Por Alexis Álvarez Lara[1]
Al cumplir los 45 Feliciana se instaló, decidió no encender una velita más en los próximos festejos, y de ahí nadie la movió. Era tal el resultado de no seguir cumpliendo años que pareciera que también el tiempo decidió evadir su cuerpo y su piel. Se conservó con la figura y la lozanía de esa, por mucho, su mejor época. Soltera y sin hijos que pudieran delatar la farsa, Feliciana vivió gozando de los beneficios de negarse a acumular años, pues su vitalidad y energía no mermaron en nada. Generaciones enteras la vieron desfilar en sus fiestas, departir con ellas, figurar en las fotos, sin que un pliegue en su piel o canas en su cabello pudieran poner en entredicho su edad.
Hasta un día en que se encontró sola, más sola de lo normal, ante la vejez y la muerte irremediable de amigos y familiares, viviendo en un mundo que se dibujaba cada vez más ajeno y difícil de entender. Leer más