del actuar policial en diferentes estados de la república, que se ha vuelto un tema de preocupación ya que no solo se vulneran Derechos Humanos, como la salud, la seguridad jurídica y el respeto a la dignidad que tiene cada persona, mismas prerrogativas que se garantiza en la Constitución Política De Los Estados Mexicanos (CPEUM), sino que, a su vez, todos los servidores públicos, como los policías, están obligado a respetar, como agentes del orden, ya que para ejercer en la cerrera policial según la Ley Nacional De Seguridad Pública deben cruzar una preparación Leer más