Vaitiara Villagrán es profesora de lengua y literatura, tallerista y gestora cultural. Participó en diversas antologías, publicó los poemarios Universa (2021) y Madreselva (2023). Formó parte del Plan de lectura de la provincia de Santiago del Estero, desarrolló proyectos docentes y participó en encuentros y concursos literarios. Sin embargo, si le preguntan a ella, prefiere presentarse como lectora y aprendiz.
Notificación
Cumplo con avisarte que ya no soy la misma,
crucé desiertos
y separé los mares
de dudas.
Mudé la piel unas cuantas veces
y junté en mis bolsillos
todas las piedras que me arrojaste.
Si nos encontráramos en esta tarde,
no podrías reconocerme
mis ojos tienen otro color
después de la niebla del llanto.
Cumplo con avisarte que ya no soy la misma
nadé el océano
de mis vasos de agua
y construí un paraíso con mis costillas.
No podrás encontrarme en esta tarde,
estoy en otros sitios,
más venturosos,
más serenos,
aquí, no me conoce nadie.
Linaje
Entre todas las sombras que me cercan,
la búsqueda del aire fresco,
de la verdad genuina de mi ser incompleto.
El peso de mil años arrastrado
por mujeres de esta casa.
El peso de mil sueños arrastrado
por mujeres de esta casa.
Repeticiones abruman
como fantasmas.
La memoria en la sangre,
Enraizada.
Llanto de siglos
en esta tierra.
Agua sin culpa
Agua de sueños rotos
Ojos cántaros
Ojos lluvia
Mojamos esta tierra de tanto llanto
que floreció una tarde
en las mujeres de esta casa.
Retorno
En mis sueños
caigo continuamente.
Arrastrada por el destino inclemente
de un espíritu hambriento de libertad.
Escapo de las formas,
siendo encierro y abandono.
La tristeza es un trozo más del cuerpo
que arrastro
como carroña deseosa
de vivir.
Si me salieran alas
me libraría de mí en este instante,
para fugarme lejos
donde pertenezco
a la tierra oscura
porque semilla soy
y sé
que mi muerte sólo es fugacidad,
y sé
que mi muerte
sólo es fantasía.
Yo vuelvo siempre
florecida.
Imperfecta
En mis momentos de felicidad
apareces.
Vos, el juez
inclemente
de la perfección.
Y me avergüenzo
de mi pasado
de mi vida
de mis sueños
que son altísimos
de esta boca
que habla tanto
y este cuerpo.
¿Todos los cuentos de princesas te creíste?
No quiero ya tu amor
ni tu perdón.
Redimirme no pretendo
ni cambiar mi imperfección.
Así me quedo.
Una última vez
pido perdón, aunque tal vez sigo mintiendo.
No soy perfecta, es verdad.
No soy perfecta para vos
porque no quiero.
Dádivas
Te cedo el canto de los pájaros por la mañana,
el olor a lluvia un domingo,
el pan recién amasado y el estómago lleno.
Te cedo la lluvia de estrellas y mis sabores de helado,
te cedo las últimas horas de la madrugada
y el insomnio antes de un día especial.
Te entrego los girasoles que siempre amé
y las frutillas de la ensalada de fruta.
Te lo cedo todo, sí,
firmo los documentos que hagan falta,
ante jueces y testigos
yo proclamo
no quiero llevarme nada,
todo es tuyo.
Te entrego los paisajes que guardan mis ojos
y los secretos que te perturban.
Te cedo la palabra,
incluso la mía.
Pero no creas ni un instante que has vencido,
soy la diosa de las dádivas.
Te cedo las luces de todos los astros,
el rocío húmedo en el rostro
y el sol suave en el horizonte.
Te cedo el árbol de mandarinas
que planteaste para mí
y los misterios de la noche.
Te entrego todo lo que aprendí,
mis ojos expresivos
y mi rostro atormentado
cuando descubrí que lo querías todo.
Pero no creas ni un instante que has vencido
soy la señora de todos mis despojos.