Tituba, una mujer rebelde: una historia sobre la resistencia desde la marginalidad

Por Irene Gabriela Ramírez Muñoa[1]

Yo, Tituba, la bruja negra de Salem es una novela escrita por la autora caribeña Maryse Condé. En esta novela de ficción histórica se trata el polémico caso de Tituba, la esclava negra acusada de ser bruja por la esposa de su patrón. La figura de Tituba, la bruja, está rodeada de mitos y de información falsa. No se tienen registros claros ni verosímiles de quién fue ni de lo que le ocurrió, es por esta razón que muchos historiadores y escritores se han dado a la tarea de llenar los huecos de su historia y/o de reinventarla y reescribirla. Tal es el caso de nuestra autora, Maryse Condé, que tomando como referencia algunos registros históricos de este relato, hará una reescritura de la historia de Tituba.

Condé realiza dicha reescritura desde la óptica feminista, confiriéndole al personaje una mayor dignidad y un desenlace adecuado para una mujer excepcional y sabia. Incluso, la propia autora confesó sentirse identificada con el personaje: “Tituba y yo hemos vivido en estrecha intimidad durante un año. En el transcurso de nuestras interminables conversaciones me ha dicho cosas que no había confesado a nadie.” (Condé, 1999) Claramente podemos observar la razón de aquella empatía con Tituba, ya que la misma autora se enfrenta a factores de la marginalidad tales como pertenecer a una colonia francesa y ser mujer negra.

Si bien uno de los propósitos de Condé es dar a conocer la cultura africana en distintos lugares del mundo, con esta obra no sólo se plantea lo anterior, sino darnos a conocer a una personaje tan olvidada por la historia, como lo fue Tituba. Así pues, en este trabajo me propongo analizar los aspectos de la marginalidad en el personaje de Tituba, tales como su clase y su raza, además de analizar las estructuras de poder masculinas que funcionaban como opresoras sobre las mujeres en la época, apoyándome en textos de diversas teóricas.

En Yo Tituba… encontramos un interesante juego entre realidad y ficción, ya que cuenta la historia de Tituba, un personaje que sí existió en realidad, mezclado con elementos ficcionales que la autora le agrega. De Tituba sabemos poco, lo cual no es raro, ya que durante este período, el de la cacería de brujas, muchos registros de las mujeres asesinadas se perdieron y/o no se llevó un control riguroso de los asesinatos. De hecho, los estudiosos de la historia nos revelan que fueron incluso muchas más las mujeres asesinadas, contrario a lo que apuntan los documentos de la época.

Para comprender el porqué de la cacería de brujas podemos recurrir a diferentes teóricos que analizan estos sucesos considerando elementos económicos y sociológicos. Al respecto, Maria Mies sostiene que la caza de brujas fue el resultado del intento de la clase capitalista emergente por ejercer control sobre la capacidad productiva de las mujeres, especialmente sobre la reproductiva, en el contexto de una nueva división sexual del trabajo basada en la explotación de las mujeres, de las colonias y la naturaleza. (1999) En la novela, podemos ver que son los colonizadores ingleses los que arribaron a Barbuda para conquistar la tierra, lo que quiere decir que llegaron a explotar los recursos naturales, así como a la población originaria, especialmente a las mujeres.

Hombres y mujeres de Barbuda y de otros lugares del mundo fueron convertidos en esclavos para posteriormente ser trasladados a Europa o Estados Unidos. En este hecho, las mujeres resultaron las más vulnerables ya que fueron arrancadas de sus tierras para ser convertidas en esclavas y explotadas de muchas maneras por los hombres acomodados que las compraban. Eran vistas como objetos simplemente, así como las tierras; sus cuerpos eran también territorio por colonizar. Silvia Federici, en su estudio sobre la caza de brujas, ahonda en las mujeres libres, no obstante, su trabajo puede sernos de igual utilidad para analizar algunos aspectos de Tituba, a pesar de ser esclava. Así pues, podemos hablar de un capitalismo naciente que pesó más sobre las mujeres (libres y esclavas):

Tan pronto como la tierra se privatizó y se desarrolló el comercio de tierras, las mujeres se hicieron vulnerables a un doble proceso de expropiación: por parte de los compradores de tierras acomodados y por parte de los hombres con quienes estaban relacionadas (2011).

Ante estos procesos de explotación y abuso que vivían las mujeres —en su mayoría campesinas pobres— empezaron a presentarse levantamientos. Esto no era nada bueno para el Estado que quería tener un total control sobre el campesinado, por lo que es a partir de este momento que empiezan los juicios contra las mujeres “brujas”. Siguiendo a Federici, la caza de brujas no puede explicarse como un simple producto de la codicia: “ninguna recompensa comparable a las riquezas de América podría haberse obtenido de la ejecución y la confiscación de los bienes de mujeres que en su mayoría eran muy pobres” (Federici, 2011).

La mayoría de las víctimas de estos juicios por brujería eran mujeres pobres acusadas por miembros acaudalados y prestigiosos de la comunidad, con frecuencia sus mismos empleadores, es decir, “individuos que formaban parte de las estructuras locales de poder y que, a menudo, tenían lazos estrechos con el Estado central” (Federici, 2011). Tal fue el caso de Tituba retratado por Condé, una esclava negra acusada por su propio patrón de brujería, y como se ve en la novela, no hay manera de que esto tuviera un motivo económico. Ella al ser esclava estaba desposeída de todo bien.

Tituba era una mujer que se salía de la norma, no seguía reglas como contestar de vuelta, dirigirse a sus patrones viéndolos a los ojos, etc. Tituba, en cierta medida y desde su posición de esclava, tenía actitudes rebeldes que podrían desencadenar un levantamiento contra sus opresores e incitar de igual manera a los demás esclavos. Ante esta amenaza de una posible rebelión, la única manera de silenciarla fue acusarla de ser bruja para que fuera castigada. Todos veían a Tituba como una figura respetable e incluso atemorizante. John Indien, su propio esposo, confiesa tenerle una especie de temor: “Porque sé que eres violenta. A menudo te veo como un ciclón devastando la isla, derribando los cocoteros y alzando hasta el cielo una oleada de gris plomizo.” (Condé, 1999)

Habíamos ya mencionado el hecho de que la caza de brujas fue una manera de control y opresión sobre las mujeres y su capacidad reproductiva. Tituba, en la segunda parte de la novela, se da cuenta que está embarazada, pero se niega a traer al mundo a un bebé que sabe que sólo servirá como mano de obra barata para su patrón y para toda la maquinaria estatal que la oprime, a ella y a todas las demás mujeres esclavas. En uno de los pasajes de la novela, Tituba afirma, “Para una esclava, la maternidad no es una dicha. Se limita a dar a un mundo de servidumbre y de abyección, un pequeño inocente cuyo destino será imposible de cambiar” (Condé, 1999). Así, Tituba nos ofrece la imagen de una forma de resistencia al negarse a parir un bebé, el cual sólo sería usado para su explotación. Tituba se niega a entregar su cuerpo a su patrón, al Estado que la ve como un simple medio para seguir produciendo ganancias, al abortar y decidir sobre su propio cuerpo también se está rebelando contra toda una estructura de poder.

De esta forma, Tituba nos ofrece a lo largo de la novela una postura firme frente a sus ideales. Logró convertirse en una mujer libre y luego volvió a ser esclava, aunque esta vez por decisión propia, al querer seguir a John Indien, del cual se enamoró. Empero, Tituba, a pesar de ser esclava, siempre estuvo en total control de sus habilidades mágicas, de su cuerpo y de sus conocimientos. Estaba consciente de la crueldad del mundo en el que vivía y no se conformó frente a esto, siempre intentó manifestarse, aunque eso significara recibir palizas y castigos de sus patrones: “Aullaba, y cuanto más aullaba, más deseo experimentaba de seguir aullando, de gritar mi sufrimiento, mi rebeldía, mi rabia impotente. ¿Qué clase de mundo era éste que había hecho de mí una esclava, una huérfana, una paria?” (Condé, 1999).

Por otra parte, la caza de brujas también se entrelazó con otros acontecimientos relacionados al crecimiento de este capitalismo naciente, tales como “la destrucción del medio ambiente y (…) la explotación capitalista del mundo natural con la explotación de las mujeres” (Federici, 2011). Estos dos conceptos van muy de la mano puesto que tanto la naturaleza (las tierras) como las mujeres y sus cuerpos fueron explotados y destruidos para obtener ganancias estatales.

En contraste, Tituba, para poder realizar sus encantamientos y demás remedios mágicos, necesitaba recurrir a la naturaleza para obtener todos los elementos necesarios, sin embargo, siempre era respetuosa con la misma y nunca tomaba más elementos de los que necesitaba. Tituba es la antítesis de los hombres colonizadores que explotan la naturaleza hasta dejarla prácticamente devastada, es la parte que representa el cuidado hacia las demás relaciones (en este caso con la naturaleza), el cuidado y consideración que muchas mujeres tienen hacia los demás, como nos revelan varios estudios feministas.

Tituba era una mujer consciente de la marginalidad que la rodeaba y siempre se preguntaba el porqué de esta estructura opresora que regía a todos los esclavos y en especial a las mujeres, pues, al hablar con Hester, una mujer blanca acusada, cayó en cuenta de que las injusticias eran dirigidas especialmente a ellas sin importar su raza. “¿No debería estar aquí compartiendo tu angustia? Blancos o negros, la vida se porta bien con los hombres” (Condé,1986). Ésta fue la dura sentencia de Hester al escuchar cómo Tituba defendía a John Indien, pues ciertamente a John Indien no lo acusaron y fue Tituba la que tuvo que cargar con el peso de estar encarcelada.

En cuanto a la magia y la brujería, encontramos en la novela que Tituba en efecto es una bruja. Ella sí cuenta con ciertos poderes, pero éstos se relacionan más con la naturaleza, los remedios herbolarios y el poder curar a las demás personas, así como invocar a los muertos. En la vida real sabemos que nada de eso era cierto, pero sí hay cierta relación entre Tituba y los acontecimientos ficcionales narrados por la autora, y las “brujas” de la vida real que fueron condenadas. No podemos negar que las mujeres poseían conocimientos herbolarios para curar, para los dolores menstruales, para abortar, entre otros diversos padecimientos. Todos estos conocimientos representaban el poder que las mujeres tenían, mientras más conocimiento poseyeran, más peligrosas se volvían para el Estado. Al respecto, Federici nos habla de la reivindicación del poder de la magia que “debilitaba el poder de las autoridades y del Estado, dando confianza a los pobres en relación con su capacidad para manipular el ambiente natural y social, y posiblemente para subvertir el orden constituido” (Federici, 2011).

Una vez más encontramos en las mujeres una forma de resistir frente a todas las imposiciones del poder hegemónico. Al reunirse para compartir conocimientos, se tomaban decisiones sobre una misma y sobre la comunidad. Este tipo de grupos representaban una unidad difícil de disolver dentro de las comunidades, por eso el Estado estaba tan temeroso de estas unidades que poseían tanto poder. Tituba nos habla de estas prácticas tan comunes entre las mujeres, aunque no fueran curanderas como ella: “Durante toda mi infancia había oído cómo las esclavas se intercambiaban pociones de recetas, de lavativas, de inyecciones que esterilizaban para siempre las matrices” (Condé, 1999).

En la novela, la reputación de Tituba como una bruja sabia y poderosa se fue extendiendo por todo el pueblo, poco después de estos acontecimientos se le acusaría de ser una bruja. Es el poder patriarcal del Estado y de sus patrones lo que la condena a la horca, la condenan por ser adoradora de Satanás a pesar de que Tituba, al pertenecer a otro país y otra cultura, nunca había escuchado hablar de tal figura en su mundo de la magia. Al respecto, Federici señala cómo los cazadores de brujas estaban obsesionados por establecer la hegemonía masculina, ya que incluso cuando las mujeres se rebelaban contra la ley humana y divina “(…) tenían que ser retratadas como serviles a un hombre y el punto culminante de su rebelión —el famoso pacto con el Diablo— tenía que representarse como un contrato de matrimonio pervertido” (Federici, 2011).

Tituba obtuvo sus poderes gracias a su mentora Man Yaya y cuando pedía consejo invocaba a sus muertas: a esta última y a su madre. En todas estas relaciones de sabiduría y poder nunca se encontró una figura masculina. Posteriormente, cuando Tituba muere, elige a una niña para enseñarle todo lo que sabe y fungir como su protectora y madre, aunque ella ya no se encuentre en el plano terrenal. Una vez más, encontramos que las relaciones con las demás mujeres son muy importantes para los personajes femeninos del relato y esta unidad basada en una especie de sororidad y genealogía es lo que constituye la fuente de poder.

Podemos concluir afirmando que, tanto en la obra como en la vida real, la caza de brujas fue un momento histórico operado por el capitalismo y las clases dominantes para tomar el control sobre las mujeres y sus cuerpos. Las mujeres opusieron resistencia a estos ataques directos contra ellas y fue esta misma resistencia la que incomodó al Estado y ocasionó que comenzaran una serie de persecuciones sumamente crueles hacia ellas.

Tituba nunca fue sumisa y siempre opuso resistencia en todo momento, aunque a veces aceptara hacer ciertas cosas por amor, las cuales comprometían su libertad: haberse ido de su tierra para convertirse en esclava todo por seguir a John Indien o haber sido acusada por las hijas de su patrón al haberles confiado demasiados secretos llevada por el deseo de querer ayudar y su incesante empatía hacia los demás.

Sin duda, el personaje tiene esta serie de características de las que nos hablaba Carol Gilligan en su estudio sobre la obra: Tituba se preocupa siempre por dañar lo menos posible las relaciones que hay en su vida, con ella misma y con los demás. (Gilligan, 2003) Tituba tenía el control de su sexualidad, de su sistema reproductivo y de sus conocimientos mágicos, que utilizaba para curar o para hacer mal a voluntad. Esto no sólo constituye un acto revolucionario contra el sistema, sino una bella forma de resistencia a nivel personal y de autocuidado.

Bibliografía.

-Condé, Maryse. Yo, Tituba, la bruja negra de Salem. Barcelona: El Aleph Editores, 1999.

-Federici, Silvia. Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria. Madrid: Traficantes de sueños, 2011.

-Gilligan, Carol. In a Different Voice. Psychological Theory and Women’s Development. Cambridge: Harvard University Press, 2003.

-Mies, Maria. Patriarchy and Accumulation on a World Scale: Women in the International Division of Labour. Winnipeg: Zed Books, 1999.

  1. Me llamo Irene Gabriela Ramírez Muñoa. Tengo 24 años. Soy licenciada en Literatura francesa. Escritora. Feminista. Mis intereses son la literatura fantástica, el terror y la ciencia ficción. 

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