Sidra de pera inspirada en Ulises de James Joyce
Por: Diana Peña Castañeda[1]
“…me gustaría tener un bonito par de pantuflas rojas como vendían esos turcos del fez rojo o amarillas o una bonita bata semitransparente que me está haciendo mucha falta o una mañanita color de melocotón como la de hace mucho en Walpole sólo 8/6 ó 18/6 ya le daré otra oportunidad madrugaré por la mañana estoy harta de esta vieja cama de Cohen en todo caso podría ir al mercado a ver todas las verduras y coles y tomates y zanahorias y toda clase de frutas espléndidas que vienen todas frescas y deliciosas quién sabe quién sería el primer hombre que me encontrara salen por ahí a buscarlo por la mañana solía decir Mamy Dillon y por la noche también esa era su salida a misa me gustaría una pera grande y jugosa ahora que se me deshiciera en la boca como cuando tenía los antojos entonces le tiraría encima sus huevos y el té en la taza con bigotera que le regaló ella me figuro que para hacerle la boca más grande a él también le gustaría mi buena crema también ya sé lo que voy a hacer voy a dar vueltas por ahí bastante alegre no demasiado cantando alegre de vez en cuando mi fa pietà Masetto luego empezaré a vestirme para salir non son più forte me pondré mi mejor camisa y bragas que él se dé una buena ración de vista con eso para que se le ponga de pie su cosita le haré saber si eso es lo que quería que su mujer se deja joder sí…”
(fragmento del monólogo de Molly Bloom)
Es la habitación matrimonial. Tu esposo duerme. Quizás 2 a 3 de una oscura y seca madrugada de verano. Tus ojos miran, pero no se abren. Recuerdas algo de tu niñez, cavilas sobre el amor, las obligaciones domésticas, las tareas del trabajo, lo que ambicionas comprar, el sexo, tu sexo, una carta, quieres un pedazo de pera jugosa… Lo que habla no eres tú son tus pensamientos desbordados que como un trueno irrumpen sin permisos, ni comas, ni puntos para que la palabra sorprenda: franca y sin remordimientos.
Molly Bloom: 34 años, cantante profesional, fascinante, altiva, amorosa, aunque poco romántica. Es la esposa del señor Leopoldo, el Ulises de Dublín, pero no es el prototipo de sumisión, no es una heroína de tragedia griega, ella es lo opuesto de Penélope. De ahí su infidelidad, pero no desde la desfachatez del adulterio, Molly es la imagen viva de los deseos más profundos de la mujer.
Igual que el señor Leopoldo, ella está sumida en el dolor por la pérdida del primer hijo, un varón. Ese episodio marca, motivado por ella, el término del deseo sexual entre ellos. La otra ausencia, la de la hija adolescente quien estudia lejos de casa se mezcla con la de la madre nunca conocida. Aun así, ella es la entrega no condicionada. Aunque nació en Gibraltar su acento es mundial porque representa el SÍ al derecho natural al amor como madre y como mujer.
En el monólogo de Molly la pera no puede ser más evidente. Si a través de la manzana la humanidad inculpó a la mujer del pecado, la pera la reivindica ¿De qué mano se la comerá Molly, con la izquierda como la virgen? En esta receta la pera se presenta como símbolo de emancipación; la frambuesa en pequeñas cantidades va y viene como la pasión o la fecundidad; el viche sugiere el amanecer que comienza. Ligera en su preparación, intensa al paladar esta sidra está hecha en honor a Molly, a Molly de mi corazón.
Receta
Tiempo de preparación: 10 minutos
Tiempo de cocción: no requiere
Porciones: 1
Ingredientes:
Medio vaso de infusión de pera
Un chorrito de sirope de frambuesa
Un chorrito de viche (opcional)
Un chorrito de zumo de limón
Cuatro frambuesas
Hielo a voluntad
Preparación:
En una jarra bien fría poner la infusión de pera.
Añadir el sirope de frambuesas, el zumo de limón, el viche.
Agregar las frambuesas y el hielo.
Mezclar muy bien.
Servir en un vaso o copa.
[1] Comunicadora Social, especialista en Comunicación Organizacional, Magister en Ciencia Política. Interés en escribir sobre la comida como elemento narrativo en la literatura y como arte simbólico de la memoria social. linkedin.com/in/dianapeñacastañeda
@la_libreria_patisserie