Ernesto Adair Zepeda | Poemas

Ernesto Adair Zepeda Villarreal (1986). Texcoco de Mora, México. MC en Economía Agrícola. Director de Ave Azul Editorial (aveazul.com.mx). Editor del Colectivo Entrópico.

 

Centella lúcida

a Aidé Anahí

El incendio no conoce de misterios, se entrega

a la pulcritud de las llamas,

es un pilar de instantes celosos que entenderán

                   su placentero sitio en el mundo.

La llama no es un lujo ni un capricho,

es extraño centinela de sus ancestros

que repite nombres en palacios de rocas suaves,

afrenta olvidar la huella ingrata que hizo lumbre

para los altares,

la llama es un peón carmesí

que raja los costados de la montaña

mediante líneas de azúcar negra

para que el cuerpo subterráneo permanezca

dentro de las fronteras;

la luz tiene su rebelión antes de tocar cada trozo

humillado del alma de los dioses,

zacate salvaje dorado por un sol universal,

la puerta puede reventar la chispa en la piel

porque es el objeto de la renovación,

también el alma triunfa con la noche iluminada

por libélulas naranjas que consumen el bosque;

el trueno es una nota elemental que invita al baile

en el que la sangre no se calma, tibia hiel

que fermenta en el pantano de flores maceradas

que detienen la maleza.

Sólo los ojos conservan el incendio al ser testigos

de las naciones que se evaporan en el aire,

columpio de rosas sedientas, bastardo juglar

de los impetuosos hombres que son nómadas;

la flama es un signo del sueño,

un corazón que sirve de recipiente en la montaña abierta,

espejo doble destruido y juntado como cáliz

para sujetar con ambas manos desnudas

      (la sangre siempre es un reflejo de la vida),

si no se bebe con cuidado no habrá piedad,

ya que por la garganta la laja del profeta se afila,

        chimenea de un delicado humo que delata el suero

que trae a la memoria inciensos de mejores noches,

la flama se esconde en la madera vieja,

se hace antigua en la noche y sus vicios

de cíclope de vapor.

El tizón es un insecto pequeño

que duerme en la ceniza,

y va cantando dulces tonadas para necios oídos,

repite los paisajes heroicos de la luz

que se agita en la tierra que respira

con sobrado tiempo,

el fuego escurre desde el pecho de dios,

se hacen dibujos primigenios entre las rocas,

manchas que son como voces de rubí

para dar testimonio del amanecer;

las mañanas son pacíficas,

como monumentales tortugas que llevan el mundo

por el río Estigia, y la sangre

una sombra de lirios vívidos

contra la promesa del alma.

 

(Cintalapa, Chiapas, mayo 2019) 

 

 

Dosel

El eco de tu rostro desnudo, maravilloso,

hace un despliegue de jazmines,

arcos florales de capullos como esmeraldas

que se enraízan con la cabellera de los doseles;

se canta a la belleza,

se canta a la dignidad del loto,

se canta al canto mismo en su heroica magnitud

de jade

de resignación del orbe adiamantado.

Esa es la virtud de quien espera,

mirar y mirar las variaciones de la luz,

completamente inamovible,

la serenidad de los fragmentos

de los labios cerrados.

El rostro emerge una vez tras otra

de sus propias sombras,

recordando la costa a la que adquiere el calor,

que permanece en el horizonte

donde todo ha de ser alcanzado.

 

 

aveazul.com.mx – Fb: Ediciones Ave Azul – adairzv@gmail.com – IG: Adarkir – Twitter: @adairzv

 

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