Por Rodolfo Vázquez Jiménez
¿Quién se lo hubiera imaginado? que durante décadas se fuera germinando poco a poco, oculta y latente, una rebelión. A veces se hacía notar levemente, otras era tan silenciosa que sólo ocurría en el interior de las personas más sensibles en el inconsciente; la cultura millenial volvió al hombre más sensible, podríamos decir más dulce y tierno, preocupado por su apariencia, volviéndose metrosexual hasta el punto que lentamente, poco a poco, como perla en una ostra, perdió lo masculino, lo viril, cazador, dominante, protector, de gesto fuerte y varonil, preocupado por su hogar y familia; el sostén económico de la familia, la comunidad y el país desapareció. Ese prototipo de “varón” ahora no existe, se perdió, se disolvió.
Esta revolución de género, por llamarla de algún modo, pasó a tornarse independencia, dejando secuelas irreversibles, el hombre “varón”, no opuso resistencia, todo este cambio puso al mundo de cabeza literalmente, el mundo conocido; lo azul para el niño, lo rosa para la niña desapareció, ahora todo es diferente, utópico y nuevo, el hombre perdió su fuerza y agresividad que lo caracterizaba para ser dulce y cariñoso y la mujer se volvió la especie dominante, poderosa, algunas abejas reinas: como presidentas, senadoras, dueñas de consorcios, de industrias y hasta dueñas de países; otras abejas obreras: doctoras, abogadas, comerciantes, aviadoras, etcétera. Todo esto sucedió aún en los países donde el hombre “varón” prevalecía.
El pasado yo lo encuentro muy distante, pero a pesar de la revolución de géneros, sigo siendo a la antigua, de la vieja escuela, diría tradicionalista, conservador en ese aspecto, sencillo e idealista. He de agregar que ni todas las personas inteligentes, sabias, visionarias, pudieron hacer nada, absolutamente nada… sin embargo, a pesar del cambio colmenar yo coexisto en este nuevo mundo mundial ¡ja ja!
Rumbo al trabajo, abordo el metro de la Ciudad de México, parece colmena en plena actividad, miles de abejas obreras y pequeños zánganos se trasladan por sus líneas, puedes imaginarte que viajan en su mayoría abejas obreras que se dirigen a sus empleos, a cumplir con sus tareas. Entro con nerviosismo e inmediatamente una de ellas se levanta para cederme el lugar guiñándole el ojo a su compañera con sarcasmo, significando su dominio de género, ¡siéntese, un hombre no debe ir parado! Uno se siente intimidado, ¡alerta!, estas abejas obreras no se andan con juegos, te desvisten con la mirada lasciva, te manosean al menor apretón, el acoso y la violencia de parte de ellas es extremo, no se oculta a la vista de nadie, diría que más agresivo que en el pasado cuando el macho agredía a las hembras. Al salir del metro, finalmente, temeroso, camino por las calles de la Colonia Buenavista, se encuentra llena de obras en construcción, por lo tanto, las abejas albañil están presentes en demasía como es de esperarse y los piropos, chiflidos y frases obscenas hacen que apresure el paso. Los Ministerios Públicos, donde se levantan las denuncias, se encuentran llenos de expedientes de hombres maltratados exigiendo justicia y pensiones alimentarias. Me pregunto ¿en qué momento la mujer se volvió tan agresiva y poderosa, como abeja obrera, y perdió su delicadeza y feminidad?
Esto es lo que pasó, el hombre y su gremio, ahora zánganos, ocultó la verdad siempre, era tan devastador saberlo, acababa con siglos y siglos de mentira, de someter a las mujeres, la religión siempre lo ocultó, ¡DIOS ES MUJER! Lo supimos cuando regresó, en su Apocalipsis, curiosamente era el nombre de su nave, y los jinetes eran los propulsores dimensionales que tenían colores, ¡todo era mentira! La Abeja Reina Madre de todos, diosa de todos, creadora del Universo y sus seres, regresó a poner orden en su colmena y supimos que la naturaleza no miente. Las hormigas y abejas son gobernadas por reinas, que tienen miles y miles de súbditos, la Abeja Reina Madre puso un auténtico orden, control y organización. En la naturaleza, quiero decir, el zángano solo sirve para fecundar a la abeja reina, vive para una sola copulación y después es desechado y pisoteado; cuando el alimento es escaso, los tiran de la colmena y estos inútiles que ni siquiera saben comer por sí solos, morirán de hambre afuera y ninguna abeja sentirá piedad por ellos.
A diferencia de la abeja reina, la nueva mujer descubrió que no necesita machos zánganos, porque la mujer siempre por siglos ha cuidado del hogar, del zángano y las crías. Como es de esperarse, con los años y el maltrato, descubrió que no necesita a estos inútiles, si quiere sexo va y lo consigue; solo es una necesidad más, una función biológica de periodos de fecundidad y, por lo tanto, controlable y pasajera. Hoy, una mujer con dinero tiene todo lo que quiere, si desea un hijo se da a la tarea de buscar un hombre atractivo, sano, inteligente y le paga, simplemente lo utiliza para la función biológica, ya embarazada lo olvida, anhela un hijo nada más, no dos. Los matrimonios de hombre y mujer dejaron de existir, ahora se casan mujeres con mujeres, los machos muy poco, y la monarquía colmenar es absoluta.
En mi mente, loca por esta realidad, recuerdo que a todos los mexicanos nos enseñaron en las escuelas y, para rematar, en su mayoría las maestras: que la Revolución Mexicana inició el 20 de noviembre de 1910, fue la lucha para quitar el poder a un dictador, donde la presencia de la mujer fue indispensable, iban con sus esposos, novios, padres y hermanos, cuidaban a sus hijos y a los hijos huérfanos, educaban, cocinaban, curaban heridas y todavía ayudaban cargando los fusiles en la batalla, el hombre en la lucha sólo tenía un destino y tarea ¡morir!, quien se quedaba con la carga de los hijos y sin apoyo económico y moral era la mujer, sola enfrentando el mundo. Claro que de ellas no daban sus nombres, sólo de los héroes se hacían biografías.
Pero de qué me admiro, si mal no recuerdo, en el propio Edén, Lucifer ofreció primero la manzana del saber a Adán, quien la rechazó, por temor a Dios o por terror a ser osado; luego prosiguió a ofrecerla a Eva que inmediatamente la aceptó, solo por este acto la iglesia, luego la inquisición, mató, torturó y acusó a las féminas injustamente de ser el pecado original y la seducción de los hombres. La iglesia colocó a la mujer por debajo del hombre, subyugada y controlada, el hombre macho se puso en un pedestal de poder infinito que parecía nunca acabar, pero no contó que la naturaleza restablecería el orden nuevamente, a lo mejor debió ser así desde el inicio de las civilizaciones.
Pero en fin, qué se puede hacer, muchos hombres están felices con esta nueva organización colmenar como zánganos, tenemos tiempo para mirar la televisión que ahora es tridimensional, ponernos bellos con nuevas cirugías, implantes de todo y pues tenemos que salir a conseguirnos el pan del día, si no hemos encontrado una abeja obrera que nos mantenga; y yo, en este nuevo “yo”, le he encontrado el gusto a mi nuevo oficio, la prostitución, quien quiere diseñar casas, si los machos no servimos para otra cosa que complacer a las damas abejas del mundo colmena.
La fantasía de todo mangina cuernudo, chilango tenías que ser.