Ignacio Genchi Luvio (México, 1988). Profesor de danza folclórica en una escuela secundaria de gobierno. Me considero una persona sensible, alegre y honesta. Me gusta contemplar el arte en cualquiera de sus expresiones, así como participar en la creación de proyectos relacionados con este ámbito
Incógnito
El viento de la montaña proclama tu nombre,
los árboles del valle te dan la bienvenida
y son tuyos los olores que desprenden,
te los regalan como queriendo darte su vida.
¿Cómo te llamas pieza de barro?
¿cómo le hago para invitarte en este momento de mi alma?
amarte como el árbol o la montaña tal vez podría,
como la tierra en tus pies quizá ahí estaría.
¿Cómo te llamas ser de manos y ojos grandes?
¿cuál es el nombre que le tengo que decir a tus oídos?
me siento mal por el viento que ya lo sabe
y de la montaña que siempre te espera para que la consagres.
¿Cómo te llamas, alma de llantos y depresiones?,
¿eres tú quien me enseña las alegrías y fortalezas en las desilusiones?
házmelo saber; no me dejes así con esta duda,
no dejes que el viento y la montaña se lleve todo en este día.
Implosión del pasado
Aún te imagino a ti y a mí, corriendo en esa calle que nos vio crecer,
ahí está el perro ladrando cada vez que llegaba a tu casa;
ahí está mi voz cuando te gritaba desde mi ventana,
ahí está el árbol llenando de hojas secas tu azotea.
Y yo, esperando a que me abras la puerta para pasar,
mientras el frio molesta mi rostro, hago figuras en el vidrio de tu ventana;
y la única que me invita a entrar es la luz de la veladora,
el perro se acerca, observándome con su mirada tierna y desconsolada.
Aún te recuerdo escondido en alguna parte de tu casa,
esperando el momento exacto para asustarme;
pero al entrar, ahora solo veo sombras
y campos de lirios bajo tu espalda.
Ahí estas tú, con los ojos cerrados y metido en esa caja,
ahí estás, sin mirarme, sin decirme nada,
ahí está mi vida, mi presente y mi futuro,
ahí están todos los recuerdos, todos aquellos que ahora se harán pasado.
Punto de partida
Todos reunidos sobre un mismo sitio,
esperando encontrar el amor verdadero,
pasión de una noche, un querer pasajero;
que se esfuma como humo, como nubes en el cielo.
Con las miradas cruzadas inicia la seducción,
miradas que arden, miradas con timidez y deseo,
miradas que necesitan compañía y quizá consuelo
tal vez solo sexo, tal vez solo un beso.
Y mientras todos se encuentran en el cruce de miradas,
el centro del gran sitio se tiñe de rosa,
y con trozos de arcoíris, la zona está rodeada
de esperanza, de ilusión y otras cosas hermosas.
Y así, cuerpos confundidos y encerrados en un armario,
salen sin sentido y en la zona cobran vida,
quizá porque éste es su mundo, su santuario,
o porque la zona es el sitio, el punto de partida.