Por Itzel Rocillo[1]
María Asunción Sandoval de Zarco logró en 1898 egresar de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, convirtiéndose en la primera mujer en México con el título de abogado. En la actualidad, la Facultad de Derecho de la UNAM indica que la matrícula de primer ingreso está conformada por 50% mujeres y 50% hombres.
La violencia machista que sufrimos quienes optamos por esta profesión no termina en las aulas universitarias, se intensifica cuando salimos al mercado laboral, ¿A qué nos enfrentamos?, en primer lugar, a un estereotipo, las abogadas somos detestables, intratables, porque así son en general los abogados, siempre tenemos razón y tienes que tenernos miedo porque te podemos demandar. Aunque hay muchas imprecisiones técnicas en el enunciado anterior, es un clásico que acostumbran los cretinos cuando no quieren hacerse responsables de sus acciones u omisiones, “soy abogado” dicen, como si fuera una frase mágica que les permite estar justo fuera del marco de la ley. Todo empeora cuando naciste con vulva, se espera de ti que cumplas más requisitos para considerarte buena, los cuales nada tienen que ver con tus capacidades o desempeño, pero si no los cumples serás castigada y puedes llegar a perder el empleo.
Tenemos que gastar buena parte de nuestro salario, normalmente precario, en ropa, zapatos, bisutería, tinte, bolsas, uñas y demás, todo debe ser caro, porque mientras más caro, más exitosa, más valiosa y más bogada. Muchos profesores en las aulas repiten “para ser abogado, primero hay que parecerlo”, ¿Cómo luce un abogado?, ¿Quién determinó que fuera así?, ¿Es inmutable?
En el caso de las mujeres, la frase anterior implica deformarnos al plancharnos el cabello, al usar tacones que ponen en riesgo nuestra vida y nuestra salud, transformarnos con plastas de maquillaje para ser “formales”; tantos artilugios son para conseguir la aprobación de nuestros compañeros varones, muy en especial de nuestros superiores jerárquicos, a quienes les debemos favores sexuales pues tienen la idea de que nos están haciendo el favor de permitirnos trabajar como profesionistas. Por otra parte, tenemos la obligación de enemistarnos con nuestras congéneres, difundir chismes, compáranos, mirarnos con envidia y asentir a todo lo que nuestros colegas hombres opinen porque somos diferentes a todas las demás, la búsqueda de aprobación masculina lo prueba. Lo cual se ve reforzado con el entretenimiento, en su mayoría series o películas sobre abogados.
La lesbofobia es un tipo de discriminación siempre presente en las oficinas, más te vale, entonces, que te integres a la corriente guiada por el racismo, el clasismo y el machismo o serás insultada de la “peor manera” que hay, dirán que eres lesbiana a tus espaldas, por no encajar en la única forma que conocen de ser mujer, ellas se alejarán de ti por asco y miedo a que te les insinúes, como si ser lesbiana te hiciera deseosa sin ton ni son de todas las personas de tu sexo, que conforman exactamente el 50% de la población mundial, los hombres no pararan de fantasear con esto, objetivar lesbianas ocupa gran parte de su tiempo.
Pero no es tan fácil llegar a ser abogada, por tu sexo, es más probable que encuentres oportunidades en el área secretarial, una función históricamente relegada a las mujeres y por ende un puesto de servicio y sumisión, donde la dignidad se desdibuja cuando tu jefe te obliga a soportar humillaciones si quieres conservar tu trabajo y crecer en la estructura algún día, o tal vez obtengas un lugar en la recepción si complaces los gustos patriarcales del momento.
Si no caes en el caso anterior, te enfrentas al menosprecio de tus compañeros de trabajo, que parten de la idea de que no cuentas con los conocimientos necesarios, así que el abogado más inepto y menos competente se ofrece amablemente a explicarte conceptos básicos, de una manera que solo confirma lo que es; el demostrar lo contrario no cambiará dicha situación, la empeorará porque su frágil ego de macho habrá quedado destrozado ante una mujer que está mucho mejor preparada para ejercer que él.
Por desgracia, la mayoría de las veces, cuando una mujer es tomadora de decisiones, te hace preferir a un hombre y a sus insinuaciones sexuales, las cuales son mejores que soportar a una fémina que ha caído en el estereotipo de abogada anteriormente descrito.
La necesidad de experiencia en la carrera de Derecho es muy importante, desde estudiantes es necesario comenzar a generarla, luego, las pasantes son presa fácil de todo esto, los abusos y malos tratos son ejercidos por hombres y por mujeres, pagadas con experiencia y no con dinero, sin seguridad social, acosadas sexualmente por los abogados, denigradas por las abogadas, normalmente no hay quien las enseñe o las guíe, pero se les exige excelencia. Solas en un mundo de hombres, parece imposible llegar a ejercer realmente su profesión y no caer en la prostitución de sus valores, convicciones, sueños, metas o de su cuerpa.
No importa si cambias mil y un veces de trabajo, te enfrentarás a las mismas circunstancias, el sistema no deja de replicarse y te quedas sin alternativas. Mientras más cumplas las exigencias patriarcales, “mejor te irá”; mientras más estés dispuesta a ceder, “mejor te irá”; no está permitido pensar, dudar, replicar o de menos, defenderte, algo bastante irónico, porque se supone que te pagan para hacerlo.
Las profesionistas en general llevamos sobre nosotras mucho más que el peso del salario miserable, siempre menor al de los hombres en razón de la brecha salarial, mucho más que la violación a nuestros derechos laborales o los viajes de horas a nuestros centros de trabajo, después de las jornadas extenuantes tenemos la obligación de cumplir con la imposición de tareas desiguales en el hogar y ni soñar con algo mejor, el techo de cristal, aunque invisible, está presente.
Pero en la oscuridad del patriarcado, hay por ahí guerreras iluminando con su lucha, que día con día pelean para que sus hermanas no tengan que sufrir violencia nunca más, porque las abogadas lo seamos y no pasemos a formar parte de la decoración de las oficinas (que son un infierno contemporáneo por muchas razones), mujeres que se atreven a pensar y nos enseñan a hacerlo, abogadas que ayudan a otras a ser mejores cada día, honrémoslas.
¡La revolución feminista será jurídica o no será!
[1] Desobediente de este sistema que nos oprime y nos define a ser lo que ellos han decidido.