Diana Peña Castañeda. Colombiana y profesional en Comunicación Social y Ciencia Política. Sus textos han aparecido en publicaciones digitales como La Liebre de fuego. Me impulsa escribir historias sobre comida como un elemento simbólico quizás, ante la necesidad de darle forma a los sentimientos que a veces son recuerdos, a veces deseos, sueños, fantasías que se plasman en la silenciosa y extraña tela de la vida. Los poemas aquí reunidos forman parte de Hora muda (inédito). En esta ocasión su único interés es expresar un duelo por sí mismo, en sí mismo y nada más.
La que escribe no soy yo,
son lágrimas
que mi madre grita
frente a la tumba de papá
en espera del alba.
A Alberto
3. Réquiem
Un viento cerrado
hecho de gris y de frío
hunde sus astas
en las venas
de mi alma.
Mi llanto,
Zorzal del río
acaricia el claro
de un retrato palidecido.
Un hombre
con la cabeza abrazada
en un raudal de sueños:
El olor de las horas
en el forraje humedecido.
Es El Remolino.
Es él…
Eres tú…
Queda el eco de una dicha pasada.
Queda el susurro del nardo
en la gruta donde
la vida ahora se hace nostalgia.
4. Rumor en la noche
Cae la noche
en largas orlas de fuego.
Arden tus ojos
en la dureza de la serpiente
que bordea los celos.
Arde el firmamento
en el estallido terco de las peñas.
El río calla
frente al oráculo de la sangre.
Lo que se oye
detrás de la niebla
es mi corazón
ya no hay latidos,
solo cenizas.
6. Mudanza
Mis manos
acarician por última vez
tu ropa derrumbada
en el terror de lo tenue.
La camisa de gasa
es el olor a naranja
en la caída de la hoja.
Nubes púrpuras
manan entre tus botas de goma,
parecen transitar las laderas
para curar la vaca que brama
destellos de absurda existencia.
Tu pañuelo doblado
junto a la bisagra oxidada
atiende inútilmente
mi procesión de preguntas.
Lo que toque de mí
tartamudea una canción
entre las esquinas del cajón.
Lo dejaré vacío
hasta que tu recuerdo
sea una partícula etérea
en la pesadez de esta hora muda.
7. Telegrama
¿Por qué se borró el corazón de la vaca
en la espiga del rocío,
la oleada de aves en la voz del pastizal…
El altozano de tu voluntad
cuando se nos desangraba la vida?
27. Epifanías
He venido a este río
que tiene tu rostro
donde yo me reconozco
apenas perceptible.
Quiero apaciguar
el sol de los chacales
con azucenas de rocío.
Limpiar con peces de plata
las horas parcas.
Las raíces dulces que una vez
nos fueron ofrecidas
eran de amargura e indignaciones.
Acaso felicidad,
fardos de espanto
hilvanados con hilos de otoño
para caer en lo impreciso.
En los remolinos, pinceladas de aurora
me reclino junto a tu corazón mudo
para aliviar las cargas de nuestras cruces
hasta que seamos uno de nuevo
en los confines de las blancas epifanías.