Alan Román Méndez | Poesía

Alan Román Méndez (Mexicali, Baja California). Licenciado en Docencia de la Lengua y Literatura. Ha cursado talleres de creación literaria y relato corto en la UABC, Casa de la Cultura, CEART Mexicali y IIC-Museo UABC. Sus textos han sido publicados por revistas como Tierra Adentro, Sputnik, Neotraba, Cinosargo, entre otras. Retoma la poesía a sus 26.

 

 

 

LA HUIDA

Todo comienza al cerrar los ojos.

           

Una palabra de viento abre la puerta

y de ella sale su bosque gigantesco

y goteando entre el trinar de los pájaros:

una esperanza más.

 

Y no ha de parar ni por venganza

ni por vergüenza ni por piedad.

 

Y corro, salto, me bifurco

huyo de mi propia esperanza.

 

Pero la huida es difícil si

tropiezo con las agujetas de mis pies.

 

Todo termina cuando abres los ojos.

 

Los peor es el camino de regreso

hacia ti mismo

sin un faro moral

sin compañía.

 

¿Quién lo hubiera creído?

¿Quién habría de decirlo?

 

Un desengaño no debería ser mortal

pero despierta en mi pecho

un joven hibisco que estira

lentamente sus pétalos.

 

 

 

 

UNA PIEDRA

Cada día nace en mí una piedra

cae rebotando entre mis órganos

y, desgarrándolos, acrecienta su eco.

 

Son la última muñeca rusa de las piedras

dentro de una inmensa bota

pero con eso basta para

que el dolor eche raíces.

 

Se ocultan

esperan furtivas el momento justo

para aparecer, levantar la mano

y decir

¡Presente!

aquí estuve, bajo tus narices

desde hace años

trepé mis ramas por tus paredes

hasta salir por tu boca

¿qué tan ensordecido estás

para no escuchar tu propio ruido

el sonido de pasos en tus entrañas?

 

 

 

CONEJOS BLANCOS

Un café entibiado y tres cucharadas menos de mole

saltó de la silla y en su rechinido alcanzó una puerta

a través de la sala se escucha su voz

las puertas cerradas, una tras otra y sigue gritando

ya nadie entiende sus palabras, molidas entre los gritos

pero no necesitan ser oídas,

solo busca deshacerse de lo que lleva dentro

en un impulso, un golpe desde la boca del estomago

hasta que salte entre nuestros oídos

conejos blancos de cuerdas nacidos

intrusos y prófugos de las úlceras abiertas

marcan con sus patas el mole al brincar

los ahuyentar de nuestras tazas y

entre una plaga de conejos compartimos

de nuevo, nuestro silencio.

 

 

 

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