Por Ximena Cobos Cruz
Han sido bastantes los intentos de definir o aclarar qué es la saudade. Como sentimiento puramente portugués que, no obstante, se abre a la universalidad, ha generado reflexiones ligadas al nacionalismo, sin embargo, intentar entender qué es antes de relacionarlo con esta noción en verdad cuesta trabajo, pues, en tal ejercicio es frecuente que se recurra al uso de palabras que puedan parecer más o menos sinónimos. Yo me opongo un instante a este razonamiento en un afán de comprender para mí y explorar su funcionalidad para mi propio sentir qué es no sólo como sentimiento portugués, sino partiendo de la idea de la saudade como propia del ser, aun cuando Andrés Torres Queiruga señale que:
“se a saudade é algo exclusivo e peculiar, deixa de ser verdadeiramente humano e comunicable, aparece por forza como algo superficial na sua mesma particularidade, e fica á marxe da cultura como algo irremediablemente provinciano. Se, polo contra, é algo simple e sinxelamente universal, pérdese un dos signos mais radicalmente diferenciais da nosa literatura e acaso da nosa cultura, deixa de ser algo que nos afecta especialmente e fican no ar tódalas nosas consideracións.” [1]
Considero que mirar la saudade como sentimiento propio y exclusivo de la cultura portuguesa implica, sí, que nace en ella, que en este sitio es donde surge la necesidad de expresar el abanico de emociones que se presentan en un instante y no como el lenguaje, palabra tras palabra, sino en un solo vocablo, pero como es un sentimiento que nace en los seres humanos, y de esto también habla Torres Queiruga, como tal es universal pues nos dice que “A saudade non precisa sustraerse a todos para ser verdadeiramente nosa, nen precisa deixar de ser nosa para pertenecer a todos.”[2] Anclarlo al nacionalismo me parece producto de un momento histórico-social determinado que incluso genera una corriente filosófica conocida como saudosismo y cuyas reflexiones no han parado hasta nuestros días. Luego entonces, Yo puedo tener saudade. Pero no se piense que este trabajo versará de qué es para mí muy subjetivamente el término, sin embargo, no puedo negar que mi camino hacia la definición inició el día en que no tuve otra palabra más en mi cabeza para expresar lo que sentía que no fuera saudade.
El intento de poner en una sola palabra lo que es saudade, no solamente en la traducción a otra lengua sino en la misma habla portuguesa, es una tarea frustrante. Si se toman en cuenta los planteamientos lingüísticos que marcan como la intención fundamental del hablante el éxito comunicativo mediante la economía del lenguaje, es decir, que se entienda lo que quiero decir lo más rápido posible y con el menor número de palabras, entonces se comprende por qué es casi imposible decir que saudade en español, por ejemplo, es tristeza, pues la saudade debe comprenderse como un cumulo de emociones contenidas en una palabra que no son abarcadas por tristeza o nostalgia y no hay éxito comunicativo.
Ya Torres Queiruga ahonda en el intento de aproximar el significado y decir que es como el dolor, nostalgia rumana, de la que habla Mircea Eliade, el Sehnsucht alemán, pero tomado como una realización particular de la saudade, o el Angst heideggeriana, rechazada más que las anteriores como equivalente a la saudade.[3] De tal modo que si no se ha podido hallar un equivalente o un sinónimo, mejor comenzar a comprenderla y debatir sus componentes, trabajo que obviamente ya se ha hecho y no para.
Así pues, en aquel instante que descubrí la saudade en mi ser, quise desenmarañar su significado y reconocí el deseo, ese fue el motor de mi trabajo. Entrando a la teoría, encontré con gusto que el deseo es uno de los elementos que se toman en cuenta como constituyente de la saudade y que mi intuición no estaba tan alejada de lo que en portugués se siente. Es João Ferreira[4] quien reúne veintiún definiciones de la saudade en su libro A saudade, Nova Dimensão Psíquica do Homem, y permite observar que el deseo está presente en ellas, pero hay otro elemento que figura en las definiciones, tanto como el deseo, la lembrança. Ahora bien, por qué es importante para destacar lo fundamental de la consideración del deseo dentro de la saudade tener en cuenta esta última. Pues la respuesta surge del estudio de Afonso Botelho[5], si recordamos que la saudade encierra múltiples emociones en una sola cuyo nombre es tal, bajo la premisa del éxito comunicativo y la economía del lenguaje antes mencionado, no considero que sea posible jerarquizar a los elementos que la conforman.
Botelho distingue algunos momentos de la saudade en la literatura portuguesa donde la lembraça y el deseo son dos constantes en las que se salta de una a otra continuamente siendo alguna de éstas, en ciertos momentos, la máxima expresión de la saudade, por tanto, dejar de lado su presencia en cualquier estudio lo dejaría incompleto, nos dice el autor[6]. De este modo, se focaliza el deseo en la constelación de emociones contenidas en la saudade, con todo, el deseo presente en un primer momento se distingue como la expresión más terrenal de éste, así adquiere relevancia en tanto se genere un vacío, es decir, cuando se presenta la soledad. Un segundo momento es aquel en que el deseo se subordina a la lembrança, en tanto que se ve contenido en ella y “aparece sempre como intermediário da imediateidade de la acção”[7], ya lo dice Duarte Nunes de Leão al aventurarse a lanzar una primera definición de saudade como “lembrança de alguma coisa com desejo dela” donde no se muestran al mismo nivel ambos términos, sino que claramente uno se ve incluido en el otro.
No obstante, si consideramos que lembrança y deseo tienen un mismo origen que es la ausencia de un bien perdido[8], sería pertinente considerarlas al mismo nivel dentro de la saudade. Más aún, al tener a ambas en el mismo plano podemos observar cómo el deseo activa el recuerdo y el recuerdo genera deseo, o sea, tendremos presente a ambas. En una Obra como Frei Luis de Sousa donde apenas percibimos una prefiguración de lo que será la saudade, podemos observar cómo el deseo está presente al mismo tiempo que la lembrança, pues cuando María recuerda ao rei D. Sebastião, preguntando a Telmo qué romance será el que prometió leerle en esa ocasión, inquiere si es aquel “da ilha incuberta onde está el-rei D. Sebastião, que não morreu e que há-de vir um dia de névoa muito cerrada”[9] proyecta su fe en su regreso y puede inferirse que ella también está a la espera de esto.
No es que el recuerdo la asalte, sino que en el presente de María se recuerda el pasado y se desea parte de ese pasado en el futuro, no obstante cabe señalar que el pasado que recuerda es el que le ha contado Telmo, por tanto no ha tenido una vivencia directa de éste y no puede recordarlo y desear el futuro creado en el pasado, sino construir el futuro con base en el deseo, pues no hay aquí un sentimiento de saudade plenamente identificable, sin embargo, podemos captar y destacar el papel del deseo y del recuerdo en lo que es posible llamar el inicio de la aparición de la saudade, María recuerda la historia e incluso pregunta a su madre si no es verdad que D. Sebastião no ha muerto[10], es todo esto lo que crea un ímpetu en el corazón de María que hará que se muestre más adelante con un espíritu de combate y rebeldía, pues cuando su tío Jorge llega a avisar que los gobernadores quieren salir de Lisboa, María replica “[…] Em pestes e desgraças assim, eu intendia, se governasse, que o serviço de Deus e do rei me mandava ficar, até à última, onde a miséria fosse mais e o perigo maior, para atender com remédio e amparo aos necessitados. Pois rei não quer dizer pai comum de todos?”[11]
Telmo también tiene un sentimiento bastante cercano a la saudade. Recuerda lo magnánimo de la personalidad de su amo D. João, el caballero que era y los tiempos aquellos en que él vivía, para después, igual que con D. Sebastião, referir que no está muerto y que ha de aparecer algún día ante él, su hayo fiel[12]. En Telmo el deseo del futuro, que refiere a la vuelta de D. João, es más claro, ya que él sí tuvo la vivencia de primera mano, no como en el caso de María, y el aferrarse a aquella carta que llegó escrita por su amo, donde decía que habría de volver a ver a D. Madalena, proyecta su deseo por un futuro que construyó el día en que se leyó la carta. En el Caso de D. Madalena el deseo y el recuerdo se presentan en un presente en el que desear lo construido en el momento recordado, es decir, cuando vivía con D. João, su ex marido, sería la catástrofe total para su vida en el presente y en el futuro, por ello el futuro que imaginó cuando la carta llegó —que sería que él regresará— es lo que se desea que no pase. Así, observamos la aparición del deseo y el recuerdo juntos, pues si Madalena y Telmo no recordara el pasado donde aun estaba presente D. Joao, no habría motivación para que la obra se desarrollara, pues no se mostrarían los augurio del porvenir mal hadado, que llevan a la obra hacia el final trágico. Si bien no podemos hablar de una saudade totalmente configurada, sí es posible comenzar a reconocer la relación intrínseca que existe entre deseo y lembrança, donde la una produce la otra, quizá más claramente observado en Telmo que en María o Madalena.
Con todo lo anterior, ha aparecido un elemento fundamental tanto para la saudade como para reconocer la importancia de la presencia del deseo al mismo nivel que la lembrança. Llegamos a considerar la saudade como recordar y desear algo del pasado en el presente y algo del futuro que nace de ese pasado recordado, apareciendo un elemento importante para entender la saudade que es la noción espacio-temporal. El ser que tiene saudade “presentifica o pasado através da lembrança, recuperada no momento presente e o futuro através do desejo sentido também no presente” [13]. Se desea el futuro por el conocimiento del pasado, que no es lo mismo que desear el pasado cumpliéndose en el futuro, cuando se recuerda el pasado viene con el futuro que se imaginó y hace deseo, este futuro vuelve a desearse pero ahora en un nuevo presente que ya no es igual a aquel en que surgió.
Ya lo vimos esbozado en la Obra de Almeida Garrett. Veámoslo ahora en Eurico o presbítero, donde la saudade ya está tan presente que, además de ser un vocablo con recurrencias en el texto, es un capítulo en la obra, el número VI[14]. El pasado de Eurico es aquel en que amando a Hermengarda construyó un futuro en que estarían casados, sin embargo esto no fue posible, siendo esto lo perdido que suscita el recuerdo y el deseo. Cabe señalar que quizá se debería considerar para la saudade que lo que se desea no es un objeto perdido o al ser amado que ya no está, sino que se desea lo vivido y lo sentido, la experiencia corposensorial. En este apartado lo que Eurico recuerda explícitamente en primer lugar son las razones de la pérdida, la avaricia del padre de Hermengarda y el desprecio que ella le hizo. En el discurso no se reviven los momentos que estuvo junto a su amada, ni se dice lo que desea explícitamente. Según Lacan, el deseo verdadero subyace en el discurso, lo que se desea es lo que se debe interpretar de lo que se está diciendo, si es así, podemos ver que lo que Eurico desea es haberse casado y vivido con su amada.
El futuro que se construyó en el pasado ya no es un futuro probable, ya de por sí se condiciona a la calidad de improbable cuando se está recordando, puesto que el futuro¸ per se, se dice incierto y recordarlo es concretizarlo. Si el deseo subyace al discurso y el discurso es recuerdo, entonces puede creerse que en verdad no están al mismo nivel, sin embargo, como ya mencioné, el discurso de el presbítero está lleno de recuerdos del momento en que se rompió su sueño y se generó el vacio, el recuerdo bello está implícito puesto que el lector ya conoce la historia. Se ha dicho que la segunda etapa de la saudade en la que la lembrança predomina en el discurso es una etapa subjetiva, puesto que en el deseo, lo que se focaliza es lo que se desea y no quien lo hace, aun cuando esto es verdad, “el deseo es algo por lo que el sujeto se sitúa, por el hecho de la existencia del discurso, en relación a esta demanda”[15]. No hay entonces una subjetivación absoluta determinada sólo por el recuerdo, son deseo y lembrança en convergencia lo que trae el pasado y el futuro al momento presente para suscitar la saudade, son el pasado y el futuro elementos, por tanto, que no deben perderse de vista como constitutivos de la saudade, pues son rasgos que sí marcan la diferencia frente a tristeza y añoranza, donde posiblemente habite sólo el pasado, el recuerdo.
[1] Andrés Torres Queiruga. “Nova aproximación a unha filosofía da saudade. Discurso lido o día 20 de xuño de 1980, no acto da súa recepción, `polo ilustrísimo señor Don Andrés Torres Queiruga e resposta do excelentísimo señor Don Ramón Piñeiro López. Real academia Galega, en http://www.realacademiagalega.org/PlainRAG/catalog/publications/files/Torres%20Queiruga.pdf, consultado el 2 de Diciembre del 2011. “Si la saudade es algo exclusivo y peculiar, deja de ser verdaderamente humana y comunicable, aparece por fuerza como algo superficial em su misma particularidad, y queda al margen de la cultura como algo irremediablemente provinciano. Si, por el contrario, es algo simple y simplemente universal, se pierde uno de los signos más radicalmente diferenciadores de nuestra literatura y quizás de nuestra cultura, deja de ser algo que nos afecta especialmente y todas nuestras consideraciones quedan en el aire.”
[2] Ibidem. “La saudade no necesita sustraerse para todos para ser verdaderamente nuestro, ni necesita dejar de ser nuestro para pertenecer a todos”.
[3] Ibidem
[4] João Ferreira, “A saudade, Nova Dimensão Psíquica do Homem”, en María Das Graças Moreira Da Sá, Estética da saudade em Teixeira de Pascoaes, Lisboa:Instituto de Cultura e Língua Portuguesa. Ministério da educação (Identidade. Serie cultural portuguesa)1992. p 98
[5]Afonso Botehlo. Da saudade ou saudosismo. Lisboa:Instituto de Cultura e Língua Portuguesa. Ministério da educação (Biblioteca breve, série pensamento e ciência, V. 118) 1990.
[6] Para mayor información al respecto cf. Afonso Botelho. op. cit.
[7] Ibidem. “Aparece siempre como intermediario de la inmediatez de la acción”
[8] Ibidem.
[9]Almeida Garrett. Frei Luis de Sousa, Biblioteca Digital (Clássicos da Literatura portuguesa). p 17.
[10] Ibidem.
[11] Ibidem.
[12] Ibidem. pp 12-14
[13] María Das Graças Moreira Da Sá, op. cit. p 99. “hace presente el pasado a través del recuerdo, recuperado en el momento presente y [hace presente] el futuro a través del deseo sentido también en el presente”
[14] Alexandre Herculano. Eurico O Presbitero, Bibliotega Digital (Clássicos Da Literatura Portuguesa)
pp 26-27.
[15]Jacques Lacan. Seminario VI. El deseo y su interpretación. en www.convergenciafreudlacan.org/web…/EFS-JL-06-08-pdf-89.pdf consultado el 4 de Diciembre de 2001.