Rogelio Dueñas (Ciudad de México, 1987). Autor de tres poemarios. Ha colaborado en publicaciones como Revista Clarimonda y Los Bastardos de la Uva. Coordinó el taller de poesía en la Casa del Poeta José Emilio Pacheco. Su obra ha sido incluida en antologías nacionales y extranjeras.
EN EL CERRO DEL VIENTO
Basta con desvencijarse
la carne en sus banquetas
para alcanzar a sentir
el hedor de los muertos
entrando por los poros
Sólo así se logra paladear
el agrio néctar de una certeza
que comienza a llagarse
Sabemos que el final será terrible
y que no basta con asirse al pánico
Tenemos que curtir el paso al azogue
de un amplio crepitar de sueños marchitados
Y sin embargo hay que doblar la apuesta
en esta partida de madre
aunque se pierda
aunque el agua amarga de los días
al cuello nos llegue
Sus calles son celdas de castigo
dentro de esta enorme bartolina mexicana
Lapidan todo atisbo de dulzura
Su piel bruñida se colorea
con sangre de inocencia
Se empeña en macerar aquello
que no apeste a derrota
Aquí no hay lugar para la calma
ni para el azoro ante las balas
alojadas en las sienes
Esto es en fuga
a una voz
En un tiro se ve todo
En Ecatepec se gesta esa tempestad
ese alarido de muerte prematura
Es ese ventarrón de crímenes violentos
que no cesa de resonar en las ventanas
Es la persecución de la ternura
como el más atroz de los delitos
Es una mujer generosa
desmoronándose
ante el aullido de su hermana
Su savia es nocturna y brota del caño
Acompasa su aroma a mierda
al tartamudeo musgoso de los tiroteos
A la tenue membrana de la niñez
le da el tiro de gracia
Su condición rapaz
hace sonar sus sinfonías de duelo
Con cada bala perdida
su cólera se enquista
en los muros del terror
No arredra el pulso
al momento de escribir
nuestro epitafio.
EL AGUA AMARGA DE LOS DÍAS
Me abre en canal
el rayo ciego de tu ausencia
Una escombrera
ennegrecida de suplicio
en mis entrañas fecunda
¿Con qué manos desatar
el nudo ciego que hay
en mi garganta si las mías
están asidas a tus muslos?
¿Bajo qué lumbre encandilar
el agua amarga de los días?
Aciaga
la tarde
me sepulta en el rencor
Es entonces
cuando acopio
las esquirlas
de mi voz llamándote
Qué ganas de que entre nosotros
sólo medie la carne desnuda
Una caricia intempestiva a media luz
Un beso franco para aliviar la sed
y no esta hoguera consumida por el miedo.
1.3.1.2.
Ahí vienen los cerdos con su alarido de plomo
Con el hedor a muerta luz que deja la ira
Se les ve por los callejones
rascándose el culo
pasando báscula
Poniendo el dedo acusador
en el gatillo
Esnifando la raya de coca
que otorgan los patrones
Padroteando putas
Destripando infancias
Botando restos de mujeres
en los vertederos
de una zona necropolitana
Apurados por urdir ardides
que logren perpetuar
sus viandas matinales
sus bocados de mierda
sus quietos espejismos
de hombres rudos
¡Impotentes bestias!
Llevamos cuenta de
cada uno de los apañes
De las patadas en los güevos y
aquellas borracheras que
con sus revisiones de rutina
ensombrecieron
Razia de bronce
Gorilas de una
dictadura de
democracia enmascarada
Gracias por llevarnos
de la gracia a la galera
Por ungirnos en la frente
la impunidad y su gargajo
Por estrellar su
tolete pacificador
en nuestras noches
Pronto les reventaremos
su falsa honorabilidad
El barrio no se aguanta
es fuego encrespado y
quiere ver su sangre
entibiando el pavimento
Advertidos quedan:
Bailará bertha en sus tumbas
de gloriosos oficiales.