Por Ximena Cobos Cruz
Los años han pasado un poco borrosos, el tiempo pandemia parece haber ocurrido con una velocidad distinta que provoca que no se sienta que fue hace ya casi seis años cuando estalló un hermoso encuentro entre mujeres que deseábamos llenar nuestros libreros con otras mujeres; que pusimos en marcha la reconstrucción de una genealogía que reuniera a nuestras madres simbólicas de la literatura—retomamos mucho a Marcela Lagarde y hoy ya también tenemos otras referentas teóricas—, sacando toda la molestia de haber leído una vez tras otras, durante años y años de formación, hombres que no pueden más que construir personajes femeninos que nos encierran y sostienen mandatos de un deber ser femenino que siempre nos ha quedado chico a las mujeres de carne y hueso. En el recuento unas van y otras vienen; surgieron premios, colectivas, fanzinas, publicaciones independientes, autopublicaciones, talleres de creación literaria de mujeres para mujeres, encuentros y editoriales como ‹‹Tinta en las uñas››.
La institucionalización de todo esto que hicimos trajo consigo cosas hermosas como reediciones para que pudiéramos volver con un pelito más de facilidad a las ancestras. Sin embargo, hay un ente voraz dispuesto siempre a engullir toda resistencia, anomalía, incluso cualquier goce que no depende de él. Así es como las grandes editoriales cooptaron este bello acontecer histórico en que nos hicimos justicia luego de los años en los que permanecieron ocultas, casi borradas, las escritoras que nos impulsaron a emprender un recorrido de sabernos nosotras también mujeres que escriben y crean. Por ello, hoy cada vez con más ganas sigo pensando en la necesidad de hacer una historia de las publicaciones y editoriales independientes en Latinoamérica que, además, muchas veces fueron sostenidas por mujeres como Victoria Ocampo, Aída Cartagena, Margareth Randall, Victoria Slavusk, Diana Machiavello y otras tantas que yo no sé nombrar todavía. Porque son proyectos que permitieron construir una carrera literaria a escritoras y escritores, aunque la única carrera que parece valer sea la de llegar a las poquísimas grandes editoriales. Y porque somos la continuación nunca rota de esa otra genealogía en la que quizá poco nos detenemos a pensar.
Entonces, si reconocemos que en el contexto de todas las escritoras con las que intentamos revivir el diálogo hubo una cantidad basta de proyectos como los que nosotras impulsamos y sostenemos, quizá tengamos más confianza en esto que hacemos, quizá alcancemos a comprender la relevancia de nuestro quehacer cotidiano y quizá nos acerquemos con mayor interés a lo que se publica actualmente en esos sitios recónditos repletos de rebeldía, de ganas de que dejemos de leernos en pequeños círculos donde ya nos tomamos confianza y volteemos la mirada a otras, para que el círculo se convierta en una espiral inmensa en la que quepa una nueva escritora IN SILENTE, IN SOLENTE, IN SUMISA, como Cristina Ruiz, una Camila Sánchez Bolaño, Natalia Jareni, Laura Navarro, Rocío Buen Abad, Delia Beatriz González, Myriam del Carmen Flores, Rossy Aguillón, Liz Estela Islas, Margarita Hernández, y muchas otras como ellas que forman parte de la primera publicación que acuerpa esta nueva editorial ‹‹Tinta en las uñas››, fundada por Fernanda Meraz y Mónica Cavazos.
Esta esta reflexión larga o corta, circular, necia, cuchillito de palo con el que muelo y muelo, nace de la grata sorpresa de entrevistarme con Mónica para conocer más sobre el proyecto editorial y su primera publicación. Sabía que íbamos a conversar sobre una editorial de mujeres para mujeres, sabía que platicaríamos sobre los detalles de un libro que reúne voces de diversas autoras, pero nunca ningún proyecto es como el otro, porque no hacemos maquila de libros ni buscamos hacernos millonarias, en palabras de Mónica, pues aunque las autoras compartimos la intención de ser leídas y leer a otras, de sostener y conformar lo que ahora llamo “la otra literatura escrita por mujeres”, en el interior particular de nuestros espíritus arde una llama que brilla con su propia certeza.
En medio del ruido del señor de la trompeta, del repentino estallido de la alarma de un auto, de la gente que pasa y pasa sobre la acera de un café en Coyoacán, fui perfilando cada vez una sonrisa más grande, menos formal, más conmovida, hasta que apareció el libro que sorprendió muy gratamente a estos ojos. Todo lo que supe antes del choque con la concreción del objeto libro es que esto comenzó con dos que se encuentran, se reconocen, se miran, se sienten, hacen caso a la intuición y son mujeres que se amigan. Fernanda Meraz y Mónica Cavazos son una más, y no por eso menos relevante y luminosa, de las parejas de mujeres que con gran facilidad se acoplan a trabajar juntas casi de manera natural. El primer encuentro fue en un taller de escritura, allí comenzó un camino de afinidad, de ligereza que conduce a la confianza para seguir un aprendizaje y expansión como escritoras juntas, siguiendo el llamado una de la otra, de ida y vuelta; en medio las encontró la fuerza y el compromiso de coordinar el proceso de edición de un libro que buscaba que los textos nacientes en uno de esos talleres no quedaran arrumbados: ‹‹Hay que hacer algo››. Me gustan las mujeres que no callan su necesidad de nunca estarse quietas, que siempre imaginan más y más detalles para lo que se proponen, así me pareció la Mónica con la que me encontré por segunda vez en la vida. Esta inquietud comprometida —y atascada, deseosa, vibrante— es la que siempre conduce por buenos caminos, a ellas las llevó a experimentar la autopublicación y a familiarizarse con ese proceso que puede llegar a ser desconocido cuando como autoras no sabemos qué sucede más allá de enviar un manuscrito y a veces nunca recibir una respuesta. No obstante, la autonomía y la rebeldía nos han hecho romper el esquema y el orden establecido del medio editorial aprendiendo, como lo hicieron Fernanda y Mónica, a base de imaginación y entereza, pero además uniendo miradas, escucha, opiniones y saberes con otras. El trayecto se llenó de más encuentros con mujeres, la correctora de estilo, Sara Jiménez, y la diseñadora editorial e impresora Sandra Mejía, con quienes trabajaron antes de ‹‹Tinta en las uñas››, cuando imaginaron e hicieron realidad la antología autogestionada Intersecciones. Ahí iban Mónica y Fernanda trazando una ruta de aprendizaje que sin saberlo las llevaría a erigir una casa editorial, casa sí, porque allí habitan las palabras de muchas, ahora sumando a la argentina Ansilta Santos, quien para IN SILENTES IN SOLENTES IN SUMISAS, logra concretar con su creatividad el amor que la imaginación de las editoras puso en este libro.
Comparto todo esto de su historia personal, de su camino y el tejido de su vínculo porque me parece necesario hablar de la fuerza con la que nos aventamos al vacío juntas, ignorando el vértigo; Mónica me contó que es consciente de que las cosas no duran para siempre, pero no importa, amigas, porque así es la historia de la que les hablaba en un principio —cuántas editoriales hizo en Dominicana Aída Cartagena Portalatín—, porque los finales no significan derrotas, quizá sean solo cambios de ruta, de vehículo, de compañía y aprendizaje sobre nuestras elecciones. Así, como bien me señaló Mónica con una risa, contrario a todo lo esperado, antes del nombre de la editorial, de pensarse como un sello que albergue a más autoras a futuro, nació el libro que hoy están, afanosamente y con la pasión más grande de quien cree en la importancia de lo que ha traído al mundo, tratando de hacer que ruede, que salte, que toque rincones, cicatrices, miradas, pechos que pudieran estar doliendo y de pronto hallen la calma en un espejeo o un canto de fractales del que se tenga certeza al terminar el libro.
Para este primer lanzamiento de ‹‹Tinta en las uñas››, Fernanda y Mónica se acuerparon además de una poeta magnífica y editora comprometida, Marisol Vera Guerra —manténganla presente y no se olviden de leerla—, quien ha gestado, parido y crecido, con un rugido de fuerza amatoria, Ediciones Morgana México en el norte del país. Este primer libro entonces no solo está coeditado por Ediciones Morgana México y Tinta en las uñas, sino que Marisol es la anfitriona que abre la puerta y con una cálida y firme voz invita a entrar y recorrer as esquinas y estancias posibles, con un antiprólogo que roza los linderos de un estudio literario y una autoernografía, hibridez como todo lo que habita este portal llamado libro con que arranca este proyecto de mujeres que se entrelazan y deciden parir juntas una obra con detalles tan luminosos que me cuesta adelantar, pero que no puedo dejar pasar por alto, porque me conmueven de manera infinita, como las fotos e ilustraciones de las autoras de niñas, niñas que ahora son las escritoras que quizá no imaginaron, pero siempre contaron historias desde sus columpios y resbaladillas, pues esta clase de hechuras, de urdimbres son las que yo veo propias de la imaginación de las mujeres, hacerse presentes, ofrendarse en niñas curiosas porque curiosas, juguetonas e imaginativas nos mantenemos a lo largo de la vida, además de cultivadoras de distintas formas de pasión en el centro de nuestro pecho.
Nos invito entonces a ser curiosas siempre, a no dejarnos devorar por completo por el remolino de la superestructura que nos arroja unos cuántos títulos y nos quiere sujetar a unas cuantas autoras ahora que parece que nos ha dado el permiso que no necesitamos para leer mujeres. Antes bien, seamos tan rebeldes como Mónica y Fernanda, y tantas otras que no se detienen, atrevámonos juntas a apostar por los proyectos editoriales más modestos y lancémonos a sus catálogos para hallar joyas de una escritura y estética siempre vorágine inquieta que es la creación de las mujeres. Sigan las redes sociales de ‹‹Tinta en las uñas›› y no se pierdan los próximos títulos, porque éste es un proyecto dispuesto a dar paso a autoras, y por qué no, a autores, siempre y cuando se atrevan a transformar los lugares comunes que sostienen los estereotipos y mandatos de género.
Hermosa narrativa de esta gran empresa que es Tinta en las uñas y de sus grandiosas creadoras y magníficas escritoras. En hora buena!!
Enhorabuena! Me encantó la forma en que las barras Ximena, mujeres que narran a mujeres, a ellas, quienes nos cuentan sus propias historias. 🌸💞 Felicidades mis queridas Mónica y Fernanda, todo el éxito. Amadrinadas por nuestra querida Marisol, poeta favorita. ❤️
Ximena, ¡qué texto!, gracias miles por tus entrañables palabras a esta aventura que hemos emprendido porque amamos las letras de las mujeres, porque el silencio ya no más, porque todas juntas estamos haciendo Historia.