La Edad de hierro de Victoria Marín Fallas

Por Felix Alejandro Cristiá

 

Sobre la tierra…

Sobre la tierra se levantan enormes puertas, a sus pies niños hincados aruñan. ¿Dónde están las llaves?, pregunta alguno. Los inmortales se las han llevado, responde otro. De rodillas crecen las personas después de la gran caída. Paraíso perdido. Hemos nacido en una nueva era. El hierro reemplaza al bronce, dicen convencidos los historiadores. ¡Ahora la guerra se hace mejor!

La Edad de hierro (Medusa Editores,) de Victoria Marín Fallas nos introduce a un mundo donde los humanos están cansados de esperar por el retorno al cielo. El antiguo poeta Hesíodo no dudó en expresar sus consideraciones sobre el hecho de tener que vivir entre los seres de la quinta generación —la suya— creada por los dioses: los de la Edad de hierro. ¿Será que, testigo de los suyos nos legó historia y no poesía? “Nunca durante el día se verán libres de fatigas y miserias”, dejó escrito, “ni dejarán de consumirse durante la noche, y los dioses les procurarán ásperas inquietudes”.

Pero la naturaleza humana, al aferrarse a la vida, también comenzó a observar y a replicar lo que en ella encontraba. Quiso vivir más, sumar años. Ser el mismo dios. Y así, “también se mezclarán alegrías con sus males”, sentencia el poeta de Hellás. ¿Esta es la historia del abrazo a una vida acompañada, quizás fútilmente, por la esperanza? En cierta medida nuestro legado. ¿Pero qué hay del de ellas?

El poeta creía, seguramente, que provenimos de una especie que, en una muy distante lejanía, compartía banquete con los dioses y las criaturas celestes. Sin embargo, cada estirpe, forma inferior de la anterior, se ancla cada vez más a la tierra y a sus efímeros placeres. Nunca satisfechos. ¿No es su jardín al fin y al cabo?, pregunta la razón. Tal vez, pero Victoria nos recuerda: no es el mundo del ser humano, es la tierra del hombre:

Un demonio ríe y llora bajo la jerarquía del falo…

Hesíodo pronosticaba la inminente destrucción de la quinta raza por el dios. ¿Por qué dudarlo si así fue con las anteriores que eran mejores? Los hijos no se parecerán a sus padres, y el amigo se reconocerá como enemigo; la justicia actuará por hierro de espada. ¡Ya se han olvidado de rezar! Abandonados han quedado los hombres a su propio juicio. ¿Pero qué hay de las mujeres, las hermanas, las madres? Mujer doliente, mujer-objeto, se pregunta con la voz de nuestra autora:

¿a dónde me llevaría la furia?

¿Crees tú que la mujer lo ignora?

En ocasiones se arrastra por un poco de luz, la esperanza en un ánfora. En soledad, empuña su canto y dedica altares a la ternura o al Amor, a veces también a las sombras. Con nostalgia mira hacia la Luna, añorando ser raptada del mundo, lejos de la hoja del dios quien “tiene de hierro el corazón”[1]. Pero la mujer se guarda para sí sus secretos, frecuenta los rastros y las ruinas. En silencio clama:

Llevo dentro el hogar del fuego, la noche,

mi elogio a la sombra

Victoria relata una época injusta y violenta, la nuestra. Y femenina es la tinta roja en la que se escribe la historia del hombre. Las fracturas que relata recuerdan la sentencia del poeta: no se identificará al hermano o a la madre, ni el sabio del idiota. Recordemos que en esta era ya no hay dioses. Reina la bestia, gobierna el hombre. El metal de las espadas no cesa de sonar, desde el mar y hasta el final de las montañas. Y las mujeres, mera mercancía. Es esta la edad en la que nacen las fronteras y navegantes surcan los mares, exclama Ovidio. No hay verdad que buscar, sólo codicia. Y la mujer, ella se encuentra condenada a soportar

el precio de sonrisas

Con los primeros versos, Victoria, tomando la voz de Eva, Helena, Cleopatra o Salomé, y tantas otras cuyo nombre es nadie, nos transmite los golpes de las mujeres que luchan por abrir las puertas de hierro. Se debaten por resistir y oponerse al poder que enjaula. Pero en la medida que continuamos la lectura, la resignación va haciendo aparición. Llegaremos a reconocer que las palabras sobran, ahora pequeñas dagas filosas. La doncella de muchos nombres, de los cuales ninguno se sabe ya, cierra los ojos y acepta su destino cual Ifigenia Eurípidia. Cerca del final, se arroja a la agonía esperada, dispuesta a soltar lo último que le queda; se lleva a cabo el sacrificio con calma. Pero, para nuestra sorpresa, no todo está acabado. De la muerte surge la proclama de un caminar, quizás también, sutilmente, un poco de insolencia, de esperanza. 

Sin embargo, las mujeres de la Edad de Hierro están más interesadas en luchar y purificar el alma que en sobrevivir. Del diluvio que viene a reparar todo el daño de la raza degradada, ellas no intentan salvarse en el barco, más bien saltar de él, encontrar su propia senda tras abandonar la cárcel, pues

como Penélope, Inés o Beatriz, su gloria es vana,

la flor de la cicuta: una carta más en la baraja.

 

Del trabajo de Victoria

Es Filóloga Clásica graduada por la Universidad de Costa Rica, estudiante de Filosofía y de la Maestría en Literatura Clásica (tras haber ingresado con beca de excelencia) en la misma casa de enseñanza.

Desde 2018 dirige el medio Revista Virtual Quimera (ISSN 2215616X). Además, ha sido asistente de docencia en la Escuela de Filología Lingüística y Literatura (UCR), en cursos de latín, griego, literatura y mitología griega para el Departamento de Clásicas, y asistente editorial en la Revista Educación (UCR). 

Ha publicado en espacios como la revista Itálica (UPO, España), El Repertorio (Costa Rica), Revista De-lirio (México), Punto en línea (UNAM) y Semanario Universidad (UCR). Figura como autora en las antologías Donde contamos hormigas y segundos (Poiesis Editores, Costa Rica, 2020), Antología Nueva Poesía Costarricense (Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica, 2020), Voices (Centro Cultural de México, EE. UU. 2021), Rollos de Vuelo (EUNED, 2021) y 56 Altares: Filos y Espejos (Testigo Ediciones), Fin de siglo (EUNA, Costa Rica) y Hay algo urgente que te tengo que decir (Medusa Editores, México).

También ha participado en diversos eventos nacionales e internacionales como ponente u organizadora. Entre ellos se cuentan el VIII Congreso Internacional de la Cátedra UNESCO para la lectura y la escritura; el I Congreso Nacional de Estudiantes de Artes y Letras (UCR, 2018); La experiencia de escribir en la Costa Rica del XXI (UCR, 2019); La Importancia, significación y clasificación de los ritos funerarios en la literatura grecolatina (Biblioteca Pública de Desamparados, 2019); Creación femenina en el arte: Literatura y música (BEDU-UCR, 2021); el Festival Internacional Primavera Bonita (Fundación del Centro Cultural del México Contemporáneo et al., 2021); el XXVI Simposio Nacional de Estudios Clásicos; el II Congreso Internacional sobre el Mundo Clásico (Universidad del Nordeste, Argentina, 2021);  el I y II Encuentro Internacional de Poesía en Xochimilco y el I Coloquio Nacional de Narrativas Especulativas, de lo Insólito y del Horror (BUAP, México, 2022)

Además, cuenta con experiencia en el fomento de la escritura creativa. Ha impartido de forma gratuita talleres de creación literaria y literatura en la Universidad de Costa Rica (Biblioteca de la Facultad de Educación) y en otras instituciones.

Es compiladora del libro de relatos Anábasis, antología de narrativa fantástica y ficción histórica (Nacimiento, 2020), un proyecto que propone un viaje de reencuentro con el mito, la historia y la leyenda; y ganadora del XIV Concurso de Escritura Creativa en Lenguas Extranjeras (ELM, Universidad de Costa Rica) en la categoría de poesía en lengua portuguesa.

 

 

 

[1] Hesíodo, Teogonía. Se refiere a Tánatos.

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