Un viaje entre lo inasible, enfermedad, fuego, música y poesía
Por Estefanía Yetzel
Lo inasible
I
Por la noche, antes de la madrugada, entré por los pliegues de aquella cueva, al interior de la prenda, por sus mangas; me cobija, me calienta, mi cabeza se ajusta a la gorra de la prenda cuando jalo los cordones. En el sueño descubro que aquella mancha de sangre es una pintura rupestre; una mano simulando un Sol y debajo de él una tribu siembra y corre entre los trigales que el Sol alumbra, es la definición de algo primitivo que anhelo y al mismo tiempo es el pulso que me mantiene viva. Contemplo la pintura por un momento y te busco con la mirada, por los recovecos de la cueva, busco tu abrazo, el abrazo que nos dimos cuando éramos aun unos desconocidos, continúo recorriendo la prenda, imagino que estás al fondo de ella, me toco el rostro como aquella vez que me pediste permiso para palpar y reconocer mis gestos, el algodón desgastado como estos labios y manos frías encuentran en la prenda algo que es inexplicable y misterioso, por un momento no me asusta la sangre, no me preocupo por saber de dónde proviene, no me ocupa el por qué sigo sangrando y continúo pintando dentro de la cueva. Estrellas que sirven de cielo a una manada de mamuts, un pantano y helechos. ¿Qué es esta prenda? comienza a sonar una melodía, quiero saber de dónde proviene, cierro los ojos y como ciega me guio por las notas, siento el calor de la prenda, así que abro los ojos y me doy cuenta que hay un fuego que se acrecienta y alumbra, las pinturas se mueven, bailan como si una brisa las agitará, su silueta y espíritu baila al compás de las notas y en ese baile aparece el uso, las marcas de los días que habitaste la cueva, cuando despierto he olvidado todo, apenas algunas imágenes tenues que quiero reconectar para contar lo que vi en sueños. Y me digo a mí misma:
No olvidaré esta sensación; de convertirme en río, líquida, casi transparente, sentir el fluir de un líquido tan vital como la sangre entre las piernas, mojar la tierra, las sábanas, mojar lo profundo, mojar lo que no debería de mojar, nunca olvidaré este sentir que me derrama.
Cuando me levantó, me sobreviene un golpe en el vientre, una oleada, son peces horrendos, peces resbalosos que salen de ti, aquellos coágulos de sangre son como peces resbalosos y horrendos que salen de mí. Detesto que la gente a mi alrededor me diga que estoy muy pálida, porque es cierto, porque es verdad, llevó un mes con 26 días de sangrado, le ruego a Dios que me deje en paz, que me dé salud, que me dé una oportunidad. Pero yo no creo en Dios, o tal vez sí, pero no para rogarle, así no funciona la cosa, no das para recibir. El acto se trata de dar sin esperar nada a cambio ¿o no? quizás sí creo en Dios, pero sólo para leerle mis poemas. ¿debería escribirle oraciones? yo no escribo oraciones, yo escribo conjuros. Estoy perdiendo todos mis nutrientes, eso ya lo sé, lo que no sé es cómo parar el sangrado que avanza de un mes a cuatro meses, lo que no sé es en qué momento las pastillas anticonceptivas fueron las detonantes, lo que no sé es qué diagnóstico es verdadero y cuál es falso, sinceramente tampoco sé si es cáncer o síndrome de ovario poliquístico (SOP), si es un desajuste hormonal o si fue el té que me tomé, no sé si es de herencia, no sé si quitarme la matriz como me dijo un ginecólogo o embarazarme como dijo otro, un poco más estúpido que el anterior, llegó a tumbos al baño y me consuelo repitiéndome que cuando acabe todo esto, voy a escribir mi próximo libro, porque es lo único que deseo en este momento.
Refugio
II
Los niños me muestran sus peluches; un dragón azul con alas turquesas y un oso, preguntan si yo tengo peluches y les digo que sí, que duermo con ellos; un mono que me acompañó a Oaxaca y un pan con ojitos muy cute y que es de extraña procedencia. Pero a veces, duermo abrazada a aquella prenda que no es mía pero que ya es mía. Entonces, me quedo pensando en la infografía que leí hace días donde trataban de desmitificar que dormir con peluches no es sólo para pequeños, en realidad ayuda a regular el sistema nervioso, sin embargo, aquella prenda no es un peluche, ni un dragón afelpado de alas turquesa, no es un oso, ni un mono o conejo tierno. Aquella prenda es, en todo caso, un refugio, un recuerdo donde se abriga nuestra fantasía. Una cueva y adentro de ella, el fuego, acogedor, que ciega, que despierta cada que le hablamos o, mejor aún, un fuego que se mantiene encendido y alumbra los deseos tanto míos como tuyos y los del todos. Es un fuego originario, primitivo como el de la cueva de Chauvet, de donde datan lo que es conocido como las primeras pinturas de arte rupestre, recuerdo vagamente que cuando vi el documental “La cueva de los sueños olvidados” explicaban que aquellas pinturas de caballos al ser iluminadas bajo la luz de antorchas adquirían volumen y movimiento, algunos estudiosos piensan que a eso se deben los trazos de las pinturas, al hecho de que aquellos artistas, hombres y mujeres del paleolítico que pintaron, entraban en un trance al estar al interior de la cueva y, al alumbrarse con fuego, incluso se habla de intoxicación por el humo. El fuego lo era todo, además les facilitaba imaginar cómo aquellos caballos cobraban vida y corrían, como un juego de sombras, de tal forma las pinturas rupestres cobran una magnitud de maravilla para todo aquel que tiene la fortuna de observarlas dentro de la cueva. Cierro los ojos, y me imagino dentro de la cueva, me imagino el rumor del fuego, ese espacio de creación, el aire soplando, un silbido, quizá grillos o aves. Imagino una sinfonía, imagino que en algún tiempo habitamos aquella cueva, ¿cuál es el origen de la música y de la poesía? ¿de dónde proviene nuestra necesidad de expresar? Estoy alucinando, mi refugio, tu prenda, est prenda me conduce a esa cueva donde el fuego originario ademàs de ser refugio, me susurra: todo está alrededor de mí, por mí la palabra y el relato se hicieron, al centro de la cueva se buscaba el refugio, soy el inventor de la casa, de la música, alrededor de mí los primitivos encontraron lo místico. Entonces, te recuerdo tocando a Bach en medio de la plazuela frente a la iglesia, ¿cuál es el misterio? Si ambos buscamos el refugio del calor y de la llama encendida, por qué la distancia.
Fragmento de la canción “Primitivos” de Oh `la ville.
Descubrí el fuego
De cinco soles
Entre mi mano
Ave silvestre
Pinta mi cuello
Con formas rupestres
Con líneas, con arcos
Ven, muérdeme las mejillas
Y regálame tu plumaje
Ven, cántame en el oído
En lenguajes primitivos
Y ancestrales
Esa misma madrugada despierto inquieta, el sangrado persiste, he manchado la cueva. Entre lo inasible y lo indecible, despierto aquello que no me atrevo ni a decir ni puedo tocar, la enfermedad me está arrastrando, la música se convierte en mi refugio, le acompaña la escritura que me pide entrar en lo inmaterial, pienso que mi cuerpo se disuelve en el rumor de las hojas de un árbol, en la brisa.
Poesía y música
III
A mis treinta años, sin una cueva o habitación propia que habitar, con síndrome poliquístico y continuas menorreas que me han dejado con una salud deficiente, comprendo que mi casa es la poesía y la escritura. Creo importante hablar de cómo la escritura puede sostener y convertirse en un lugar seguro cuando lidias con una enfermedad. No quiero, ni busco romantizar la precariedad que muchos artistas atravesamos y tampoco me gusta pensar en los mártires de la escritura que una vez suspendidos con el tiempo y vencidos ante enfermedades empiezan a ser leídos. Sin embargo, aquí estamos: la condición anímica es como un grano de arroz que no puedes pesar, una gota de lluvia que se rompe cuando quieres tentarla, o como el humo que se escapa de entre los dedos. Pero si hay algo bueno de tener una salud de mierda y una condición anímica terrible es que estás en el terreno de lo sublime, todo te conmueve; el brillo y los colores de una flor, el desprecio, la brisa o el olor de las naranjas, las escamas de los peces, la ternura de tu madre o la melodía de una canción, la distancia del amante. Un amigo escritor de la costa de Guerrero me dice que otro escritor le dijo:
“A nadie le importa que sufras o sientas dolor,
lo que importa es lo que haces con ese dolor”
Estar cerca de la muerte o entre sus brazos es diferente que estar cerca del dolor, porque claro que importa transformar el dolor, pero la muerte te hace consciente del presente. De pronto, hace que todo cobre significado por el hecho de estar frente a los últimos momentos, pero también le quita peso a las acciones y simplifica el sentido de la vida, es un fenómeno particular. Entonces, puedes observar que el dolor y su transmutación es algo implícito en la vida y en constante movimiento. De pronto, te das cuenta que la vida y la muerte bailan de tal forma con el dolor que no puedes notar las sutilezas y aquella implicación, en todo caso, te sugiere estar en el presente, en ese umbral por el cual puedes conjurar y observar con mayor nitidez todo lo que te rodea. Supongo que ese es el peso del aquí y el ahora o de lo que llaman la atención plena. <<Espinela con canela, dos alas azules, miel y un puñado de pétalos de rosa. Una mancha color sangre, el desprecio del tiempo y la ternura de tu madre, una gota de lluvia, el recuerdo de un sembradío. De la mata de una higuera cuelga éste, mi presente.>> Lo bueno de tener una condición anímica terrible es que te tomas enserio la vida, te conmueves por el canto de las aves y de pronto quieres ser ornitóloga. Es como tener un filtro programado e integrado de una, es una exigencia y necesidad de observar cada objeto y situación con la precisa exactitud y detalle que el mundo conlleva, entender su materia y origen, su belleza y fealdad, entender lo frágil y sutil. Se parece un poco a lo que la poesía te exige o pide, es como una prenda, cueva o sábana manchada de sangre que lavas y cuelgas en el tendedero, si observas con detenimiento, verás que el aire golpea y agita esta prenda, forma oleajes, luego esos oleajes son los oleajes de un mar profundo en donde habitan peces y pulpos. Donde hay corales y todo un bosque o selva marina que tiene su propio lenguaje, su propio ritmo, su fauna y cada elemento comunica. De una, estás en sus profundidades y quieres conocer ese fondo, sus enigmas, pero te falta el oxígeno, entonces sales a la superficie y nada es tan sorprendente como lo que existe en ese azul profundo, sin embargo, todo te parece fabuloso y en la superficie entiendes los matices, la poesía es adictiva, quieres estar en sus profundidades todo el tiempo, la poesía es como una sábana que te envuelve en sus oleajes hasta llevarte al fondo del océano. Te hace con ella, te empapa y de cierta forma te hace su presa. Empiezas a buscar la forma de aprender a bucear o mantenerte dentro de las profundidades. Buscas Foncas y Pecdas que te compren el equipo de buceo, porque de pronto lo único que deseas es eso; escribir y seguir escribiendo, pero un día no ganas becas ni concursos ni nada similar, solo tienes un trabajo como maestra y aunque no tienes el equipo para seguir buceando te sigues sumergiendo en ese mar hasta que enfermas y te sigue sin importar, alguien llega y toca para una canción, entonces recuerdas lo antiguo, algo terriblemente ancestral que tiene que ver con cuidar el fuego, cuidar el hogar, el templo, el cuerpo y la vida, de la nada recuerdas cuál es tu verdadera casa y se te olvida el dolor, empiezas a sanar, reconoces que la música y la poesía se conocen desde tiempos primitivos y que se comunican de formas misteriosas, de pronto piensas en la posibilidad de dejar de sumergirte, pero tu cuerpo ya se acostumbró a la presión debajo del océano, a bucear, la música sigue presente y te conduce hasta que conoces otra forma de estar en contacto con la poesía ¿Cuál es esa vía? .
La prenda: escribir & enfermar
IV
En Dinero y escritura de Olivia Teroba, la autora menciona la importancia de hablar sobre cómo las escritoras y artistas en general nos mantenemos en pie para seguir escribiendo o creando, gracias a este libro pude concientizar que mi enfermedad se debe en mucho a una tristeza profunda de no poder vivir de lo que hago o de vivir de ello por temporales, claro que me estoy refiriendo en términos emocionales porque en cuanto respecta al mundo químico y hormonal la realidad es otra. Sin embargo, Teroba responde, plantea y cuestiona condiciones tremendamente crudas respecto al mundo de los escritores y artistas que viven y vivimos en medio de tareas interminables para llegar al mes, el burnout, la salud mental y la ternura radical son temas e ideas que en consecuencia aparecieron, de tal manera recordé cómo en la adolescencia una maestra me dijo que el descanso era para débiles, que yo tenía que aprender a lidiar con ello, fue la primera vez que me llegó la menstruación, también le dijo a mamá que si no me enseñaba a seguir en vez de parar me iba a convertir en una mediocre. Mamá la mandó al demonio, me cambió de turno, era sexto de primaria, pasé una semana de descanso en casa, un poco más tranquila, pero también sintiéndome culpable al estar en cama, los cólicos eran de otra dimensión y desde ahí aprendí a sentirme culpable por descansar. En general la cosa no cambia en sociedad, a todos nos han metido esa idea en la cabeza: no descanses porque eso es para débiles. Supongo y sé que la cosa empeoró con el tiempo, una vez un ex me dijo que no podía ir con él a una fiesta porque estaba en mis días, me privó de la diversión, me dijo que además iba a salir con su amigo. Cosas entre hombres, me sentí estúpida por sangrar, porque hacer cosas de hombres significaba para la otra persona ir a tugurios, al bar, acompañar a su amigo y escucharlo decir que yo no le convenía, él me lo confesaba cada que salían, así que me tomé unas pastillas y tome un remedio para poder ir, porque otra vez ¿quién quiere descansar cuando puedes ir a una fiesta de estúpidos? Fue la primera vez que llegó un sangrado intenso, de dos días sin parar, mi pregunta después fue: ¿por qué mi pareja no prefirió quedarse en mi casa? ¿por qué no quiso cuidarme? Lo más importante ¿por qué no decidí cuidarme y priorizar mi descanso? Otra vez, quién mejor si no una misma para culparse. No me gusta parar, no sé ni cómo hacerlo, no sé cómo decirle a mi cuerpo: descansa, no sé, se trata de reeducar todo; entender que es común sentirse mal si por unos días te detienes, porque he interiorizado un discurso lleno de motivos para producir y producir, un discurso agresivo que apenas estoy desechando. De pronto la prenda de aquella persona que tampoco está acá es una oportunidad, es otra forma de estar en contacto con mi propio refugio: la poesía y la escritura, la ternura radical, la contemplación, el abrazo que en alguna ocasión me brindó el otro porque quizás yo le brindé también ese descanso, todo se transforma.
Aquellas personas que me llevaron a este modo de supervivencia no tienen una responsabilidad absoluta porque en su momento había muchas circunstancias interviniendo, por ejemplo, a mi pobre maestra seguro así la educaron. Sin embargo, y al final sí es mi responsabilidad apropiarme de mi cuerpo, de tal forma es como llego al concepto o expresión de “La escritura como casa” pues para muchos de nosotros, la escritura es un medio para sensibilizarnos y para habitar ese espacio o lugar mental donde podemos profundizar y sincerarnos con nosotras o nosotres mismes, es un lugar de autocuidado y autoconocimiento, en este sentido y desde mi experiencia, la enfermedad fue y ha sido en varios momentos de mi vida, la vía que me lleva a estar en el espacio liminal que otros autores o artistas también frecuentaron, por ejemplo: Pedro Linares cuando habla de cómo una experiencia cercana a la muerte lo hizo concebir la idea de los alebrijes o como cuando Juan Rulfo en Pedro Páramo posa su mirada en el cuerpo enfermo para confundir al lector y meterlo en este estado alterado que nos hace preguntarnos cosas como: ¿qué nos da singularidad, qué nos da cuerpo, qué representa Comala, existe un espacio para las animas, quiénes son las animas en Pedro Páramo? Escribir y enfermar, por lo tanto, son medios o procesos por los cuales, en mi caso, tiendo a depurar, a limpiarme de prácticas, emociones y situaciones que me han sido impuestas y que no caben en mi campo semántico de bienestar. La figura del escritor o escritora que no es conocida hasta que muere por una grave enfermedad, como le ocurrió a Roberto Bolaños y muchos más, es una figura que de alguna forma ha romantizado la precariedad y limita a los autores a concebir formas de vivir con su oficio. Me pregunto seriamente si todos los escritores debemos competir para ganar becas y premios, porque prácticamente nos han dicho que así es como se es un buen escritor. Además de recomendar ampliamente la lectura de Dinero y escritura de Olivia, en este texto busco que tanto escritores como creadores profundicemos en los medios, mecanismos y sistemas que nos validan como seres creativos, porque si el arte está inmerso en dinámicas de producción, que además no se cuestionan cómo es que los artistas podemos vivir de forma digna, entonces, ¿qué tipo de arte estamos haciendo? Y entonces ¿cuál es la vía por la que puedo optar para crear sin enfermar o sin sentir que estoy a costa de? Mi respuesta es el disfrute, el placer, el sentirme plena, la certeza de poder ir lento, cuando tengo la oportunidad de contemplar, de comer sanamente, de escuchar música, bailar, escribir es cuando puedo crear y cuando mi casa es la escritura.
Mi casa es la escritura
V
Mi casa es un lugar donde puedo compartir para que otros crezcan, donde puedo experimentar el amor y la creación, mi casa es ese lugar donde logro hablar con mi cuerpo, conectar con mi ser y conmigo misma, mis necesidades están cubiertas y no tiene nada que ver con una exigencia, si no que ese bienestar viene desde un derecho de nacimiento. Entonces yo me siento dentro del lenguaje, estar dentro del lenguaje me permite experimentar una lucidez que traduzco en escritura, una escritura que sabe que es posible un espacio en donde a los artistas y creadores se nos brinda la seguridad de vivir en plenitud. Aquí están los cimientos, en mi casa hay músicos, pintores y poetas, actores, fotógrafos, etc., que habitan la tierra desde la valentía, en estas escrituras generamos comunidad, abrazamos lo vulnerable, y la vida está en contacto con lo libre, nos gusta el compromiso con las infancias y la inocencia, lo genuino y lo auténtico. Mi casa es la escritura, aquí a veces hay un huapango que está formado por cantores de los desiertos, por versos subversivos, la semilla no es pisada, no nos dejamos que nos pique el anzuelo del poder, ni nos creemos la historia que sigue lo convencional y no honra la memoria, en mi casa se pueden explorar los dones sin presión, todos somos artistas pues tenemos la libertad del vuelo. Mi casa es una escritura que invita al baile y al disfrute, al placer, al amor, mi escritura florece tenue y como un pensamiento es alimentado por los sonidos del mundo que místicamente saben dónde habita la armonía.