Por Diego Medina, director del ESLAM CUIR CDMX
Antes de comenzar me gustaría recordar las palabras de una amiga: “Ningún desacuerdo teórico justifica una sentencia de muerte; por el contrario, antes de denotar animadversión, considero que la disconformidad es la excusa perfecta para dialogar, problematizar y consensuar posibles resoluciones a los conflictos con los que nuestra condición humana nos hace tropezar constantemente”.
Durante la XIX Feria Internacional del Libro (FIL Zócalo 2019), un grupo de transactivistas increpó a Laura Lecuona, quien participaba en un foro sobre literatura infantil —tema sobre el cual realizó un máster en España—. La confrontación se produjo porque Lecuona es una autora feminista crítica de la teoría queer, del transfeminismo y de las leyes de identidad de género; aunque también realiza trabajos de traducción, ha divulgado su pensamiento en diversas revistas y, recientemente, publicó un libro titulado Las mujeres son seres humanos (2016).
El grupo de transactivistas, bajo la consigna de “aquí está la resistencia trans”, interrumpió la participación de Lecuona, para que, después, el colectivo Resistencia Queer hiciera lo propio. Estas manifestaciones se produjeron sin violencia física, sin amenazas de muerte y frontalmente; momentos después, se retiraron del evento y la presentación pudo continuar. Sin embargo, por la noche de ese mismo día, una mujer transexual publicó un desafortunado tuit en el que amenazaba a Lecuona: “Páguenme para que mate a Laura Lecuona”, lo cual generó rechazo de la comunidad feminista, sectores trans y, desde luego, de quien escribe estas líneas, pero también abonó a los enfrentamientos entre personas de una y otra postura, enfrentamientos que trascienden por la violencia política.
A la media cuartilla ―recapitulando y tratando de comprender lo sucedido―, me he dado cuenta de que no podré hablar de todo lo que se tendría que decir respecto al tema, no obstante, afirmo que sea cual sea nuestra bandera, hace falta escucharNOS, ser más inteligentes para confrontar ideas y, sobre todo, aprender a no concebir un desacuerdo como algo personal.
Así como Lecuona —a mi parecer— puede llegar a tener errores en sus análisis, también es real que existen personajes como Valentina Thelema, quien encarna, precisamente, problemáticas que la misma Lecuona señala, por lo que es indispensable reconocer el legítimo derecho de la crítica radfem a las grietas del transactivismo.
En la crítica que realiza Lecuona hay un problema que reside en señalar a la identidad de género como un instrumento del patriarcado para neutralizar la lucha feminista, y, en esto, no podría estar más en desacuerdo porque justamente la teoría (TEORÍA) queer está en contra del binarismo que opera a favor del heteropatriarcado. Ella misma, en un artículo de la Revista de la Universidad, pone de ejemplo a la comunidad Muxe, expone cómo el heteropatriarcado aprovechó una ley para registrar candidatos varones como mujeres trans hasta que fueron denunciados por la misma comunidad para que perdieran su registro, entonces hablamos —Lecuona habla— de trans auténticos y trans no auténticos (como puede ser el caso de Thelema, por ejemplo). El problema, sin embargo, no es que las identidades trans o no binarias sean una trampa del heteropatriarcado, sino que éste subsume las luchas, como también ha subsumido a algunos sectores liberales del feminismo.
Lecuona habla de una relación de opresores y oprimidas, lo cual —a título personal— me fascinó, porque no son comunes los análisis materialistas dialécticos en México, pero se olvida de fenómenos como la apropiación, que podría ejemplificarse con la Navidad que nació antes de que existiera el neoliberalismo, no obstante éste supo SUBSUMIR, es decir, hacer suya y ocupar para sus fines esta fecha, como lo ha hecho también con el Día de Muertos, el 14 de febrero, el Día de la Madre, las marchas gay y las manifestaciones feministas del partido republicano en EEUU. Desde este punto de análisis es desde donde muchos grupos transactivistas ―y yo mismo― discrepamos de los análisis de Lecuona, pues el conflicto no reside en las leyes de identidades de género, sino en quienes las aprovechan para obtener un beneficio a costa de la apropiación/usurpación, que es donde tanto el patriarcado como el capitalismo despliegan sus dispositivos de poder.
Los argumentos que puedan respaldar lo que Lecuona sostiene son muchos, también los que puedan rebatirlos. En cualquier caso, el debate que ha puesto sobre la mesa es necesario, por eso me parece que ha faltado inteligencia al momento de usar las redes, pues, como buen investigador (chismólogo), he revisado los ataques de uno y otro lado, y me ha quedado claro que las personas afectadas a largo plazo no solo serán Lecuona o Siobhan, sino sus seguidoras, quienes también le han entrado al enfrentamiento.
Por otra parte, la comunidad LGBTTTTIQ tiene grandes tareas adelante, como cuestionar sus privilegios, en especial la comunidad homomasculina ―a la que pertenezco―, que, por cierto, es la más visibilizada del espectro de la diversidad sexual, pues han calcado la heteronorma para ser aceptados en el CIS-tema, tal como lo denunció Sylvia Rivera en los disturbios de Stonewall.
Cuando sostengo que hace falta inteligencia para asumir el debate no quiero decir que estar a favor o en contra sea de estúpidos, sino que no podemos reaccionar con odio a posturas que nos incomodan, por ejemplo, la gestación subrogada es un tema de derechos humanos para el grueso de la comunidad gay, pero no porque se preocupen por las mujeres explotadas, esclavizadas y marginadas, sino porque consideran que es su derecho humano explotar, esclavizar y marginar mujeres.
Dicho todo esto, el problema más grande es el no escuchar desde la empatía, pues el hacer crítica de la identidad de género no quiere decir que la identidad trans esté anulada; el no escuchar desde la empatía también genera odio hacia las mujeres que son llamadas TERF’s sin una reflexión más allá del odio por consigna, algo que raya en lo misógino.
Por último, sí quisiera recordarle a Lecuona que no estamos de acuerdo con su crítica a la identidad de género, pero condenamos la violencia política y de cualquier tipo que haya sufrido, sin embargo, desde el ESLAM CUIR y en compañía de nuestrxs aliadxs, queremos dejar en claro que las trans también son humanas y por ellas lucharemos, pero siempre con responsabilidad de nuestras palabras, actos y objetivos.
Transactivistas, radfem’s y alidxs debemos trabajar en algo: en no generar discursos que enfrenten física, verbal o extrajudicialmente a quienes piensan distinto a nosotros, pues éste no es un problema exclusivo de un grupo. Por ejemplo, durante los últimos paros en la Facultad de Filosofía y Letras y en la FES Acatlán, tras entregarse las instalaciones a las autoridades, aparecieron varias pintas amenazando de muerte, exigiendo la expulsión e invitando a la violencia contra miembros de Pan y Rosas, del MTS (Movimiento de Trabajadores Socialistas) y de AJA (Acción Juvenil Anticapitalista).
Y que no se confunda, no vengo a hacer una apología de ninguna agrupación política, a lo que convocó es a evitar discursos que promuevan la violencia extrajudicial, porque simplemente no podemos tomar la justicia en nuestras manos, al menos no contra nuestro propio pueblo, mucho menos en un país tan desangrado como el nuestro. En todo caso, debemos apelar a la inteligencia —y perdonarán ustedes mi inocencia—, pero sobre todo a la empatía. Seamos responsables de nuestra crítica y las tribunas que tenemos.