Victoria Pantoja Campa. Es Ecóloga del fuego, estudiante de Psicología, aprendiz de escritora y de fotógrafa. Utiliza la introspección para comprender y a su vez modificar patrones propios, de esa manera aportar una visión que aporte a cambios en su entorno. Originaria del Estado de México, actualmente reside en Chiapas. Sus intereses principales son: el uso de la palabra, la poesía, el desamor y la vida en pareja. Fiel creyente de la integración dejando de lado la fragmentación del ser. Egresó del Diplomado en Creación Literaria de la Universidad de Ciencias y Artes de Chiapas y del Diplomado en Creación Literaria del INBAL (2020). Ha sido antalogada en la Revista literaria de la Fundación Armando Duvalier. Formó parte de la 2da Generación de la Escuela Feminista Comunitaria de Creación Literaria de la Colectiva Ingrávida.
Carente
Hambrienta
Jura ante las amazonas ser fiel a los principios de autodefensa
/Una voz profunda la mueve de lugar/
Letanías lejanas despiertan su deseo de parir
Extiende la mano, el gitano la lee y la empuja al precipicio
En el laberinto la espera el hombre de las botas sucias
Desequilibrada recibe voces las goteras que la incitan a internarse
Cándida y tarambana confía en sonsonetes que dicen que todo estará bien
Sometida entrega el mando al que repite “Te daré un hijo”
Rota
Ser el aborto de sí misma,
rodar despojada y ciega.
Hibernar sin esperanza de primavera.
Mujer,
mujer,
mujer rota.
Vagina, objeto, despojo.
Condenada a amar, resignada a vaciarse.
Invisible
Incolora, inodora e insípida, trazos precisos la retratan.
Incongruente desea ser vista y yace escondida en lo profundo de su ser.
Inhumana, bentófaga, llena de lodo espera.
Intrépida sale, recibe un aplauso y regresa al fango.
No eres
Posada la luz en ti te evidencia.
Te derrites, ahora eres líquido, fluyes y te escurres.
Tus caretas permanentes caen cual cartas de póker.
¿Cuál de todas era la que provocaba amor?
La escena del crimen es una caricatura.
Tú, el embaucador, eres perdonado por timar a una hambrienta.
Ella permanece en el mismo lugar, ve el lodo que sacudiste de tus botas.
Carga con la culpa, camina sin entender por qué recibió
a una pequeña y sucia criatura que jugó con sus deseos de parir.
Expuesta
Piel arada muestra heridas.
Mujer robusta tiembla ante un hombre frágil.
Luz estelar renueva su mirada.
Sana con el viento y recibe aliento.
El Club de las Jodidas
Las que lo hemos amado somos…
seres lastimados.
Con coraza de ser fuertes
sin serlo.
Unidas formamos el club de las jodidas.
Al conocernos nos odiamos, somos muy parecidas.
Seres quebrados, que buscan reparar afuera
lo rotas que están por dentro.
Ilusas creemos que podremos salvarlo.
Él se sirve de nosotras,
a continuación nos descarta.
Rodar
No volamos juntos, me enseñaste a reptar.
Aprendí a esconderme, me resigné a borrarme.
Me he ensuciado contigo, hombre rata.
¿Acaso esperabas que te sacara de la mierda?
Eres tú quien me ha jalado, ahora ambos amasamos boñigas.
Viento
Duele la luz al chocar contra la herida.
Volver al agua, juntar conchitas.
El viento envuelve los oídos.
El viento llama y el miedo detiene.
Exponerse, vivir consciente de la posibilidad
de volver a caer.
Salvada por una colibrí
Deseaba que te alejaras de él.
Deseaba que él regresara conmigo.
Deseaba que reventaras.
Creí que habías ganado.
Creí que yo había perdido.
Creí que tu ternura y juventud me habían dañado.
Creí que tu mensaje significaba mi muerte,
pero liberada renací.
Pequeña colibrí, el tiempo corre y tu vuelo se detuvo.
Mantienes desplumadas tus alas, tu brillo se ha apagado.
En esa jaula te dedicas a salvarlo.
No puedo liberarte, no me toca.
En cambio, puedo desearte que vueles lejos.
Sálvate, no esperes, como yo, a que otra lo haga por ti.
No sólo soy amor
Responde ante un golpe mi cabeza.
¿Amor romántico? ¿Qué te ha pasado?
Veloz muevo mis memorias. Vuelan las fichas.
El suelo recibe una tarjeta con unas cuantas letras:
¿Es todo? ¡Tan poco daña tanto!
Regreso al archivo y me veo plena en temas.
En mi cabeza han cabido muchos universos.
Mente acelerada y loca, con derroteros inciertos.
Los seres que me habitan me ponen ebria.
Agarrada de ellos saldré del laberinto.
¡No moriré de amor!
Te percibo
Desde lo alto de una azotea extiendes tus manos. La brisa acaricia tus mejillas. Estás sola. Eres libre. Expulsaste de tu nido al hombre al que cedías el poder de tu alma, al que tomabas como recipiente para dar forma a tu ser líquido, a tu ser fundido… siempre dispuesta a ser para él, dispuesta a existir por él.
Los pies plantados en el presente, tu columna se coloca vertebra por vertebra hasta sentir la parte más alta de tu nuca. Montada en el presente adviertes tu valía. Destilas aromas carnales, estás viva, agradeces tu existencia y descubres que entre tanta decadencia te has encontrado.
Reconoces las fantasías creadas para no ver la deformidad de la espalda y las discapacidades que vivía el huérfano violento y desvalido al que intentaste adoptar. Hincha tus pulmones, sopla y sopla para derrumbar la estatúa que habías erigido para hacerlo amable. El tirano cae y también ves lo humano en él, en su desnudez te liberas del odio y puedes volar.
Nido
Rento un espacio para guardar mi alma.
Anido en él como un ave oscura que necesita del viento.
Resisto a las tempestades.
Mis ojos no paran de llorar.
Mis plumas han crecido.
Ostento un nuevo pico.
Reconozco mis cambios.
No admitiré a otro embajador del dolor
en ésta, mi guarida.