¿Preguntarle al polvo… qué le puedo preguntar?…

 

Por Liliana Rivera

Sinceramente, cuando mi maestra de creación literaria nos dejó leer Pregúntale al polvo de John Fante, mis expectativas eran muy bajas, venía leyendo una serie de subgénero de guerrillas, homosexualidad y feminismo, pensé que era algo más de lo mismo. Tardé semanas en abrirlo, sin embargo, el tiempo me apremiaba, y el día que decidí hacerlo (que por cierto fue hace dos días) desde el prólogo me atrapó, y así como le sucedió a Charles Bukowski:

cogí el libro, lo abrí y se produjo un descubrimiento. Pasé unos minutos hojeándolo. Y entonces, a semejanza del hombre que ha encontrado oro en los basureros municipales, me llevé el libro a una mesa. Las líneas se encadenaban con soltura a lo largo de las páginas, allí había fluidez. Cada renglón poseía energía propia y lo mismo sucedía con los siguientes. La esencia misma de los renglones daba entidad formal a las páginas, la sensación de que allí se había esculpido algo. He allí, por fin, un hombre que no se asustaba de los sentimientos. El humor y el sufrimiento se entremezclaban con sencillez soberbia”

John Fante me llevó de la mano al grado que realmente me entremezcló con sus personajes, parte Bandini, parte Camila. Arturo Bandini, un escritor joven, que entre toda su misoginia, el desprecio por una raza y el sentirse superior a los demás, demuestra también ser un humano cualquiera; pasa hambre al enfrentarse con la realidad de un mundo que sabemos no es un mundo amable, más por la época a la que pertenece nuestro protagonista, la recesión de los Estados Unidos. Pero, Bandini pasa hambre por aferrarse a un sueño que quizá no lograría, alcanzar la fama y el reconocimiento; hambre también por la decepción de un amor no correspondido, con ello viene el deseo ruin de despreciar lo que más quieres, y después el arrepentimiento de todos sus pecados.

“Hete aquí viviendo como un gusano día tras día, genio del hambre, fiel a una vocación sagrada.”

Por su parte, Camila, una chica mexicana, camarera, orgullosa, inteligente, con aire de princesa maya, pero finalmente migrante, que se enzarza con Bandini en una relación tormentosa, pasional y a su vez conmovedora donde se alterna la mutua atracción con el desprecio que ambos se profesan. De hecho, me atrevo a decir que éste podría ser el tema central de la novela.  Camila, por otra parte, pierde el rumbo, sea por la sociedad bárbara, sea por una serie de eventos desafortunados.  

“La comezón que sentía en los ojos era por ella porque mis ojos recordaban a la joven extravagante y esbelta que correteaba por la playa al claro de luna, a la joven hermosa que bailoteaba con una bandeja en los brazos redondos. Y allí estaba ahora, hecha una ruina, con un cenicero rebosante de colillas parduscas al lado. Había dejado de luchar. Quería morir.

 

Pregúntale al Polvo es una novela que nos hace sentir cómo sus personajes forman parte de nuestro mundo, son reales… ¿quién no actuaría como Bandini?, o ¿quién no sería como Camila?; finalmente cada uno son seres humanos, con sentimientos individuales, con errores, aciertos, sueños, y como humanos siempre en la lucha por la supervivencia.  Seamos sinceros, a quién alguna vez en su vida no le han hecho mierda su ego y no ha querido decirle o por lo menos desearle a esa persona que te humilló: “ojalá que te mueras”.  O, en su defecto, quién no ha caído en el desacierto de tratar de ayudar a alguien y al final desistir, dejarla que se pierda en las montañas, porque a ti no te corresponde su salvación.

 Hay que aceptarlo, todos tenemos algo de Bandini, o de Camila, nadie se exime de ser mitad ángel, mitad demonio, está en nuestra naturaleza, en nuestro más puro instinto de conservación. Resta decir que el amor propio de cada uno de los personajes hizo enaltecer al mío, quizá entender también ciertos sentimientos mórbidos, enfermizos, que se entre tejen en algunas ocasiones en mi cabeza… y a todo esto ¿qué le puedo preguntar al polvo?

El otro amaba como un esclavo, como un loco y como un mendigo.
 ¿Por qué? Pregúntale al polvo de la carretera
 y a las hojas que caen,
pregúntale al misterioso Dios de la vida;
 nadie sabe tales cosas.
Ella no le dio nada,
nada le dio y todavía él le agradeció.
 Ella dijo: ¡Dame tu paz y tu razón!
 Y él solo se lamentó que no le pidiese su vida.
Hamsun (Pan, 1894)
 

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Un comentario

  1. Interesante reflexión. Leí el libro y me sorprendí de la forma extraña de ese amor. Pasa del desprecio al quebranto del amor propio para terminar por mendigar. Es muy cierta esa dualidad que podemos todos tener. Gracias por compartir tus ideas.

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