12. Se va la vida
María Luisa Carnelli (La Plata, 1898 – Buenos Aires, 1987)
Por Miguel García
María Luisa Carnelli, mujer cultísima, fue una apasionada impulsora de la ideología feminista, enfilada en la tendencia creativa de los artistas de la expresión utilitaria; es decir, el arte al servicio de una causa; la suya fue el interés social, la denuncia, el señalamiento de la injusticia en varias esferas y niveles. En aquella época, al aprobarse la «Ley de ampliación de la capacidad civil de la mujer» en 1926, prevalecía una intensa discusión acerca de la situación de las mujeres en ámbitos ajenos al hogar. Comenta la investigadora Florencia Abbate en un estudio sobre la autora:
En esa vital Buenos Aires que se iba llenando de inmigrantes, las mujeres no sólo empezaron a circular por los espacios públicos, sino también a insertarse en el ambiente cultural desde un lugar que ya no sólo era el lugar subordinado de las hijas de las élites que tuvieron el privilegio de ser admitidas como «invitadas» en esos ambientes masculinos —tampoco el lugar de «las esposas de»—, sino a partir de una nueva posición, ganada con esfuerzo, en virtud de una construcción personal en el despliegue artístico y en el desempeño profesional.
En medio de esta situación, nuestra autora tuvo el atrevimiento de dedicarse al periodismo después de haber pasado por el matrimonio y el divorcio. Pasó extensas temporadas como corresponsal en varios países, entre ellos España, donde vivió de cerca cada conflicto político y social, que dejó registrado en sus crónicas y reportajes. Habituada a la escritura, publicó varios volúmenes de poesía y narrativa, en los que se transparentan sus inclinaciones ideológicas.
Su militancia comunista hizo que, a la entrada de Perón al poder, se encontrara en franca incomodidad; al ser derrocado para dar paso a la dictadura, se exilió en México. Aquí se hizo un lugar en los círculos culturales de los años 50 e hizo amistad con artistas que compartían sus preceptos políticos, como Siqueiros y Rivera.
Su manera de ver la realidad la llevó a luchar día a día por la reivindicación de lo popular. Por ello, el tango ocupa un sitio distinguido en su producción artística. Fue autora de buen número de letras, que en aquel entonces significaba una buena fuente de ingresos. Su inicio en el oficio de la letrística se dio cuando Julio De Caro buscó al célebre poeta Carlos Muñoz, conocido como el Malevo Muñoz, de pseudónimo Carlos de la Púa, para que le pusiera letra a su tango «El Malevo». Éste no pudo hacerse cargo, por ello se lo encomendó a Enrique González Tuñón (hermano del poeta Raúl, célebre también), pero tampoco aceptó, puesto que no se dedicaba a la escritura de versos. ¿Qué hizo el Malevo Muñoz? Le pasó el tango a su compañera de vida María Luisa Carnelli, ella lo trabajó con un manejo excepcional del lunfardo que bien conocía por influencia de sus hermanos y el medio periodístico; nació así la Carnelli letrista: «Sos un malevo sin lengue, / sin pinta ni compadrada, / sin melena recortada, / sin milonga y sin canyengue».
Como varias de nuestras autoras de aquellos años, a pesar de la efervescencia feminista, por su condición de mujer, firmaba sus tangos con su versión masculina, Luis Mario, o tomaba prestado el nombre de su hijo: Mario Castro. Suyos son tangos que aún sobreviven en la preferencia de los aficionados como «Linyera», «Cuando llora la milonga» o «Se va la vida».
* * *
Se va la vida, se va y no vuelve.
Escuchá este consejo:
si un bacán te promete acomodar,
¡entrá derecho viejo!
Se va, pebeta, ¿quién la detiene?
Si ni Dios la sujeta.
Lo mejor es gozarla y largar
las penas a rodar.
Yo quiero, muchacha,
que al fin mostrés la hilacha
y al mishio recuerdo
le des un golpe de hacha.
Decí, pa qué queres
llorar un amor
y morir tal vez
de desesperanza.
No rogués la flor
de un sueño infeliz,
porque a lo mejor
la suerte te alcanza
si te decidís.
Se va la vida, se va y no vuelve.
Escuchá este consejo:
si un bacán te promete acomodar,
¡entrá derecho viejo!
Pasan los días, pasan los años,
es fugaz la alegría;
no pensés en dolor ni en virtud:
viví tu juventud.
«Se va la vida» es, en general, un tributo al tópico del carpe díem, gozar la vida mientras se pueda, aprovecharla, disfrutar del tesoro que es la juventud. Precisamente hay una invitación para que la mujer se libere de los prejuicios morales que la oprimen y se brinde al placer y a la dicha: «Si un bacán te promete acomodar, / entrá derecho viejo», si un adinerado te hace una propuesta, acéptala de inmediato. Viene aquí una declaración que coloca a la vida por encima de la entidad divina: «Se va la vida, ¿quién la detiene? / Si no Dios la sujeta»; Dios no tiene poder sobre la vida como para detenerla, exageración que, si bien forma parte del habla popular, no deja de ser un guiño ideológico.
La segunda estrofa no sólo es una invitación a que la mujer disfrute, sino además le pide que sea sincera, que se descubra («yo quiero, muchacha, / que al fin mostrés la hilacha»), que se deshaga de los recuerdos de la pobreza («y al mishio recuerdo / le des un golpe de hacha»), que olvide la obsesión tan arraigada del amor romántico y piense bien a la hora de tomar decisiones en el aspecto sentimental («Decí, pa qué querés / llorar un amor / y morir tal vez / de desesperanza. / No rogués la flor / de un sueño infeliz, / porque a lo mejor / la suerte te alcanza / si te decidís».
La estrofa final es la reiteración del carpe diem, del collige virgo rosas, tópicos clásicos en la poesía occidental, tomar los frutos de la juventud y de la belleza antes de que pase el tiempo y las marchite: «Pasan los días, pasan los años, / es fugaz la alegría; / no pensés en dolor ni en virtud: / viví tu juventud». ¿Detenerse en miramientos morales, en el qué dirán, en el juicio común y superficial?, ¿para qué?
Este tango, con música de Edgardo Donato, ha sido registrada en varias ocasiones por distintos intérpretes: la orquesta Donato-Zerrillo con la voz de Luis Díaz en 1929, Azucena Maizani, el dúo Magaldi-Noda, Manuel Pizarro, Juan Bautista Deambroggio (todos en 1930), Imperio Argentina en 1931, Edgardo Donato en tres ocasiones: con la voz de Horacio Lagos en 1936, con Carlos Almada en 1950 y con Andrés Galarce en 1961, así como Alfredo de Angelis con Juan Carlos Godoy en 1959. La que proponemos para su escucha en esta ocasión es la de Imperio Argentina, con ese fino toque español en su interpretación.