Carlos Vargas (México). Profesor en el Colegio de Filosofía y de Pedagogía de la Universidad Nacional Autónoma de México impartiendo cursos de Metafísica, Filosofía de la educación y Enseñanza de la Filosofía. Autor de numerosos textos y libros vinculados a estos temas.
En este texto cautivador, lleno de contenido y notas reflexivas, alternando entre una sugerente fábula de Higinio y conceptos de Martin Heidegger, el filósofo mexicano Carlos Vargas, nos lleva a pensar la situación actual. La cura, el cuidado de sí mismo, ¿qué quiere decir hoy en día cuidarse? Este tipo de preguntas o cuestiones tan fundamentales, permiten a Vargas remarcar que los humanos se cuidan para persistir y que el que se cuida, al mismo tiempo, cuida a otros. Analizando aspectos de nuestra situación actual, remarca que el sistema económico imperante considera a la salud como un recurso, como un medio que hace posible el ejercicio productivo. También que la nueva «normalidad», lo que tiene de “normalidad” es, más bien, pretender que las relaciones económicas y de explotación sean como eran antes. Por eso nos invita a la reflexión y al cuidado, como medida prioritaria e inalienable para la preservación del preciado tesoro de nuestras existencias.
David Sumiacher
Enviado el: 22 de septiembre de 2020
En tiempos en que la realidad parece que nos excede la filosofía es un medio para transformar quienes somos
UNA VIEJA FÁBULA PARA LA «NUEVA NORMALIDAD»
Existe una vieja fábula, atribuida al autor latino Gayo Julio Higinio, en la que se cuenta el origen del ser humano. En dicha fábula se narra que un buen día, una entidad mítica llamada Cura caminaba por un río y vio que había arcilla; cautivada por algún tipo de inspiración, tomó ese material y elaboró un ser muy peculiar. Sin embargo, la creación de Cura no poseía vida, por lo que acudió al dios Júpiter para que éste insuflara el aliento vital a su criatura. Júpiter accedió y logró que la entidad formada por Cura adquiriese vida. Pero, desde luego, los favores divinos no siempre son gratuitos y este caso no fue la excepción. El dios Júpiter deseaba que esa nueva criatura tuviera su nombre y fuera su posesión, dado que había sido él quien le otorgó el aliento vital. No obstante, Cura se negó a que su creación tuviese el nombre de Júpiter, pues afirmaba que la entidad en disputa era creación suya. En medio de la polémica se apareció la diosa Tellus (en latín, el nombre de la personificación mítica de la Tierra es Tellus, de donde procede el término telúrico). Esta deidad indicaba que ese nuevo ser habría de ser propiedad suya y debía tener su nombre, puesto que el material con el que había sido hecho, era suyo. Así pues, la discusión no lograba resolverse, por lo que pidieron la intervención de un dios más viejo y, por tanto, más sabio: Saturno. Tras enterarse de la situación, Saturno concluyó lo siguiente: dado que Júpiter infundió el hálito vital, cuando ese ser (y cada miembro de su estirpe) muriese, el alma de la criatura sería propiedad de Júpiter. Dado que el cuerpo de este ser fue hecho de Tellus, al morir, sus restos corporales habrían de yacer en la tierra; de aquí que los cuerpos tendrían que ser inhumados. Y puesto que Cura fue quien diseñó a esta criatura, mientras ésta tuviese vida, la propia Cura sería responsable de su existencia. Finalmente, respecto al nombre de esta nueva entidad, Saturno sentenció que debería tener el nombre del material con que fue elaborado. Puesto que en latín el término humus significa tierra (en el sentido de material), esta criatura habría de tener el nombre de humanus, es decir, humano.Leer más→