Por Gretchen Kerr Anderson
Las mujeres son la fuerza del futuro (…)
Wonder Woman
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Era una tarde cualquiera en la ciudad, donde una protesta se hacía escuchar con sus gritos y lemas. Liz estaba en la primera fila de la manifestación por los derechos laborales. Con su camiseta de «Soy una trabajadora y merezco más» y su pancarta que decía “¡No al recorte! ¡No al sistema!”, se sentía invencible.
Mientras gritaba consignas sobre salarios justos y condiciones dignas de trabajo, no se dio cuenta de las oscuras nubes que se arremolinaban encima de su cabeza. Era una señal para cualquier persona con un poco de sentido común, pero no para Liz.
—¡No dejaremos que el capital nos aplaste! —exclamó, mientras algunas gotas ya comenzaban a caer.
Primero fue una ligera llovizna, que pronto se convirtió en un torrente de agua a cántaros. La multitud se desmoronó como un castillo de naipes. Liz, inmune a la desbandada, levantó aún más su pancarta, incluso cuando un rayo iluminó el cielo y un trueno resonó como un tambor de guerra.
—¡No nos detendrán! —gritó, desafiando incluso a los elementos naturales.
En ese momento, un rayo cayó sobre ella. Un destello brillante y un estruendo ensordecedor la envolvieron. Cuando la tormenta se disipó y la tierra volvió a su aburrida monotonía, Liz estaba en el suelo, inmóvil y empapada, como un gato que ha tenido una experiencia realmente desagradable.
Despertó horas más tarde en un hospital, rodeada de máquinas que pitaban, médicos que hablaban en un lenguaje técnico y una enfermera con cara de aburrimiento. Después de unas horas de pruebas y un exceso de café que podría haber alimentado a un pequeño país, Liz fue dada de alta. Sorprendentemente no había sufrido ningún daño producto de la descarga.
Pero al salir algo extraño comenzó a suceder. A medida que caminaba por la calle, notó que la gente la observaba con fijeza, algunos le tomaban fotos o se apartaban sorprendidos de su camino. Al llegar a casa, se asomó al espejo. ¡Sorpresa! Tenía un nuevo brillo en los ojos y un cabello que parecía estar perpetuamente despeinado.
—¡Soy una superheroína! —exclamó, incapaz de contener su risa.
Cuando intentó concentrarse en sus nuevos poderes, de repente comenzó a levitar un par de centímetros del suelo. Pero no era solo levitación. Liz se dio cuenta de que podía hacer que sus mandatos se cumplieran con un simple chasquido de dedos, siempre y cuando la persona escogida estuviera diciendo una mentira en el momento de la petición.
A través de la televisión transmitían un segmento de noticias, donde un par de funcionarios de la empresa se refería a los disturbios provocados por los protestantes de la manifestación en la que Liz había participado. Decía que ellos proporcionaban salarios dignos y un horario laboral justo para sus trabajadores, además de que contaban con todas las medidas de seguridad e indemnización en caso de accidentes laborales. La chica sabía que todo eso era pura demagogia.
—Quiero ver a esos funcionarios de la compañía temblando, por mentirosos.—pensó.
Su deseo se convirtió en realidad cuando los ejecutivos empezaron a temblar ante las cámaras… absurdamente, como si tuvieran una urgencia extrema por ir al baño. Hicieron un total ridículo.
Un par de semanas después, con su nuevo alter ego oficial, “Progress Woman”, se dedicó a robarle el protagonismo a quienes consideraba opresores.
—Dame un sueldo justo o te levitaré hasta el cielo —les advertía, mientras tomaba selfies y publicaba su hazaña en redes sociales.
“¡Amo los derechos laborales!” firmaba al pie de cada foto.
Desde ese día, Liz no solo estuvo involucrada en la lucha a favor de los trabajadores; también se convirtió en la sensación de las redes, y gracias a su increíble sentido del humor, se ganó el corazón de todos.
Nunca pudo determinar si los poderes que obtuvo fueron un regalo de la tormenta o simplemente consecuencia de su ferviente actitud. Pero una cosa estaba clara: mientras hubiera luchadores por la justicia, siempre habría una tormenta popular lista para darles un empujón… o tal vez convertirlos en superhéroes sarcásticos. Porque, el verdadero poder no viene solo de los rayos, sino de la voluntad de ponerse de pie y enfrentarse a las adversidades.
Y así, Progress Woman, una heroína empoderada, voló hacia un futuro donde la lucha nunca se detendría —y las risas tampoco.