Por Diana Vera*
Los que pueden actúan; los que no pueden,
y sufren por ello, escriben.
WILLIAM FAULKNER
Cásate. Si obtienes una buena mujer, serás feliz.
Si obtienes una mujer mala, serás filósofo.
SÓCRATES
Había una vez un conejo que era un respetado escritor. A pesar de vivir exiliado, soñaba con tristeza la libertad que su país no podía alcanzar. Un día su esposa, cansada de las fiestas y borracheras del conejo, decidió pedirle poner fin a ese estilo de vida, pues ella quería un hogar común para sus hijos. El conejo, a pesar de amarla, se negó de manera rotunda.
Años después, en una reunión con sus amigos alabaron el éxito de su obra y, sin poder evitarlo, le cuestionaron las razones por las cuales dejó a su esposa, pues ellos sabían el amor que sentía por ella. Después de varios tragos, cuando todos los animales habían entrado en confianza, el conejo les confesó: «Temo tanto perderme en un estilo de vida plácido, ideal, sin mal humor, ni con quien enojarme. Necesito la droga de la incomodidad para escribir».
* Estudiante de la Licenciatura en Creación Literaria de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). Integrante del Seminario Taller: Arte y Oficio de Escribir del Plantel Cuautepec de la UACM. Correo electrónico: diana.saucedo@estudiante.uacm.edu.mx