Humanizar las humanidades

 Ensayo sobre el rumbo de la teoría y crítica literaria

Por Carolina Jocabed Cervantes Martínez

La realidad de los estudios literarios se ha modificado con el paso del tiempo, del pensamiento y de la forma de vida del humano. Ahora, quienes nos dedicamos a estudiar la literatura nos encontramos con la novedad de que el mundo de la crítica y estudios literarios ha perdido su rumbo: <<está en crisis>> gritan a través del papel quienes están realmente convencidos de que esto es verdad.

Es curioso cómo esta problemática inició justo cuando el canon occidental dejó de ser suficiente para las corrientes literarias y las vanguardias que empezaron a surgir, así como en Latinoamérica, en el resto del mundo. Por supuesto que conviene llamarle crisis a aquello que rompe con toda una tradición tras el formalismo, estructuralismo y postestructuralismo, aquello nuevo y desconocido que ha sido propuesto por practicantes de la crítica que <<no tienen un recorrido propio>>, que son nuevos en este ámbito.

Pues bien, para conocer qué es lo que se hace en la actualidad con la crítica literaria y sus estudios correspondientes, es necesario conocer la trayectoria que éstos han tenido desde su formalización, principalmente porque resulta absurdo que un término tan nuevo como lo es literatura ya se encuentre en declaración de crisis.

Por lo anterior, es necesario que hagamos un rápido recorrido por las formas fundamentales de analizar y estudiar una obra literaria, como el formalismo, estructuralismo, postestructuralismo, hasta finalizar en lo que se ha hecho al relacionar la literatura y los estudios culturales.

De esta manera podremos conocer con mayor detalle el rumbo que ha tomado la ciencia literaria, qué se espera de ella y hacia dónde debería dirigirse.

Antes que nada, debemos establecernos en la idea de que la literatura es un término nuevo ya que, hasta hace aproximadamente dos siglos y medio, toda expresión verbal en la cual se entreveía belleza estética era llamado Poesía (Llovet, Caner, Catelli, Martí, y Viñas, 2005, 32)

Después, durante la transición de la Ilustración al Romanticismo, comienza un cambio en cuanto a la percepción de la obra en relación con el autor, el género utilizado y el lector. Así es como estos cambios permiten la sustitución de Poesía a Literatura para denominar la creación lírica, aunque aún no se presentaban estas nociones de distinción entre la lírica y la prosa (33). Justo a lo anterior es a lo que nos referiremos aquí al decir que la literatura es un concepto, término y estudio muy joven. Al menos eso podemos percibirlo tras conocer que la escritura, los conocimientos generacionales, se remontan desde siglos antes de cristo.

Si bien los jóvenes pueden sufrir crisis al igual que toda la sociedad de la actualidad, esto se debe al sistema, la modernidad y la forma de vida actual. Quizá sea necesario retomar esta comparación más adelante porque podría representar un caso similar.

Por lo pronto, hay que recordar que la literatura es literatura en cuanto hay literariedad, según Jakobson. La literatura sería entonces aquello que se define como tal, <<que se enseña como literatura, que se opone a lo no literario>> (Brunel, 1994, 354). Así es como se dio inicio al adoctrinamiento occidental de decidir por el resto del mundo bajo qué parámetros hacen de lo escrito algo bello y, por lo tanto, a qué podemos llamarle literatura y a qué no. ¿Es posible que un continente, con una historia, demografía, con culturas distintas al resto del mundo, pueda englobar lo que debe ser considerado bello y literario a nivel global? Eso simuló por mucho tiempo.

Después de que Jakobson revolucionara la concepción de la literatura tras proponer el término de la literariedad se responde una de las principales dudas sobre la forma de funcionamiento de este ámbito artístico. Este fue el primer estadio significativo de modernización de la literatura. Antes nunca se habría pensado que la literatura era imprescindible de la filosofía, la historia, la teología, el ensayo y la poesía. No fue hasta post Crítica del juicio de Kant que esto comenzó a dudarse y a reconocer a la literatura como una esfera separada y suficiente de sí misma (Llovet et al., 2005, 39).

El formalismo inmanentista, tras este enorme paso de estudiar y juzgar a la obra por sí misma, como una esfera independiente, fue el primero en replantear los estudios literarios como una ciencia. La ciencia que, si recordamos, explicaba cómo la obra tenía un extrañamiento por sí mismo, que era lo que hacía al texto literario. El lenguaje era suficiente para entender una obra por sí misma. Al sostenerse de aquí, los estudios de la literatura y el lenguaje se centraron en los estudios de la retórica, que a través de ella, según Jakobson, el mensaje es guiado (Llovet et al., 2005, 45).

En resumen, el formalismo se detuvo ante la literatura con el pensamiento de que era un mensaje en cuanto comunicaba, y si el lenguaje tiene seis funciones, en alguna debía resentirse el mensaje que el texto emitía.

Seguido al formalismo, se acuñó el Estructuralismo, desarrollado principalmente en Francia. Éste se propuso como una respuesta de admitir que la obra literaria, en cuanto lenguaje, puede ser estudiado desde la lingüística pero también desde el contexto y el psicoanálisis. Por ello Saussure fue tomado como el padre de la lingüística, cuyos análisis sirvieron principalmente para el desarrollo de los estudios literarios del siglo XX. Del mismo modo, quien articuló la teoría del lenguaje mediante el psicoanálisis fue Lacan, que afirmó que su obra fue una reconfiguración o resignificación de los estudios hechos por Sigmund Freud (Llovet et al., 2005, 69). Además, esta etapa de los estudios de la literatura acomodaron a la perfección los estudios marxistas, de manera que se convirtió en el auge de los estudios marxistas literarios. Todo lo anterior se explica porque:

El concepto de estructura social para los estructuralistas no se refiere a la realidad empírica, sino a los modelos formalizados a partir de ella. Son las relaciones sociales las que sirven de base para la construcción de modelos que pongan de manifiesto la estructura social existente y que permitan al investigador traducir la realidad en estructura (Rico, N/A, 1).

El estructuralismo, de cierta manera, pareció ser un intento de desligar el espectro egocentrista del autor en los estudios literarios, es decir, dejar de observar los textos literarios como un mensaje que el autor quiere dar, lo hace de una manera estética y la tarea es solamente comprenderlo.

Entonces, así es como este ámbito ahora llamamos ciencia, inició sus bases a partir del positivismo que le <<obligaron a llevar a cabo análisis objetivos y científicos de los procesos para encontrar las estructuras profundas de pensamiento>> (Moragón, 2007, 2).

Ahora, y desde entonces, se conoce a los estudios y la crítica literaria como una ciencia dura y positivista como cualquier otra ciencia.

Esto supone en su momento un avance muy significativo para la literatura y su forma de ser analizada; desde entonces, cada supuesto sobre una obra literaria se permitió ser comprobado cualitativa y cuantitativamente. Los resultados que se arrojan utilizando esta forma de sistematizar el conocimiento de tal corriente artística fueron exactos y explicativos, ya no meramente descriptivos. <<Tradicionalmente se ha aceptado que aquello que caracteriza a la crítica literaria estructuralista es el hecho de llevar a cabo una transformación de la forma en contenido>> (Aguilar, 2014, 1).

Estos estudios encontraron su <<excelencia>>, por así llamarlo, cuando surgieron nuevos aportes que hicieron cada vez más exactos los resultados, conjunto de teorías a las que después se les conocería como postestructuralismo.

Después de la primera mitad del siglo XX, la teoría deja de ser metódica para estudios literarios, ahora será interdisciplinaria. Se convirtió en una técnica que utiliza los principios de otras materias y sólo busca evidencias de concordancia en la obra o en el texto (Aguilar, 2014, 1-2). Se dio inicio, así, la fórmula para crear a partir de nuevas técnicas de producción de crítica: rescatamos una pequeña parte, la sacamos de contexto, se acomoda a lo que queremos, quiero, decir y ¡listo!, presentamos una crítica nueva de una obra estudiada por siglos.

A decir verdad, que en la praxis hayamos acomodado las lecturas a lo que nosotros queríamos decir no fue propuesto por los teóricos posmodernos. Al contrario, la filosofía de la cual parte el pensamiento postestructuralista para crear nueva crítica, o mejorarla, es a través de la deconstrucción y el psicoanálisis de la Escuela Francesa. Incluso, desde Derrida comenzaron los cuestionamientos sobre las bases del Estructuralismo, como la de que <<a partir del modelo de la lengua como paradigma científico, pudiese comprenderse el modo de funcionamiento complejo de las diversas manifestaciones del lenguaje>> (Llovet et al., 2005, 74).

Foucault por su parte, aporta la distinción del <<poder>> en el discurso artístico, que está mediatizado por las fuerzas fácticas que lo proponen y así cuestiona la <<verdad>> del texto y la <<autoridad>> del análisis. Gracias a este filósofo, la crítica y teoría abre nuevas ventanas nunca antes descubiertas, y se inician estudios con el materialismo cultural y el nuevo historicismo, las cuales señalan la relación que hay entre la obra literaria y las manifestaciones culturales (Oliva, N/A, 8).

Tras el nuevo abarcamiento que proponen las teorías y críticas literarias, después de la llegada de la posmodernidad a los estudios literarios, es cuando los críticos y estudiosos en lengua y literatura reclamamos, y casi lloramos, porque la literatura ya no se estudia como antes, convencidos de que hemos perdido el rumbo de nuestros estudios.

Si nos detenemos a hacer un intento por comprender la linealidad de los estudios literarios, la verdad es que nunca ha sido un término ni un estudio quieto, nunca se ha llegado a <<la verdad>> de la literatura; ¿hay distintas posturas respecto a esto? Sí. Pero una postura varía mucho una de otra, históricamente no ha habido hegemonía en las propuestas de cómo debe estudiarse la literatura. El colmo, hay que decirlo, fue cuando se estableció que toda literatura debía arraigarse y enraizarse en el canon occidental.

Por supuesto que occidente ha dado grandes aportes imprescindibles para su estudio, sin embargo, no todos ellos son aplicables a todas las literaturas existentes. Basta recordar que antes de nombrarle literatura, eran expresiones orales y de éstas ha habido en todo el mundo, narradas de distintas maneras, conformando distintas ideas y cada una de ellas compleja a su manera.

De los estudios nacidos en Europa, lo que podríamos recoger todos como estudiosos y críticos de la literatura podrían ser, por ejemplo, las herramientas de la narratología o de la hermenéutica. Si bien hemos dicho que la literatura es heterogénea, las observaciones sobre tiempo, enfoque, voz, entre otros, son elementos que pueden hacerse en cada una de las obras, y al hacer estas distinciones nos permite conocer a profundidad lo que la obra ha expuesto, ha dicho, ha creado, y no sólo desde nuestra percepción como lectores, sino que permite que nos adentremos en la narrativa. Por otro lado, encontrar el sentido que la obra da a través de sus signos, símbolos o significaciones también es una constante que podemos permitir en cualquier estudio literario.

A pesar de lo anterior, y pese a que haya quienes piensen que la crisis es ocasionada por buscar distintas maneras de llevar a cabo estos estudios, hay otras circunstancias que podrían significar o propiciar que los estudios literarios y la crítica sí estén en crisis. Retomemos lo que dejamos a un lado antes, cuando aclaramos sobre la juventud del término literatura. La literatura es muy joven para estar en crisis. Recordemos también la idea que se expuso al inicio: la juventud y toda la sociedad puede estar en crisis.

En la actualidad, la sociedad en la que nos desarrollamos como humanistas es regida por un sistema por competencias, un sistema que consiente la meritocracia, que se ha acomodado al sistema capitalista que con frecuencia ha deshumanizado al mundo, incluso a los países de <<pobre desarrollo>> como es México.

Gracias a ello, no es sorprendente que los humanistas intentemos buscar por otro lado cómo estudiarla y criticarla. La estructuralización y sistematización de los estudios de humanidades no fue una desventaja, usada sin apelar a méritos elitistas, de hecho, podría haber resultado un muy buen método para los estudios.

Sin embargo, en la praxis, en la realidad de los estudiosos sometidos a un sistema por competencias, tanto de ser competente como de tener competencia, <<quienes estudian la literatura recurrieron a paradigmas epistemológicos reputados (antropología estructural, lingüística, narratología, etc.) y se pertrecharon con ellos para poder competir en el nuevo terreno de las becas de investigación>> (Higashi, 2015, 6). Suena maravilloso pensar que los estudios sociales y humanidades son un campo respetado, que se demuestre que son necesarios en el sistema actual, pero la realidad es un reflejo muy distinto de lo que vemos en las teorías.

Entonces, digamos que sí hay una crisis en los estudios de la literatura, sí tenemos que cambiar los paradigmas que se han llevado a cabo hasta ahora y hacer nuevas propuestas; sí tenemos que abogar por los estudios y la crítica literaria, por la literatura y la poesía.

Por lo menos en México, <<ante las crisis económicas y los recortes presupuestales de las últimas décadas del xx, cuando el Gobierno Federal tuvo que implementar un sistema de beneficios que mitigara el impacto de las constantes devaluaciones, las instituciones de educación superior se fijaron de forma particular en las trayectorias académicas como un factor preponderante de medición>> (Higashi, 2015, 3). Lo que quiere decir que los estudiantes de las humanidades, más allá de centrarse en qué es lo que se debe hacer como humanistas, tuvimos que preocuparnos para mantenernos a flote: <<publiqué un artículo por aquí, hice lo mismo que este otro filósofo por acá, volví a estudiar la obra que se ha estudiado mil veces pero para observar un detalle mínimo que nadie más había observado, mi trabajo de investigación sin mérito real fue publicado en tal revista indexada>> y así hasta que, cuando nos dimos cuenta, vivimos en la era de la producción en masa de la información.

No pretendamos pensar que sólo ha sido nuestra culpa como estudiosos de letras que haya una sobrecarga de información, aunque sí tenemos parte de ella. La información en masa es algo que, a partir del uso cotidiano del internet a nivel global, no podíamos detener. Ni siquiera habría motivos suficientes para sugerir que el uso de esta herramienta es lo que nos llevó a sobrecargar la red de información innecesaria.

Con información innecesaria también consideremos todas aquellas investigaciones literarias y lingüísticas que hemos hecho para ser reconocidos dentro de la misma élite de la academia. Reconozcamos que para sobrevivir actualmente en nuestra formación como humanistas, debemos pertenecer a la élite de los estudiosos y críticos literarios.

Higashi dijo que la profesionalización de los estudios literarios llevó a los literatos a utilizar un lenguaje especializado que fue proveído por el estructuralismo (2015, 9); esto hizo que los estudios y las investigaciones que hemos hecho para publicarlas sólo se queden dentro del mismo círculo de lectores: aquellos que son parte de la élite. Si lo anterior lo transformáramos a un diálogo sería algo como:

-Escuché que publicaste un artículo nuevo sobre el Quijote, en donde hablas del papel femenino de Rosinante en la novela

-¿Lo has leído?

-Aún no, pero yo también publiqué uno sobre el Quijote, trata de la significación de los molinos del viento con los que pelea. Te propongo algo, leo el tuyo, si tú lees el mío.

-Por supuesto.

Suena muy burdo quizá, y quizá hay una tremenda exageración en lo que intentamos establecer aquí, pero aunque es una hipérbole muy mal hecha, no habría mejor manera de representar lo que aquí tratamos. Esto es justamente lo que ha pasado con la academia de las letras. Hemos olvidado a lo largo del tiempo la verdadera significación de estudiar la literatura, que a fin y al cabo es una expresión artística, cosa que también hemos olvidado.

Entonces sí, sí debemos presentar nuevas maneras de estudiar la literatura, porque el error que hemos cometido en los estudios es que dejamos que el sistema en el que vivimos nos diga cómo debemos llevar a cabo los estudios literarios y no cómo vemos los humanistas que debemos cambiar el mundo.

Por otro lado, quienes desvergonzadamente refieren y evocan una crisis de los estudios literarios, son aquellos quienes permiten que se siga llamando <<buena literatura>> a aquella que entra de lleno al canon occidental. <<Más allá del canon con mayúsculas cuyos componente aspiran al parnaso de los clásicos, que soportan la relectura o la prueba del comentario, se habla de canon como valor de uso pragmático y provisorio, apoyado en agentes culturales –historias literarias, academia, premios…>> (Caballero, 2017, 2). Entonces, aquí nos encontramos nuevamente con ese ente extraño que rodea a la literatura: la élite y el reconocimiento.

Tras la posmodernidad, se encuentran lecturas de deconstrucción o búsqueda de la identidad, tanto dentro como fuera de la obra literaria. Si bien esta teoría surgió de Europa para el mundo, Latinoamérica no logró ver este cambio. Y no logró encontrar este cambio en sí, no porque no haya ocurrido, sino que lo que fue nuevo para Europa, en los países latinos ya se habían realizado expresiones culturales posmodernas. (Caballero, 2017, 3)

Por otro lado, los escritores latinos se centran en la otredad, en lo marginal, y esto comienza a ser el centro nuevamente. Significa un paso nuevo para la literatura después de que, como hemos reconocido en todo este ensayo, occidente controlaba todo acerca de la literatura, incluso a qué le nombraríamos literario y a qué no.

Sin embargo, que haya una descentralización de Europa, que se empiecen a abrir los terrenos para explorar desde América Latina, no quiere decir que la deconstrucción o decolonización sea la identidad o ese canon que tanto había esperado.

Este continente siempre fue objetivo de estéticas y contenidos marxistas, decolonialistas, vanguardistas y demás. Pero que en su contenido se hayan encontrado estas temáticas no es porque sólo eso tenga para ofrecer.

Volvamos a ver hacia aquellas vanguardias que duraron poco pero retumbaron en el mundo. Sí fueron una expresión de rebeldía, pero la rebeldía no es todo lo que expresaron.

A América Latina no se le ha dado la oportunidad de cumplir un desarrollo y una propia tradición estética, como sucedió con Europa. Y no es con el afán de compararnos con ellos. Sino que se habla de una crisis teórica y práctica de los estudios literarios sólo porque se han descentralizado, porque hay nuevas propuestas. Porque hay un grito que sale desde las humanidades que piden que volvamos a humanizarnos y a presentar las raíces de lo ignorado, lo bello de lo callado, lo importante de las periferias.

A modo de conclusión, digamos que reconocemos que como humanidades hay una fuerte crisis. Crisis en qué hacer con el arte, cómo observarlo, cómo estudiarlo, cómo interpretarlo. No proponemos volver a los antiguos estudios cuadrados en los que el arte es una ciencia y toda ciencia es absolutista, donde las únicas figuras capaces de leer y entender los vacíos estudios literarios sean parte de la misma élite. Por el contrario, reordenemos lo que pensamos del arte, su funcionamiento y su importancia. Pensemos en por qué las instituciones no permiten el crecimiento del pensamiento a partir del arte y la humanidad, su relación entre sí. Y objetemos en cuanto nos digan que nuestras ciencias deben acomodarse al sistema, en vez de que las ciencias aporten algo a la humanidad para cambiarlo.

Por último, reconozcamos que la función que deberíamos cumplir como humanistas no la estamos cumpliendo y sólo hemos visto por nuestros propios méritos, por nuestros propios intereses.

No nos amoldemos al sistema que exige que todo sea cuadrado, blanco y elitista. Humanicemos a las humanidades.

 

Referencias:

Brunel, P. y Chevrel, Y. (1994) Compendio de literatura comparada. México: siglo veintiuno editores, S.A. de C.V.

Llovet, J., Caner, R., Catelli, N., Martí, A. y Viñas, D. (2005) Teoría literaria y literatura comparada. España: Editorial Ariel, S.A.

Aguilar, A. (2014) Teoría literaria y teoría de la escritura. Sobre el tránsito del concepto de escritura al postestructuralismo. Valencia: Universidad de Valencia. PDF. Recuperado de: https://www.utrgv.edu/hipertexto/_files/documents/articles/hipertexto-19/antonio-aguilar-gimenez.pdf

Rico, A. (N/A) El estructuralismo. Coruña: Universidad de Coruña. PDF. Recuperado de: https://ruc.udc.es/dspace/bitstream/handle/2183/5282/ETSA_20-5.pdf?sequence=1&isAllowed=y

Oliva, J. (N/A) Tendencias postestructuralistas e ideológicas en la crítica literaria postmoderna. España: Universidad de Laguna. PDF.

Higashi, A. (2015) Tres decenios de profesionalización de los estudios literarios en México: algunas consecuencias. México: UAM. PDF.

Caballero, M. (2017) Al hilo de la literatura latinoamericana: estudios literarios/estudios culturales. España: Universidad de Sevilla. PDF.

 

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