Breves reflexiones en tiempos de pandemia

Por Rogelio Dueñas 

Volver a la normalidad, será nuestra derrota.

1.- A partir del 20 abril el gobierno de México, a través de la Secretaría de Educación Pública, estableció la educación básica a distancia como medida para paliar los efectos de la suspensión de clases a causa del COVID-19. Sobra decir que los planes de trabajo recomendados para llevar a cabo con niños y jóvenes durante el “aislamiento preventivo”, distan mucho de tener una calidad educativa real. Lo que me lleva a pensar que el Estado mexicano, quien hoy se pone la careta de bienhechor al pronunciar con falsa melancolía que debemos permanecer encerrados para que pronto volvamos a abrazarnos, es el mismo que durante años se ha esforzado por socavar la educación pública con sus políticas neoliberales; ya sea mediante recortes presupuestales o bien a través de la creación de programas pedagógicos que respondan a las necesidades del mercado global, y que hoy mira victorioso la culminación de la urdimbre capitalista en materia de educación al establecer una modalidad de enseñanza que no supondrá otra cosa que una intensa desigualdad en los resultados de aprendizaje; lo que se traduce en niños y jóvenes con una educación diezmada y que, después de la pandemia, irá en detrimento al igual que la vida misma.

2.- Como si el trabajo asalariado no fuera ya lo suficientemente tortuoso, ahora se nos ha impuesto a cientos de trabajadores la modalidad de trabajo desde casa, que no es otra cosa que el recrudecimiento de las ya de por sí precarias condiciones laborales, y que a su vez se suma a la lista de esfuerzos del capitalismo por extinguir cualquier forma de comunidad. Si bien antes de la pandemia la vida de los trabajadores ya se veía reducida a la tríada interminable de trabajar-consumir-pernoctar, esto último al menos se hallaba alejado del espacio destinado para el tripalium. Sin embargo, bajo las condiciones actuales y hacinados en las ratoneras a las que llamamos casa, los trabajadores despertamos de nuestro “descanso” sólo para darnos cuenta que nuestro espacio más íntimo, aquel que nos había sido concedido para el goce de nuestro tiempo libre, hoy se encuentra invadido por mercancías que “pertenecen” a los dueños de lo robado y herramientas de trabajo que no hacen otra cosa que recordarnos nuevamente lo extenso de nuestras cadenas, y que incluso en tiempos de pandemia, la producción debe continuar. Al fin y al cabo, el trabajo dignifica. 

Y encima se nos dice que los trabajadores debemos estar agradecidos con nuestros patrones por “flexibilizar” las condiciones laborales y no recurrir a los despidos masivos como respuesta ante el pánico; pues cabe recordar que cientos de trabajadores no corrieron con la misma suerte. ¡Vaya fortuna la nuestra! 

¿Éstas serán, pues, condiciones propicias para la reapropiación de nuestras vidas al alejarlas de la mercantilización? ¿Habremos de romper el grillete que ahora estridula en “la comodidad de nuestros hogares”? ¿Permaneceremos inmutables ante el aumento del desempleo, ante la miseria a la que están siendo orillados los trabajadores “informales”? ¿Habrá cabida para la guerra social a pesar de la pandemia?  

3.- En México, desde inicios de la emergencia sanitaria ocasionada por el virus SARS–CoV–2, los distintos niveles de gobierno han cacareado discursos envilecidos por el rancio hedor de la unidad nacional, en donde se ha resaltado que Estado y sociedad han de trabajar codo a codo en la cruzada para contener la pandemia, colocando el aislamiento como la medida más idónea para frenar el contagio; tal y como lo han establecido los “expertos” en la materia. Si bien en un principio las recomendaciones formuladas por las autoridades aún resultaban indiferentes para muchos, el día de hoy, al atravesar lo que se nos ha dicho es el punto más álgido de la contingencia, una gran mayoría de mexicanos ha reducido su movilidad por temor a contraer la enfermedad. Y cómo no, si los mass media se han encargado de intensificar el clima de temor e incertidumbre con su alarmismo característico; abundan en medios impresos y electrónicos toda clase de seguimientos en tiempo real del avance del vírico enemigo que hoy todos tenemos en común. Diariamente somos bombardeados por una minuciosa contabilización de contagios y decesos, incluso por localidad: busca tu ciudad, revisa las cifras y petrifícate de miedo, el virus está cada vez más cerca de ti. Un claro ejemplo de la sociedad teledirigida, por decirlo a lo Sartori.

Más que el bienestar de la población pareciera que se busca alcanzar su completa docilidad para la adecuación de tiempos venideros aún peores mediante la normalización de un virtual estado de excepción. No olvidemos que a lo largo de la historia el sometimiento de los pueblos ha sido logrado gracias a la coerción, la cual encuentra su eficacia sólo si se halla cimentada en el miedo; de esta manera poblaciones enteras no tienen reparo en validar y dotar de legitimidad cualquier medida implementada por el Estado en pos del bienestar de la ciudadanía, aunque ello implique un recorte de libertades disfrazado de confinamiento voluntario. Así pues, una vez más es el terror el mecanismo de control social utilizado para inmovilizar cualquier acción colectiva que haga frente a los estragos producidos por la evidente reestructuración del capitalismo. Una vez más es otro el enemigo a vencer y no el neoliberalismo.

 

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