Por Francisco Octavio Valadez Tapia*
En el presente ensayo me propongo reflexionar sobre la amistad en cuanto virtud explicada en la Ética Nicomaquea del filósofo griego Aristóteles (384-322 a.n.e.). Para el análisis acerca de la amistad en el pensamiento aristotélico, he utilizado la versión de la Ética Nicomaquea publicada en el año 2000 por la Editorial Porrúa dentro de su Colección “Sepan Cuantos…” —que le asignó el Núm. 70 y siendo ésta su 19ª edición, junto con Política—, traducida por Antonio Gómez Robledo —quien también escribe la introducción y las notas—.
Entrando en materia, es posible ubicar un pasaje de la Ética Nicomaquea en el cual Aristóteles hace referencia a cinco rasgos inherentes a la amistad:
Es decir, que se considera como amigo (1) a quien quiere y hace por causa del amigo lo que es bueno o que parece serlo, o (2) al que quiere que su amigo exista y viva por su propio bien (…). (3) Otros, por su parte, consideran que el amigo es el que pasa la vida con su amigo y (4) tiene los mismos gustos que él, o que (5) se contrista y regocija con su amigo (…). Por alguno, pues, de estos caracteres es por lo que se define la amistad.[1]
Las amistades, por consiguiente, son aquellas personas buenas que se proporcionan mutuo apoyo para conseguir un bien final. Para nada consiste en una recíproca instrumentalización, sino en una manera de compartir este bien. Por esto es que, de la mano de Aristóteles, es posible aseverar que la amistad es “una virtud o va acompañada de virtud y es, además —continúa el estagirita—, la cosa más necesaria en la vida”.[2]
En apego a la verdad, en ninguna parte de su Ética Nicomaquea Aristóteles sistematizó puntualmente lo que caracteriza a la amistad. Sin embargo, el filósofo griego efectivamente parte de aquel impersonal “se define” para revelar, a través del Libro VIII y del Libro IX —ambos de la Ética Nicomaquea—, a qué se refiere tal virtud. Es, por ende, de la consulta de estos libros que se puede arribar a la extracción de rasgos inherentes a la amistad de acuerdo con Aristóteles. Al respecto, Annas advierte que probablemente Aristóteles “no esté considerando que sean un criterio estricto, pero sí como indicadores de lo mismo, y algunos más convincentes que otros. Sea como sea, afirma que son características que el hombre bueno tiene en su relación consigo mismo, ya que así puede asegurarse ser el tipo de persona que el hombre bueno querría en sus relaciones”.[3]
En la anterior tesitura, Mintof[4] ha propuesto una conceptualización sobre la amistad siguiendo a Aristóteles, y emplea para ello varios pasajes de la Ética Nicomaquea:
- Una amistad desea y hace lo que es bueno para el bien de otra amistad, es decir: “Unos gozan de la convivencia recíproca y se proporcionan mutuamente bienes”.[5]
- De vez en vez, una amistad sacrifica su propio interés por el interés de otra persona que es su amigo o amiga, o sea, la persona justa “obra por lo bueno y lo bello, y tanto más cuanto mejor es, así como también por el interés de su amigo [o amiga], descuidando el suyo propio”.[6]
- Una amistad vive y pasa su tiempo con otra amistad, disfrutando con su compañía. “Es posible, sin embargo, que los hombres de este carácter [de condición áspera] muestren buena voluntad entre sí, puesto que se desean bien y se subvienen en sus necesidades, pero no son precisamente amigos por no pasar juntos los días ni agradecerse mutuamente, que son sobre todo, al parecer, las señales de la amistad”.[7]
- Aunque en el sentido amplio de que las amistades poseen los mismos gustos y gozan de similares cosas, o se afligen y se deleitan mutuamente, pues “pasar la vida juntos entre sí no es posible si no son agradables ni reciben gusto de las mismas cosas, como parece mostrarlo la camaradería”.[8]
- Las amistades íntimas se conocen y terminan familiarizándose. “Es preciso, además, haber cobrado experiencia mutua y alcanzado familiaridad, lo cual es sobremanera difícil”.[9]
- E, inclusive, en una amistad, los sentimientos de una persona hacia otra —a diferencia de lo que sucede con la benevolencia— deben tener deseo e intensidad, siendo algo más que mero afecto.
- La benevolencia ofrece semejanzas con el sentimiento amistoso, pero no es, con todo, la amistad. Puede, en efecto, tenerse buena voluntad a los que no son conocidos y sin que ellos lo sepan, cosa que no pasa con la amistad, como anteriormente se ha dicho. Mas, ni siquiera es la benevolencia una afección, porque no implica intensidad ni deseo, cosas ambas concomitantes a la afección. A más de esto, la afección implica intimidad, mientras que la benevolencia puede surgir súbitamente.[10]
Se trata, así, de llevar a cabo una sistematización de la amistad siguiendo a Aristóteles en su Ética Nicomaquea para reconocer que uno de los rasgos inherentes a la amistad es el de ser una virtud.
La amistad tiene como uno de sus rasgos ser una virtud o ir acompañada de ésta. Siguiendo a Aristóteles: “Los buenos lo son de un modo único, y de todos modos los malos”,[11] a su vez, la persona sabia es aquella que conoce esa “actitud del alma conforme a la virtud perfecta”,[12] que le guía hacia la felicidad y es consciente, por consiguiente, de que “el bien humano resulta ser una actividad del alma según su perfección; y si hay varias perfecciones, según la mejor y más perfecta, y todo esto, además, en una vida completa”.[13] De este modo, la amistad “es una virtud o va acompañada de virtud”[14] partiendo de ser capacidad para amar el bien que orienta a desear el bien, pero no comprendiendo el deseo como falta, sino como una suerte de energía que permite ser y actuar, pues “el bien que tiene razón de fin es la persona; por lo pronto, las personas humanas. Por eso no tiene nada de extraño que la ética aristotélica conceda especial atención a la virtud de la amistad”.[15]
Asimismo, si la amistad viene a ser una virtud o va acompañada de una virtud, ¿se puede hablar de amistad cuando es entre personas malas? En este caso, ¿se tendría que tratar de diferentes tipos de amistad? En respuesta a esto, hay que señalar que sí es posible tratar de diferentes tipos de amistad, siendo algunas más perfectas en comparación a otras; “es posible que aun los malos sean amigos entre sí, y los buenos de los malos, y los que no son ni lo uno ni lo otro de los unos o de los otros. Pero, por sí mismos, es manifiesto que los únicos amigos son los hombres de bien, como quiera que los malos no se agradan los unos de los otros, a no ser que les venga alguna ventaja”.[16]
Respecto de lo anterior Aristóteles añadió que “los malos serán amigos por placer o por provecho, pues en esto son semejantes, mientras que los buenos lo serán por sí mismos, porque en tanto que son buenos se asemejan. Estos son, por ende, amigos absolutamente hablando; aquéllos por accidente y remedando a los primeros”.[17] En otras palabras, las personas buenas aman primeramente el bien y, como antes se ha mencionado, lo aman en y con otras personas.
De igual forma, en este ser amigos o amigas también se proporciona placer y hay interés, pero para nada como causa final, que lo viene a ser el bien. “La amistad por excelencia es, pues, la de los hombres de bien (…), porque lo que es absolutamente bueno y agradable parece ser amable y deseable, y para cada uno lo es lo que para él es bueno o agradable; ahora bien, el hombre bueno es amable y deseable para el hombre bueno por ambas razones”.[18] Todo esto —insisto— en razón del bien, no del placer ni del interés.
Aristóteles propone una división tripartita de la amistad: a) amistades de virtud o de carácter, b) del placer y c) la utilidad. Además, las valora también en ese orden, pues establece características propias de la amistad, tales como el desear el bien del otro por el mismo, la convivencia, el agrado en la compañía del otro, la duración y estabilidad de la relación. Estas características las cumple primero y perfectamente la amistad de la virtud, después la amistad del placer y, por último, casi sin merecer el nombre, la amistad de la utilidad.[19]
Abreviando, se observa en la Ética Nicomaquea que la amistad consiste “sobre todo en amar, y siendo objeto de alabanza los que aman a sus amigos, [por su parte,] la virtud de los amigos consiste, al parecer, en el amar, de modo que aquellos en quien este sentimiento se produce proporcionando al mérito, esos son amigos duraderos y su amistad también”.[20] En consecuencia, cuando no se quiere a la amistad por lo que es —un bien con el que nuestra amiga o amigo va rumbo a la felicidad—, sino como un medio para obtener un bien inmediato —debido a una cuestión de interés o placer—, cuando deja de ser útil, se escudriñarán elucidaciones: “la amistad utilitaria es quejumbrosa. Como los amigos se frecuentan en razón del propio interés, reclama siempre cada uno lo mejor de la transacción, y se imaginan obtener menos de lo que se les debe. Y así, se quejan por no obtener todo lo que desean y que creen merecer, mientras que los bienhechores no pueden jamás satisfacer a todas las demandas de los agraciados”.[21]
En contrapartida, las personas que son amigos o amigas por causa de su virtud se encuentran deseosos por favorecerse de manera recíproca —“pues esto es lo propio de la virtud y de la amistad”—,[22] pese a que en algo porfíen: “Nadie lleva a mal que se le estime ni que se le hagan favores, antes, si es agradecido, tomará el desquite haciendo bien al otro. Y el que en hacer bien al otro se aventaja, no por eso se quejará de su amigo, pues ha obtenido lo que deseaba, desde el momento que uno y otro desean el bien”.[23]
Con relación a lo anterior, Mira Bohórquez explica que:
(…) para Aristóteles el mundo de las relaciones humanas es diverso y complejo, y su tratado tiene también precisamente la intención de mostrar esta diversidad y de destacar de entre todas estas formas de amistad una que sea el tipo de amistad propia de aquellos que viven una vida virtuosa, de aquellos que viven una vida estable según la estabilidad que brinda la armonía interna, la constancia y coherencia en la vida que lleva a los hombres a no arrepentirse, coherencia propia de aquel que tiene un orden interno guiado por la razón que le permite tener una concepción de sí mismo y una unidad interior armónica que además se manifiesta en su relación con sus afectos y su actuar.[24]
Y más adelante, añade:
Aristóteles también busca entonces ese tipo de amistad más profundo (…) guiado por el modelo del hombre virtuoso que no yerra en lo bueno (…). La amistad de los mejores hombres es, por lo anteriormente dicho, la amistad de los mejores amigos, la amistad de los que son mejores como hombres y mejores como amigos. En tanto es en la persona misma en la que se basa la amistad, y las personas son virtuosas, la amistad tiene la estabilidad de la virtud, la bondad difícilmente cambia y la amistad de los buenos es entonces permanente.[25]
De acuerdo con Aristóteles, la auténtica amistad es, por ende, la que viene con virtud, siendo perfecta “porque no le falta nada en el sentido de que los demás tipos de amistad no tienen características que no posea la amistad de la virtud y ésta las posee además perfectamente”.[26] De este modo, en esta amistad de cuña aristotélica:
(…) los amigos no solo son buenos sin más y buenos para el otro, sino además útiles sin más y útiles para los otros, así como agradables sin más y agradables para los otros. Y el hecho de que posea estas características, tanto en absoluto como para el otro, se lo debe también a la virtud, pues solo lo que es bueno en sí puede ser también agradable en sí y útil en sí y no solo bueno, agradable o útil en algunas circunstancias, según algunas contingencias y para algunas personas.[27]
Empero, por lo demás, precisamente porque es “una virtud o va acompañada de virtud”,[28] la amistad es “algo hermoso; y así, alabamos a los que cultivan la amistad, y la copia de amigos pasa por ser una de las más bellas cosas que existen; y aún hay algunos que piensan que los mismos que son hombres de bien son también amigos”.[29]
La amistad viene a ser hermosa porque posee valor por sí misma y se cimienta en la gratuidad:
(…) en ser amados, los hombres complácense por ello mismo, de donde puede inferirse que ser objeto de amor es mejor que ser objeto de honor, y la amistad, por tanto, por sí misma apetecible. Con todo, la amistad consiste, a lo que parece, más bien en amar que en ser amado. Lo prueba el gozo de las madres en el amor que dan. Algunas hay que dan sus hijos a criar en otra parte, bastándoles saber de ellos para continuar amándolos, sin buscar una reciprocidad afectiva (cuando ambas cosas son imposibles), sino que parece serles suficiente, a lo que puede apreciarse, el ver felices a sus hijos, a quienes prosiguen amando, aunque éstos, por su ignorancia, nada les tributen de lo que es debido a una madre.[30]
En definitiva, el argumento silogístico aristotélico, por consiguiente, es el siguiente: la persona buena es aquella que persigue el fin último que es la felicidad y la ruta a seguir es el de las virtudes; la persona buena, asimismo, es la única que puede ser amistad de sus amigas y amigos, y tener realmente amigas y amigos; y esta amistad es más necesaria, cuanto más grande venga a ser su bondad. Por esto, la amistad es hermosa, pues ello aproxima a la persona buena a la felicidad.
* Licenciado en Comunicación y Cultura por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). Licenciado en Ciencia Política y Administración Urbana por la UACM. Maestro en Ciencias Sociales, con Especialidad en Estudios Políticos, por la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ). Doctorando del Posgrado en Estudios de la Ciudad de la UACM. Estudiante de la Licenciatura en Filosofía e Historia de las Ideas y de la Licenciatura en Derecho, ambas de la UACM. Correo electrónico: maestroactor@yahoo.com.mx
[1] Aristóteles. “Ética Nicomaquea – Libro IX. De la amistad” en Ética Nicomaquea / Política, 19ª ed., trad. y notas de Antonio Gómez Robledo, Ed. Porrúa, México (Col. “Sepan Cuantos”, Núm. 70), 2000, p. 120. Los paréntesis son míos.
[2] Aristóteles. “Ética Nicomaquea – Libro VIII. De la amistad” en Ética Nicomaquea / Política, 19ª ed., trad. y notas de Antonio Gómez Robledo, Ed. Porrúa, México (Col. “Sepan Cuantos”, Núm. 70), 2000, p. 102. Los guiones largos son míos.
[3] Julia Annas. “Plato and Aristotle on Friendship and Altruism” en Mind, New Series, Vol. 86, Núm. 344, octubre de 1977, p. 540. La traducción es mía.
[4] Joe Mintof. “Could an egoist be a friend?” en American Philosophical Quarterly, Vol. 43, Núm. 2, abril de 2006, p. 102.
[5] Aristóteles. “Ética Nicomaquea – Libro VIII. De la amistad” en ib., p.106.
[6] Aristóteles. “Ética Nicomaquea – Libro IX. De la amistad” en ib., p. 124. Los corchetes son míos.
[7] Aristóteles. “Ética Nicomaquea – Libro VIII. De la amistad” en ib., p.107. Los corchetes son míos.
[8] Aristóteles. “Ética Nicomaquea – Libro VIII. De la amistad” en ib., p.106.
[9] Aristóteles. “Ética Nicomaquea – Libro VIII. De la amistad” en ib., p.107.
[10] Aristóteles. “Ética Nicomaquea – Libro IX. De la amistad” en ib., p. 122.
[11] Aristóteles. “Ética Nicomaquea – Libro II. De la virtud en general” en Ética Nicomaquea / Política, 19ª ed., trad. y notas de Antonio Gómez Robledo, Ed. Porrúa, México (Col. “Sepan Cuantos”, Núm. 70), 2000, p. 23.
[12] Aristóteles. “Ética Nicomaquea – Libro I. Del bien humano en general” en Ética Nicomaquea / Política, 19ª ed., trad. y notas de Antonio Gómez Robledo, Ed. Porrúa, México (Col. “Sepan Cuantos”, Núm. 70), 2000, p. 15.
[13] Ib., p. 9.
[14] Aristóteles. “Ética Nicomaquea – Libro VIII. De la amistad” en ib., p. 102.
[15] Leonardo Polo. “La amistad en Aristóteles” en Anuario Filosófico, Núm. 32, 1999, p. 477.
[16] Aristóteles. “Ética Nicomaquea – Libro VIII. De la amistad” en ib., p. 105.
[17] Ib., p. 106.
[18] Loc. cit.
[19] Paula Cristina Mira Bohórquez. “El problema de la amistad en la moral” en Estudios de Filosofía, Núm. 41, junio de 2010, p. 69.
[20] Aristóteles. “Ética Nicomaquea – Libro VIII. De la amistad” en ib., p. 109.
[21] Ib., 114. Y continúa Aristóteles: “Ahora bien, así como lo justo es doble: lo justo no escrito y lo justo legal, así también parece que podría distinguirse en la amistad utilitaria dos formas, a saber: una moral o de confianza, y otra legal o por convenio. Y siendo así, las reclamaciones se suscitan sobre todo cuando las partes no cumplen sus compromisos dentro del espíritu de la misma forma de amistad en que los contrajeron. La forma legal, pues, es la que descansa en estipulaciones expresas, y puede ser llanamente mercantil, a toma y daca, ya un poco más liberal cuando es a plazo, pero quedando convenido que se ha de dar a cambio de qué. En esta forma la deuda es clara y no ambigua, pero la dilación tiene un carácter amistoso. Y así, en algunos países no hay acción judicial por estas operaciones, sino que se supone que deben estar a las resultas quienes han contratado sobre la base del crédito. En cambio, la forma moral no descansa en estipulaciones expresas, sino que, bien se trate de donación o de cualquier otra prestación, en todo caso es como si se tratase con un amigo. Y, sin embargo, el acreedor espera recibir otro tanto o más, puesto que no ha dado, sino prestado, y se quejará, en consecuencia, puesto que no le anima el mismo espíritu en la contratación y en la resolución. Esto acontece porque todos o la mayor parte desean lo bello y lo bueno, pero eligen lo útil; ahora bien, si es cosa bella hacer el bien sin esperar nada en cambio, es ventajoso, por el contrario, recibir beneficios”. Aristóteles. “Ética Nicomaquea – Libro VIII. De la amistad” en ib., pp. 114-115.
[22] Aristóteles. “Ética Nicomaquea – Libro VIII. De la amistad” en ib., p. 114.
[23] Loc. cit.
[24] Paula Cristina Mira Bohórquez. Ib., p. 70.
[25] Ib., pp. 71-72. Los paréntesis son míos.
[26] Ib., p. 72.
[27] Loc. cit.
[28] Aristóteles. “Ética Nicomaquea – Libro VIII. De la amistad” en ib., p. 102.
[29] Loc. cit.
[30] Aristóteles. “Ética Nicomaquea – Libro VIII. De la amistad” en ib., p. 109.