Por Ximena Cobos Cruz
Transformarse en escritora después del acto de leer, de haber experienciado la circulación consanguínea de la palabra vívida conduce a una pregunta/lugar común de este naufragio que puede ser escribir una reseña: ¿Cómo construir un texto que esté a la altura de la obra? “The higher you fly, The deeper you go”[1] Frente a Estás en mí / Morí contigo (Danza acompasada entre ausencia y presencia) (Pita Ochoa/David H. Rambo, Ediciones Fides, 2022) hay que preguntarse si podrá haber un texto que esté a la profundidad de este libro-territorio-experiencia-dolor-poema-persona-encuentro-pérdida.
Primer acto
Anunciación de un diálogo metacorporal, poética de la comunicación asincrónica, posible.
En este acto de lectura asistimos a un montaje alterno, dos que caminan la misma vía y se superponen al olvido: existencia cuántica hecha posible a través de la memoria. Estas páginas son entonces la acción ritual de hacer presente no solo al otro o a un nosotrøs; no resulta así un simple homenaje que busca honrar una existencia antes que la disolución se abra camino, sino “Un homenaje al amor Absurdo. Absoluto, incondicional, ambiguo, contradictorio, fragmentado” cuando la muerte ES. Los poemas aquí vertidos son las últimas imágenes que —dicen— recorren la cabeza antes de que la muerte se haga concreta, con la salvedad de que son compartidas: / Estás en mí/ Morí contigo / es la clave de lectura más insistente. En ese sentido, son la totalidad de una experiencia: “En infinita despedida / se unen los momentos / dispersamente vividos”; que, no obstante, jamás podrá ser aprehendida en su “eternidad efímera”, reducida. Es el andar de pies que luego serán polvo, el tacto que acarició aquellos pies y después esparció el polvo/ceniza/cuerpo: Poesía performativa a dos voces y cuatro manos (p. 6) nos anuncia desde el principio.
Segundo acto
Autoafirmación, reconocimiento exacto de la cardinalidad adolorida. “Cogito ergo pum”[2]. Palabra que fluye ante la ausencia más infinita, concreta. Pero sobre todo, presencia del cuerpo que permanece y entonces duele, duele el lomo, la mano que escribe y la boca que besó en un tiempo. Pero es, sigue existiendo en el hiper-absurdismo.
Lo que trato de decir es que la obra congrega el dolor de la pérdida y el goce de haber existido. La voz poética, partida, acepta la ausencia, pero no niega el desgarro que ésta conlleva; se asume la transformación del cuerpo en la cama, entre el deseo, y la otra transformación del cuerpo, en el horno frente a otro fuego “Aquí en la tierra / en el horno / el cuerpo quemado / la sangre quemada / la vida quemada / es solo cenizas / hechas polvo”. Confronta, no solo se duele, anhela. Pero quién comunica, quién hace posible la obra si no aquella que permanece: Pita Ochoa, a veces infra, otras hiperabsurdista, decide parir un diálogo con la ausencia/presencia de David H. Rambo, siempre hiperabsurdista.
Entonces, la forma en que en este libro el acto ritual se sucede cumple con la reactualización; en cada lectura, la existencia de la presencia ausente, de la voz en rojo vivo, vuelve un poco a tener volumen, profundidad, masa: densidad de la materia cuerpo. Así pues, la poesía de Pita se ve intervenida en una lectura ecosonora con la voz de David, que es posible imaginar en simultaneo; aquel acto mágico performativo es la concurrencia dentro de la página de dos que alguna vez lo hicieron en la mesa y en la cama, en el sexo abierto y el sexo erguido. En el primer poema todo sucede, la yo poética parece que arranca un soliloquio en un espacio yermo, oscuridad que ocurre tras la pérdida, sin embargo, versos más adelante, hace presencia la voz de un yo que nunca habrá de abandonarla. Se le ve llegar marcadamente a la página, aparece, nunca se extingue, acompaña. Así, cuando el poema puede hacer vívida la acción, proyectar la escena de aquella lectura a dos voces con todo y sus pausas que dan paso a una y otra, si nos permite imaginar nítidamente la escena, cumple entonces su cometido: ser un acto de amor.
Pero, qué significa el diálogo con la ausencia/presencia, para qué dejarnos beber de su dolor salado y dulce, a veces mar a veces río, y cómo gozar aquella experiencia (activación del actor de lectura) enfrentados al amor que también se tuvo y hoy no existe más a manera de cuerpo, o preguntándonos si hay forma de entender el dolor, de nadar en lo profundo del ahogo de la escritora y permitir que se llenen los pulmones. Entonces, ésta es una obra que habla de la muerte, de la pérdida, sí. Y es, al mismo tiempo, una escritura encarnada que posibilita comprender lo muerto y lo perdido, aquello que duele o desde la posibilidad de dolernos.
Qué tanto es éste un ejercicio necesario y recurrente descubierto en la construcción de una historia literaria, posible para quien usa la palabra como artefacto de traducción de las experiencias y las emociones; por qué hacemos escritura de la pérdida, del dolor, para qué construir narrativas que puedan hacernos nombrar la experiencia de la muerte —claro, cuando no es en primera persona, pero así se siente—. Joan Didion o Rosa Montero, Pita Ochoa o una poeta apenas conocida que no se nombra, pero escribe estas líneas, nos allegamos a la literatura para lograr procesar lo que se siente cuando lo cotidiano se ve interrumpido por la muerte, único acto seguro en su presencia. Es pues la continuidad del ciclo, el nacimiento, parir la obra como acto consecuente a la muerte del cuerpo que quisimos, del nombre que mordió los labios y así sucesivamente.
Escribir un libro sobre la pérdida es también depositar el amor que se acumula ante la ausencia, es permitir llegar a las caricias que ya no tienen puerto de arribada. Escribir un libro sobre la pérdida es sincerarse. A su vez, el acto de lectura se puede convertir en un parto compartido, los ojos que miran irse o presienten lo inevitable en algún tiempo buscan también, quizá a falta de palabras propias, poder destilar el dolor propio, desflemar el cuerpo como si fuese una hortaliza para quitar el sabor fuerte o suavizarlo: el instante poético transforma. Así es como se siente adentrarse en esta danza acompasada que es Estás en mí / Morí contigo.
[1]Primera referencia/insulto que habita esta reseña —quizá, pero ojalá que no—.
[2]José Paulo Paes, “El suicida o Descartes al revés”.