Mariana González Sánchez (Ciudad de México, 1993). Es escritora y maestra en Bibliotecología y Estudios de la Información de la UNAM. Es fundadora del proyecto editorial Oro rosa a la literatura disidente. Ha publicado en Campos de Plumas y en varias publicaciones pertenecientes a la UNAM como Punto de partida, Periódico Goooya y en el Instituto de Investigaciones de Bibliotecológicas. Actualmente escribe su primera novela titulada “Agua fría”.
Quién sea
Me pienso como un animal etílico, reservado
o una como fumadora anónima.
Me senté en la barra a esperar cinco bebidas diferentes
algunas que van asentando los sabores y recuerdos.
Empieza una crónica similar de mis noches vorágines
Cualquiera de los brebajes que me recuerda esa antaña libertad
Una inverosímil competencia entre cansancio y un cuerpo talla slim
como si desnutriera mi figura imaginaria, una digresión.
I
Las mujeres más bonitas son las ocupadas por otros hombres
Las de la ropa ceñida
Las que son seguras, pero pérdidas irremediables desde adentro
Hasta que otro llegue…
Y lo que queda es buscar los asientos desocupados en estos lugares hechos para el romance.
Que vociferan las canciones manidas que sirven de conquista
el plumaje es un macho vibrante que augura una desaparición.
Establece su interés en una figura abstracta
Mientras tanto, las mujeres solas sirven tragos y cobran cuentas
son asientos para ningún interesado
les cuesta mantenerlos estrechos por naturaleza
para sostener cuerpos diminutos y caderas limitadas
II
Esperando aterrizar en cualquier parte con los pies cansados
Sostengo la mirada hinchada
Los labios rotos y desérticos dos líneas ensangrentadas
Buscando camas de hombres extranjeros
Extranjeros porque me cambian el nombre
Les cuento historias mal o en desorden
Para terminarlas o tal vez empezarlas
Me he enamorado de un romance triste
De los que están callados por meses me recordó ese
Primer amor incierto al que quieres agradarle
Tanto es el agrado
Y tanto es el agravio
Sientes embestidas y quejidos
Absortos en un escenario negro
Idean que sus mejores versiones van para las mujeres solas
Solas en su mente
Solas en el vientre
Solas en la imaginación
Solas en sus adentros
Solas en su abismo
Temiendo la misma soledad en presencia de otros acompañados.
Convirtiéndose en más de una forma de estar sola
Sin darte cuenta
Sin darte cuenta el mundo gira gastando minutos. La vida tiene sobresaltos entre latidos ansiosos. A quienes solías conocer se enfurecen más fácil en sus trabajos nuevos. Amigos de la infancia han estirado sus rostros hasta convertirse en pieles irreconocibles. Despiertan furiosos porque sus ecos internos fueron allanados nuevamente por sus sueños.
Sin darte cuenta te sueltas al sol tan libre y escuchas en silencio los ladridos de los perros. Cuando gritas te tragas tus dientes de leche, las ramas del otoño te desarticularon las rodillas. Los próximos años serán paseos largos acompañados de soledad.
Sin darte cuenta, suspiros salados tendrán el calor de algunas discusiones anticipadas. Surcos dentro de tu imaginación imitarán a un hombre que te abandona, cuidas flores marchitas en una pecera o el fuego decora la casa.
La ausencia será una constante por una temporada, las sábanas serán los fuertes de un asilo, los fantasmas te buscarán perdidos y sin darte cuenta el amanecer quedará detenido.
La última oportunidad
Cuando salga de la habitación será la última oportunidad de estar conmigo y de palpitar un aliento en lugares comunes.
Y aunque nunca pasa, el ritual es como un calendario ajustado a la cama, que tiene relojes enfermos en reversa, un carro atraviesa llanuras azules y me despiertan las miopías que hacen sonar las alarmas.
Las costuras de mi cabello se han asentado en alguna ropa ausente. Se crea una insoportable migraña en el pecho, que quiere gestionar el ruido de las piernas, necesita sacudir los meniscos de la carne, apretujar la piel de mis glúteos.
Permitir romper las clavículas cerca del miocardio significa estar enamorado, un placebo que es repetir los nombres de los hombres que he besado y de las mujeres que he callado.
Mi identidad ajena está perturbada, pero la coloquial está intacta. Es la única oportunidad de llevar esta ruidosa ovación hacia la tranquilidad, sin repetir los baches nocturnos.