Por Enpoli
Sin duda, el cambio de los actores y sus circunstancias histórico-sociales abonan a la transformación de las tradiciones; las prácticas culturales no son monolitos imperecederos, algunas se desvanecen dejando resabios en la memoria de quienes, jóvenes, apenas alcanzaron a construir un mínimo recuerdo. Pero, dado que la pluralidad de prácticas fluye constantemente, aunque unas se vayan, otras nacen de poco en poco, transformadas por el entendimiento de los nuevos actores sociales que han transitado por sus propios procesos unidos a sus saberes adquiridos, muchas veces, fuera de un núcleo de tradición.
Aunado a ello, hacer arte resulta, muchas veces, la manera de traducir el mundo, de explicarlo, de entenderlo, y el mundo incluye esas prácticas en las que nos vemos inmiscuidos de manera un poco inconsciente, hasta que se crece, se aprecia desde otra perspectiva y se lanza uno, en picada, desde la cañada de la tradición, repleto de sus nuevos saberes, rejuveneciendo, resignificando y reapropiándonos de prácticas que siempre existieron a la par de los primeros años en que se escribe una historia de vida.
Es así que, el colectivo La Mosca de Papel, formado por Allison Ramírez, Gabriela Joselyn Sánchez Ramírez, Miguel Ángel Guerrero y Jair Aguilar, un grupo de vecinos de Tultitlán, Estado de México, buscan amalgamar arte y tradición reuniendo a jóvenes y no tan jóvenes en una invitación a la cultura. En un contexto donde las casas de cultura, en manos del gobierno estatal, no promueven realmente actividades de calidad, con un trasfondo crítico hacia la situación de marginación en que muchos habitantes de este lugar están inmersos, que brinde nuevos panoramas que desplacen la violencia y la drogadicción; este colectivo ha decidido declararse autónomo y en lucha, siempre con el ánimo de mostrar a las personas un trabajo en el que ellos, incansablemente, ponen todas su pasión, sus recursos y sus ganas de enseñar.
La cartonería es lo que los une, una práctica que en México tiene historia y que hoy toma una nueva línea. No serán los artesanos del pueblo, pero sí son los jóvenes que organizaron el Primer Festival Kalakas, una muestra de técnica, color y tradición que anima a todos a continuar en el mundo de los vivos la fiesta por el retorno de los muertos. Dónde más podría ocurrir si no es a unos pocos metros del Panteón de San Bartolo, donde yacen enterrados compañeros, amigos, abuelos, gente que vivió, mucho o poco, en Tultitlan, ese pueblo donde las bicicletas son compañeras y algunas calles llegan a la milpa.
Con música, exposición de calaveras, la inauguración de dos murales que hoy adornan la entrada al panteón, el 1° de noviembre arrancaron las actividades que continuarán hoy, en punto de las 18:00 hrs, en Parque San Bartolo Tultitlán, con bandas de rock, exposición pictórica, lectura de calaveritas literarias, y la anfitriona principal, AcuaMaría, una calaca de gran formato que recibe a todo el que llega. Fiesta, voz, arte, y juventud, unidas en la continuación de tradiciones, en la inauguración de nuevas vías y en la lucha, firme, que muchos jóvenes han emprendido en resistencia a un sistema desigual que sólo roba recursos, tapa baches, arroja pintura y desdeña artistas.
Muchas gracias por la reseña!