Por Andrea Pereira[1]
¿Quién lo mandó a meterse con una de nosotras?
Cuando a Renata se le ocurrió esa idea, pensé que era tonta y divertida, pero fue mucho más que eso.
El día que Juan Pescadilla llegó al pueblo, yo ya sabía, por rumores, el tipo de persona que era. Venía escapando de la justicia, y de dos ex esposas con hijos pequeños. Pescadilla era estafador, bígamo, había estado detenido dos veces por violencia doméstica, aún no tenía treinta y cinco años y ya había reconocido cinco hijos con apellidos falsos, es más, incluso hoy no sé si en realidad su verdadero nombre era Juan Pescadilla.
Yo siempre viví con mis dos hermanas. Cuando Juan Pescadilla llegó no conocía el secreto de mi familia, bueno, nadie lo supo nunca.
Sofía mi hermana menor, le atrajo al instante. Se dedicó a perseguirla, a regalarle flores, ropa, zapatos, chocolates, incluso le dedicó poesías y canciones. Renata y yo le dijimos miles de veces que tuviera cuidado con ese señor, que es como dicen “si el río suena es porque piedras trae”. Nos ignoró totalmente y en menos de tres meses se mudó con él.
Renata, que es más perspicaz que yo, notó los primeros síntomas: Los ojos.
—Candelaria, dime la verdad ¿No te das cuenta de que Sofía está rara? Para mí que vive llorando esta chica.
Cuando hacía ya más de un año de la convivencia de mi hermana con Juan Pescadilla, Sofía entró a la casa y abrazó llorando a Renata. Fue ahí que nos contó todo.
Él tenía una serie de deudas de juego, mi hermana debía trabajar para pagarlas, con esto nos explicábamos que no la veíamos prácticamente nunca, también estaba bancándole abogados y hasta la manutención de algunos de los pequeños de los que no pudo escapar.
Nos enseñó algunas cicatrices de los golpes que Pescadilla le daba cuando la plata no era suficiente, además, le llevaba descubiertas dos amantes.
Renata estaba enfurecida, —Te lo dije, Sofía, te lo dije— no paraba de repetir entre dientes.
—Candelaria, es hora de que usemos nuestros poderes, sé que prometimos que nunca nadie lo sabría, pero tenemos que hacerlo –Me dijo Renata cuando Sofía nos dejó a solas.
Nadie se podía enterar que nosotras somos brujas. Le prometimos a mamá eso antes de mudarnos al pueblo solas, seriamos independientes, pero no dejaríamos que se supiera que no somos humanas comunes. Y esa promesa sigue en pie.
Lo único malo de ser brujas es que los hechizos sirven solo para los que no son brujos. Si no yo le hubiera metido una poción de olvido a mi hermana, y la mandaba lejos para sacar a Pescadilla definitivamente de su vida y de su mente.
Renata y yo esperamos a la noche, nos adentramos en el bosque y comenzamos a trabajar.
—Cinco hojas de un árbol caído, quince lágrimas de sapo y llanto de una codorniz. Que si Juan Pescadilla, a quien tengo dibujado en mi mente lo excita lo que ve, se contraiga su diafragma, el aire entre súbitamente y durante doce minutos no pueda vivir en paz. Quince gramos de moco de pavo, una pata de gallina y la fibra de un viejo tapiz. Para que no haya mujer bella con la que pueda ni siquiera hablar sin perder doce minutos de su vida dedicándose a hipar, que solo sentir el amor verdadero pueda salvar.
Así dijo mi hermana mientras mezclaba los ingredientes en un caldero, yo vertí el líquido poderoso en una botella de vino y se la regalé a Sofía. El conjuro nunca afecta a inocentes, si otro lo bebía nada pasaba y con lo que le gustaba el trago a Pescadilla, esa noche le cambiaría la vida.
No sé cómo fue, pero supongo que se lo dio en la cena. Sofía estaba inocente de lo que hacía, pero nos contó que esa noche cuando ella entró en la habitación descalza y semidesnuda, Pescadilla comenzó a tener un hipo incontrolable.
—No sé cuánto le duró pero parecía eterno. Hice todos los trucos mágicos menos evidentes para quitarle el hipo, pero nada. Y en la mañana, cuando me despierto, comienzo a hablarle, como hice siempre, me cambio de ropa frente a él y otra vez este hombre dale con el hipo.
El conjuro había funcionado. Cada vez que Juan Pescadilla viera a una mujer que le atraía tendría doce minutos de hipo incontrolables. Luego de saberlo, Renata y yo lo seguíamos con disimulo. Era muy divertido.
Iba al supermercado, la cajera con un bonito escote le sonreía y él HIP, HIP, HIP, nosotras no podíamos contener la risa. Iba por las calles, pasaba una señorita de falda cortita y el hipo volvía.
—Se va a morir de hipo este hombre, cada vez que me acerco dale con el hip, hip, hip. La otra tarde le dio la porquería esa cuando pedimos la cena. Vino una muchacha con la pizza y Pescadilla dale con el hip, hip. Es grave esto— nos comentaba, preocupada, Sofía.
Yo se lo hacía para divertirme. Me iba muy maquillada, de tacos y ropa ajustada, cuando mi hermana no veía, le tiraba unas miradas sugerentes, me mordía los labios y el tonto dale con el hipo. Renata adoraba ver que yo hiciera eso.
Pasado el tiempo, mi hermana lo dejó. Aguantaba lo que sea, pero con el tema de que la veía y le daba hipo, ya hacía tiempo que no le podía tocar ni un pelo, y cosas que pasan, mi hermana se metió con otro vecino del pueblo y al poco tiempo se casó. Pescadilla no dejó nunca de hipar.
Renata y yo siempre lo veíamos de lejos, con el mismo problema toda la vida.
Pasaron cuarenta años, y una mañana Juan Pescadilla, como todos los humanos murió naturalmente.
Nunca encontró el amor verdadero, así que el hipo lo acompañó de por vida.
Dicen que en la casa donde vivía Pescadilla ahora vive una jovencita rubia, muy bonita, pero que sufre de un terrible insomnio porque cada vez que va a meterse a la cama escucha bastante cerca de su oído “hip,hip,hip”.
[1] (Montevideo, Uruguay, 1983) Estudió letras a principios de los 2000. Egresó de periodismo y locución en el año 2004 y sus cuentos fueron en varias ocasiones seleccionados por revistas literarias o galardonados en concursos. Fue alumna del taller literario de María de la Cuadra en el año 2016. Su primer premio fue en el año 2016 en Misiones, Argentina, ganando el tercer lugar en concurso literario sobre el mate. En el 2019 con su cuento “Flor de Lino” ganó el primer lugar. Sus obras han sido publicadas en México, Perú, Chile, Argentina, Alemania, Colombia, España y Uruguay