Por Humberto Orígenes
“El presidente más feminista de la historia”, dijeron. Asignaron por primera vez una mujer a la Secretaría de Gobernación, y por primera vez hay paridad de género en el gabinete de Gobierno. Y, sin embargo, Andrés Manuel López Obrador no puede llamarse aliado del feminismo. Cada 8 de marzo, desde el 2019, se ha convertido en un foro donde hombres mentirosos se rasgan las vestiduras en nombre del movimiento de las mujeres.
El presidente publicó un video el día 7 de marzo desde la supervisión de obras de rescate arqueológico en Palenque. Inició hablando de los avances en el Pabellón de la Reina Roja y después, de pasada, habló de las movilizaciones feministas, de las cuales se dijo simpatizante. Justificó el muro colocado en Palacio Nacional como un método para evitar la violencia, pues adujo la medida a la posible infiltración de la derecha en las manifestaciones. Retomó, entonces, el discurso contra los “conservadores”.
Y no se equivoca, sí es posible que los partidos políticos se apropien del movimiento. Factible, mas no deseable. Incluso, podemos conceder que en todos los partidos políticos existan mujeres con años de trayectoria en la lucha por los derechos de sus congéneres. Pero, entendamos que la raíz del feminismo se encuentra en la izquierda, incluso en el anticapitalismo, pues, recurriendo a Silvia Federici, el capitalismo es propiamente un sistema patriarcal.
En ese sentido, el tabasqueño se equivoca en distanciarse de los conservadores de derecha con respecto a la liberación de las mujeres. La izquierda también puede ser conservadora. Puede, pero no debe, pues ni siquiera la URSS fue antiaborto. Hay que observar, entonces, las contradicciones que suceden entre la derecha y la izquierda en México, por ejemplo, el PAN se ha dicho feminista: ese PAN ultra católico que defiende el estatus de ser vivo de un feto.
En contraste, siguiendo con el tema del feminismo, el PAN y López Obrador parecen conservadores. Mientras aquellos buscan oponerse ciegamente a todo lo que diga el presidente, éste se ha negado a conceder una de las mayores peticiones del feminismo: la interrupción legal del embarazo. ¿Por qué se niega AMLO a favorecer una reforma a la ley? Porque le representa la pérdida de votos de un sector de la población que creció y se educó de una forma distinta. México es machista. Nuestro país es conservador.
AMLO pertenece a un ala de la izquierda ya anticuada y paternalista, en la que el entendimiento con los jóvenes no tiene cabida. Su formación se remonta al priismo clientelar, atento a paliar las necesidades económicas de la población en aras de llenar las urnas electorales. Ese PRI que cedió ante las insistencias por el voto femenino en 1953 pero que asesinó a mujeres en Atenco.
El mismo partido que en los primeros años de este siglo torturó, a través del exgobernador de Puebla, Mario Marín, a la periodista Lydia Cacho, quien descubriera los nexos del priista con una red de prostitución infantil. Ese PRI es el que hoy se asume como “el partido más feminista de México”. Hipocresía en su máximo esplendor. En suma, todos los partidos políticos en México están buscando apropiarse de un movimiento por el cual no han hecho prácticamente nada.
A pesar de esto, debemos reconocer que, si bien los partidos políticos se infiltran en el feminismo, las feministas también se han infiltrado en los partidos; siendo MORENA, ahora sí, quien tiene en sus filas a más mujeres con esta vocación de lucha. Son ellas las que se han opuesto a la candidatura del presunto violador Félix Salgado Macedonio. Sería interesante revisar quiénes en el PRI condenaron los actos de Marín en su momento.
No obstante, que MORENA tenga en sus filas a algunas feministas congruentes, no significa que López Obrador lo sea. Hy que ser claros, el hombre que el año pasado censuró a Beatriz Gutiérrez Müller por quererse sumar al paro nacional del 9 de marzo, no es feminista. Como tampoco lo es Felipe Calderón y su partido lleno de políticos antiderechos. Feministas son algunas mujeres, el resto somos machistas, con o sin proceso de rehabilitación de nuestras masculinidades.
Somos machistas, hombres y algunas mujeres, porque seguimos una tradición patriarcal. Una tradición fomentada por comediantes como Brozo o Chumel Torres que hoy cacarean su repudio al machismo del presidente, pero que antes sexualizaban y objetivaban los cuerpos de las mujeres. Pero una formación machista, señor presidente, no funciona como excusa para no lograr el aprendizaje de otras formas de relacionarse con el mundo.
Hay que decir que un muro representa una negativa a cambiar. Una postura soberbia de quien se niega a escuchar. La fórmula mágica no consiste únicamente en el reparto de dádivas paliativas de las carencias de nuestro país. Pensar históricamente al país no excluye a las generaciones presentes ni venideras. Un pensamiento histórico conlleva la visión de las nuevas necesidades de la sociedad.
Un muro significa que no quiso usted, señor presidente, abrirse al diálogo con mujeres que día a día y durante toda su vida, viven con miedo a que su condición de sexo sea determinante. De nada sirve proponer a mujeres en puestos públicos si no se les van a conceder las armas para luchar y los micrófonos para que sus voces sean escuchadas. A usted le queda aceptar que es presidente de todo el país; no puede seguir apelando a su edad para desconocer las demandas de mujeres.
El feminismo no es nuevo, por más que el ala del PRI a la que usted perteneció fuera “lejana” al movimiento. No puede ignorar décadas de lucha fingiendo que las mujeres no lucharon antes por sus derechos. Si bien es cierto que el panismo se ha metido a desestabilizar la lucha, no puede usted cerrarse absolutamente al diálogo con miles de mujeres que no están afiliadas a ningún partido.
Feministas son algunas. No usted ni su partido, ni Ricardo Anaya, ni Brozo, ni Chumel, ni Calderón, ni el PRI; ustedes son unos oportunistas a quienes la vida de las mujeres no les importa. Ustedes han llenado las redes sociales de comunicadores y líderes de opinión para subirse a un movimiento que nada les debe.