Café para un velorio

Preparación recomendada por doña Flor y sus dos maridos, novela de Jorge Amado

 

Por Diana Peña Castañeda[1]

 

En homenaje al día de los difuntos

 

Cuando una alumna de la escuela de cocina “Sabor y Arte” le preguntó a su propietaria Florípedes Guimarães, ¿Cuándo y qué servir en un velorio? Ella respondió que la honra al difunto se corresponde con el cuidado de la moral y del apetito de los concurrentes.

 

“No por ser desordenado día de lamentación, tristeza y llanto debe dejarse transcurrir el velorio a la buena de mi Dios. Para que una vigilia tenga animación y realmente honre al difunto, haciendo más llevadera esa primera y confusa noche de su muerte, hay que atender solícitamente a los circunstantes, cuidando de su moral y de su apetito.”

 

Doña Flor sabía muy bien que compartir comida durante el rito fúnebre no es solo cortesía es más que un acto fisiológico, tiene un carácter simbólico porque propicia la fraternidad y la empatía. Es tal vez la traducción más hermosa de reconocer el dolor propio e íntimo en la emoción del otro. Aunque, esta práctica con los años se ha disipado debido a la higienización de la muerte, el café como alimento aún pervive.

 

Para doña Flor, aún obvia, la preparación esmerada de un buen café es señal de respeto. Por eso, debe servirse fresco, humeante, en tazas limpias y secas porque para tristeza mayor, dijo doña Flor a su alumna, suficiente con la del muerto.

 

Es que cada gota de café lleva implícito el valor de la esperanza. Quién niega que su aroma reconforta, o que en sus notas se hallen memorias compartidas con el difunto o que su acidez sea refugio del consuelo. Cuando menos, motiva el encuentro.

 

                                                   

                             Foto: Diana Peña                                                                                       

 

Receta       

Tiempo de preparación: 5 minutos

Tiempo de cocción: 2-3 minutos

Porciones: según los concurrentes

 

Ingredientes:

Agua caliente.

Café fresco, ojalá recién molido.

 

Preparación:

Calentar agua suficiente.

Por cada 100 ml. de agua caliente, una cucharada de café (puede variar según el gusto de los asistentes).

Dejar infusionar durante minutos.

Servir inmediatamente sin rebosar la taza.                     

 

La sugerencia final de doña Flor de acompañar el café con bizcochitos o saladitos puede ser una opción para el novenario si fuera en el hogar del difunto. En otros países se invita pan ayemado, más que harina es vida.

 

En la noche, concluyó ella, es prudente ofrecer también un trago a modo de homenaje. Cachaza en su Brasil, aguardiente o viche en Colombia, tequila en México. Quizás vino, pero nunca champaña porque es de muy mal gusto apuntó. Doña Flor sabía que el dolor como el café y el licor por naturaleza no discriminan.

 

 

 

 

 

[1] Comunicadora Social, especialista en Comunicación Organizacional, Magister en Ciencia Política. Interés en escribir sobre la comida como elemento narrativo en la literatura y como arte simbólico de la memoria social.  linkedin.com/in/dianapeñacastañeda

@la_libreria_patisserie

 

 

 

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